El Papa llama a “la moderación y el diálogo” en Jerusalén

  • Francisco condena “las graves tensiones y la violencia” en la Ciudad Santa que se ha cobrado siete vidas en la explanada de las mezquitas
  • “El bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos”, clama en el Ángelus

El Papa Francisco, durante el rezo del Ángelus el 23 de julio de 2017/EFE

La oración del Ángelus, desde la ventana del despacho en el Palacio Apostólico, es el único acto público que el papa Francisco mantiene durante el mes de julio. En los habituales saludos, tras la oración mariana, Francisco ha señalado que sigue con preocupación “las graves tensiones y la violencia” que se ha producido en estos días en Jerusalén, que han acabado con la vida de siete personas en la explanada de las mezquitas.

“Siento la necesidad de hacer un insistente llamamiento a la moderación y el diálogo”, ha clamado el pontífice. “Os invito a uniros a mí en la oración, para que el Señor inspire a todos propósitos de reconciliación y de paz”, ha propuesto.

Decisión conjugada con paciencia

Siguiendo la parábola del trigo y la cizaña, tomada de la liturgia del día, el papa ha señalado que el texto evangélico “ilustra el problema del mal en el mundo y subraya la paciencia de Dios” con la humanidad. Con la imagen del trigo que se entremezcla con las malas hiervas, “Jesús nos dice que en este mundo el bien y el mal están totalmente mezclados, que es imposible separarlos y acabar con todo el mal. Solo Dios puede hacer esto, y lo hará en el juicio final”, ha dicho el papa.

Francisco ha advertido que frente a la sociedad actual, “con sus ambigüedades y su carácter plural”, se impone “el difícil ejercicio del discernimiento” para los cristianos. Para ello, se debe conjugar dos elementos: “la decisión y la paciencia”.

La decisión de “querer ser buen grano, con todas las fuerzas y alejándose del mal” y la paciencia de una Iglesia que “no tiene miedo de mancharse las manos lavando la ropa de sus hijos, frente a una Iglesia de puros que pretende juzgar antes de tiempo quién está en el Reino de Dios y quién no”.

En su reflexión semanal, el pontífice se ha referido al Señor como “Sabiduría encarnada”, que “nos ayuda a comprender que el bien y el mal no se pueden identificar con territorios definidos o determinados grupos humanos”. Esta línea, advierte Francisco, “se traza en el corazón de cada persona”, ya que “todos somos pecadores” y a esa realidad responde la liberación de Jesús, que nos ofrece el bautismo y la confesión para el perdón de los pecados. “Mirar siempre y solo el mal que está fuera de nosotros, significa no querer reconocer el pecado que está también en nosotros”, ha dicho.

A los numerosos fieles reunidos en la Plaza San Pedro, el papa les ha invitado a “mirar la realidad” con esta “manera diversa” con la que Jesús mira el mundo. “Gracias al inflijo benéfico de una trepidante espeta, aquello que era cizaña o parecía cizaña, puede llegar a ser un buen producto. ¡Esta es la perspectiva de la esperanza!”, ha concluido Bergoglio.

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