Católicos y protestantes convocan una marcha en Francia por la conversión ecológica

  • El 16 de septiembre se celebrará en París esta iniciativa ecuménica
  • Los organizadores quieren que se multipliquen las referencias al cuidado de la creación en las homilías

Jóvenes plantan jalapeños en Estados Unidos archivo

El 2 de agosto ya habíamos consumido todos los recursos naturales que el planeta puede producir en un año. Tras esta noticia, la Conferencia Episcopal Francesa, la Federación Protestante de Francia, la Asamblea de los obispos ortodoxos de Francia y el Consejo de Iglesias cristianas en Francia anunciaron la creación de una marcha por la iglesia verde para el 16 de septiembre en París, durante una jornada nacional dedicada al medio ambiente.

La iniciativa está dirigida a la consecución de una “conversión ecológica” de las parroquias dentro de la armonía ecuménica. La etiqueta de Iglesia verde, explica en el diario La Croix Martin Kopp, coordinador del grupo de trabajo sobre el cambio climático en la Federación Protestante, proporcionará las herramientas necesarias para tener éxito en la práctica de intentar que la parroquia pierda el mínimo de energía posible o multiplicar las referencias en las homilías al respeto de la creación”.

La Tierra vive a crédito

De acuerdo con Global Footprint Network, la organización de investigación internacional que inició el método de medición de la denominada “huella ecológica” para el cálculo del consumo de recursos, para revertir la tendencia creciente, en primer lugar deberían limitarse las emisiones de gases de efecto invernadero, que en su conjunto representan el 60% de la huella ecológica global.

En 2017, el día que la Tierra empezó a vivir a crédito ha llegado antes: de finales de septiembre en 1997 al 2 de agosto actual. En otras palabras, la humanidad está utilizando la naturaleza a una velocidad 1,7 veces superior a la capacidad de regeneración de los ecosistemas. “Los costes de este creciente desequilibrio ecológico son cada vez más evidentes en el mundo y los vemos en la deforestación, la sequía, la escasez de agua dulce, la erosión del suelo, la pérdida de biodiversidad y la acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera”, dicen los investigadores.

(*) Artículo original publicado en L’Osservatore Romano. Traducción de Vida Nueva

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