Rigor y clarividencia del Papa con García Márquez de fondo

  • Francisco centra su primera mañana en Bogotá alentando a los tres sectores de la sociedad colombiana: políticos, jóvenes y obispos
  • El Papa sorprende citando al Nobel de Literatura para reivindicar una paz estable desde “una nueva y arrolladora utopía de la vida”

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos (d), recibe al papa Francisco (i) aen su viaje a Colombia en 2017/EFE

Francisco ha dedicado toda la mañana del jueves 7 de septiembre a tres sectores fundamentales de la sociedad colombiana: las autoridades políticas y económicas, los jóvenes guardianes del futuro, los ciento treinta obispos custodios de la fe de uno de los países con mayor número de católicos del mundo.

A primeras horas del día abandonó la Nunciatura para dirigirse al Palacio Presidencial situado en la Plaza Bolívar; en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño le esperaban el Presidente Santos con su esposa y algunos cientos de personas entre las que se encontraban el gobierno y el Cuerpo Diplomático. Después de rendir homenaje a las banderas y escuchados los himnos ambos se situaron en un estrado para pronunciar sus discursos.

El del presidente Juan Manuel Santos duró siete minutos y comenzó agradeciendo al Papa “por venir a acompañarnos en este momento único de nuestra historia, por  venir a acompañarnos y estimularnos a dar con nosotros el primer paso hacia la reconciliación”.

En otro momento el presidente reconoció que Colombia necesita reconciliarse “porque por más de medio siglo nos resignamos a la violencia en nuestro suelo y sus cenizas –de rencor, de dolor, de venganza-  todavía son brasas ardientes que debemos apagar”.



La tentación de la venganza

El Papa le respondió expresando su aprecio “por los esfuerzos que se hacen  para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación” y les exhortó  a “persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro que exige colocar en el centro de toda acción política social y económica a la persona humana…que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo”. Y aquí improvisó diciendo: ”Andar el camino lleva su tiempo”.

Recordando que el lema de Colombia es “Libertad y Orden”, Bergoglio lo comentó de este modo: “No es la ley del más fuerte sino la fuerza de la ley que es aprobada por todos  quien rige la convivencia pacífica. Se necesitan leyes justas  que puedan garantizar esa armonía y ayudar a superar los conflictos  que han desgarrado esta Nación por décadas…No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales”.

Sorprendió a todos que al final de su discurso Francisco citara al Premio Nobel de Literatura el colombiano Gabriel García Márquez. En su discurso al aceptar el galardón el escritor dijo: “Una nueva y arrolladora utopía de la vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

A los pies de la patrona

Después despedirse de la “oficialidad”, el Santo Padre visitó la catedral de Bogotá y dedicó unos momentos de oración ante la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, patrona de Colombia.

Minutos después apareció en el llamado balcón del Cardenal y fue acogido por un inmenso fragor provocado por las gargantas de más de veinticinco mil jóvenes llegados a la capital desde los cuatro puntos cardenales de este inmenso país. “Este lío –comentó divertido Bergoglio- solo lo pueden hacer los jóvenes”.

En su bendición, les pidió que “el sufrimiento de los hermanos colombianos los abofetee y los movilice. Ayúdennos a nosotros, los mayores a no acostumbrarnos  al dolor y al abandono”. Esta idea de colaboración entre generaciones volvió a repetirla más adelante cuando reconoció que los jóvenes “no se dejan enredar por historias viejas , miran con extrañeza cuando los adultos repetimos acontecimientos  de división simplemente por estar atados a los rencores. Ustedes nos ayudan en este intento de dejar atrás lo que nos ofendió, de mirar adelante sin el lastre del odio, porque nos hacen ver todo el mundo que hay por delante, toda la Colombia que quiere crecer y seguir desarrollándose; esa Colombia que nos necesita a todos y que los mayores le debemos a ustedes”.

Luego les animó a “construir la nación que siempre hemos soñado. Los jóvenes son la esperanza de Colombia”  y les pidió “que las dificultades no los opriman, que la violencia no les derrumbe, que el mal no los venza”.

Valentía ante los obispos

No acaparará los titulares de los medio de comunicación de mañana, pero el discurso pronunciado por Francisco ante los ciento treinta obispos colombianos es un prodigio de rigor, clarividencia y valentía.

Esta vez no dirigió un varapalo al episcopado de este país como hizo en febrero del 2016 a la Conferencia Episcopal Mexicana. En términos más recatados, les situó, sin embargo, ante sus responsabilidades e indirectamente criticó sus divisiones y sus cobardías. Estas son dos acusaciones que dirigen a su episcopado muchos sacerdotes  y seglares comprometidos.

Es de todos sabido que el largo centenar de obispos colombianos está profundamente dividido entre dos sectores (el más reaccio de los cuales  es el que debe de algún modo sus mitras al cardenal Alfonso López Trujillo). “Busquen con perseverancia –les dijo Bergoglio– la comunión entre todos… no se contenten con un  mediocre compromiso mínimo que deje a los resignados en la tranquila inquietud de la propia impotencia”.

De modo positivo  les advirtió contra la tentación de aliarse “con una parte u otra” para tener la “libertad de hablar a los corazones de todos”.Y aunque les dijo que no traía recetas ni quería dejarles una lista de tareas les dió dos sabios consejos: conserven la serenidad  y “crean, sobre todo, en la humildad de la semilla de Dios. Fíense en la potencia escondida de su levadura”.

Una vez más -y ya van dos-, el Bergoglio profesor de literatura citó a García Márquez.

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