Niños Mártires de Tlaxcala, modelos de laicos evangelizadores

  • Este domingo el papa Francisco ha canonizado a Cristóbal, Antonio y Juan, quienes a pesar de su corta edad, ofrecieron su vida por extender el mensaje del Evangelio en el nuevo mundo

Finalmente llegó el día esperado no sólo para Tlaxcala, sino para todo México: la Canonización de los Protomártires de América, los niños Cristóbal, Antonio y Juan, asesinados por odio a la fe en el siglo XVI.

Este domingo, ante miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para participar de la celebración, el papa Francisco elevó a los altares a los niños tlaxcaltecas, junto con otros 32 beatos.

“Después de haber reflexionado largamente, invocado en numerosas ocasiones la ayuda divina y escuchado el consejo de muchos de nuestros hermanos en el episcopado –formuló el Santo Padre– declaramos y definimos Santos y Bienaventurados a: André de Soverla, Ambrosio Francisco Ferro, Mateus Moreira y a 27 compañeros suyos, Cristóbal, Antonio y Juan, Faustino Míguez, Ángelo da Acri y los inscribimos en el Libro de los Santos, estableciendo que en toda la Iglesia sean devotamente honrados entre los Santos. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Niños santos

Tlaxcala es considerada la cuna de la evangelización. Como muchos otros pueblos de México contaba entonces con una multitud de dioses y practicaba la poligamia, principalmente los caciques. Los primeros misioneros franciscanos aprovecharon la gran religiosidad de los hijos –sin excluir a los plebeyos– para evangelizar a los mayores. Además de enseñarles en las escuelas las verdades de la religión cristiana, los misioneros los instruían en gramática, canto y algunos oficios.

Cristóbal nació en Atlihuetzía hacia el año 1514 o 1515. Fue hijo del cacique Acxotécatl y de Tlapaxilotzin, quienes tenían a tres de sus hijos en la escuela franciscana de Tlaxcala, excepto a Cristóbal, el futuro heredero de Acxotécatl. Tras ser convencido por los padres franciscanos de que el niño también debía recibir instrucción, éste ingresó a la escuela, mostrando rápidos progresos en el aprendizaje de la doctrina cristiana, de tal forma que él mismo pediría el bautismo.

El niño se propuso como objetivo evangelizar los suyos, por lo que exhortaba no sólo a su padre sino a sus súbditos para que abandonaran el culto a los ídolos y la embriaguez. Dado que la predicación del niño no surtía efecto, comenzó a romper los ídolos que se hallaban en su casa y a derramar el pulque. Fue tanta la molestia de su padre, que el mismo Acxotécatl terminó por quitarle la vida a Cristóbal.

Por su parte, Antonio y Juan nacieron en Tizatlán hacia el año 1516 o 1517. El primero fue nieto de Xicohténcatl, Señor de Tizatlán, y heredero del Señorío; Juan, en cambio, era servidor de Antonio; ambos asistían en la escuela franciscana de Tlaxcala.

En 1529 los padres dominicos se propusieron evangelizar Oaxaca, y a su paso por Tlaxcala pidieron a los franciscanos algunos niños que voluntariamente quisieran acompañarlos en su misión evangelizadora. Antonio, junto con sus criados Juan y Diego (quien no murió mártir) se ofrecieron.

En Puebla, los tres niños ayudaban a los padres dominicos a recoger ídolos. En Cuauhtinchán, mientras realizaban esta encomienda, un grupo de pobladores enardecidos, armados con palos, dieron muerte a Antonio y a Juan.

Modelos de evangelización

El proceso de beatificación fue iniciativa de Don Luis Munive Escobar, primer obispo de Tlaxcala, quien tuvo la idea y el deseo de presentar a la niñez y juventud un modelo de vida. El 7 de enero de 1982 la Congregación para las causas de los Santos dio el nihil obstat para la introducción de la Causa, con aprobación del papa Juan Pablo II, y el 3 de marzo de 1990 se dio el decreto formal sobre la validez del martirio.

Este domingo, una vez concluido el proceso de canonización, la Diócesis de Tlaxcala, a cargo de monseñor Julio Saucedo Aquino, recuerda que como parte del trabajo evangelizador de aquel tiempo, los Niños Mártires destruían los ídolos de su tierra y cultura; “esto nos invita hoy a la destrucción de los ídolos contemporáneos: el materialismo, el secularismo, la idea de un cristianismo fácil y sin compromiso, los ídolos del tener, del placer y del poder, que hacen a un lado los valores de la persona humana, su trascendencia y dignidad”.

También destaca el trabajo evangelizador y catequético que realizaron Cristóbal, Antonio y Juan, por extender el Reino de Dios, “sin temor a las dificultades y peligros, nos muestran la seriedad que tal compromiso implica para los bautizados de hoy, y hace un llamado a que todos los cristianos vuelvan a emprender el camino de la santidad”.

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