Por una diócesis en paz, obispo dialoga con el crimen organizado

  • El Obispo de la Diócesis de Chilpancingo–Chilapa, México, se ha visto en la necesidad de entablar pláticas con los delincuentes ante la grave situación de violencia en la región

El Obispo de la Diócesis de Chilpancingo–Chilapa, monseñor Salvador Rangel Mendoza, afirma que pese a la complicada situación de violencia que se vive en el estado de Guerrero, actualmente las cien parroquias que tiene bajo su jurisdicción están trabajando tranquilas y en paz.

Pero esto no ha sido nada sencillo, pues monseñor Rangel ha tenido que dialogar con los miembros del crimen organizado, lo que por cierto le ha acarreado problemas con las autoridades de gobierno de la entidad.

El obispo no tiene empacho en señalar que todo el estado de Guerrero está en manos de los narcotraficantes. Cuando en la región opera sólo un grupo criminal, la comunidad está en paz y segura, pero cuando llega otro grupo para pelearse el territorio, comienzan los asesinatos y la inseguridad.

Diálogo con el crimen

En entrevista para Vida Nueva Digital, monseñor Salvador Rangel Mendoza recordó la primera vez que se vio obligado a dialogar con miembros del crimen organizado. “Fue hace como un año. Habían amenazado de muerte a dos de mis sacerdotes, por lo que un domingo fui, junto con una religiosa, a buscar al jefe de ellos. Fue así como tuve el primer contacto con esas personas”.

A ellas el Obispo les explicó que no era conveniente matar a los sacerdotes porque, de hacerlo, “se echarían encima” no sólo al gobierno, sino también a toda la comunidad católica: “Gracias a Dios los convencí; el jefe de ellos me explicó que estaba muy molesto con el padre porque hablaba abiertamente en contra del narcotráfico. Por prudencia, tuve que cambiar al sacerdote de parroquia”.

En otra ocasión, el obispo de Tlapa, monseñor Dagoberto Sosa, comenzó a recibir llamadas telefónicas a través de las cuales se le pedía derecho de piso por la Catedral. Monseñor Rangel se enteró de lo que le había pasando a su hermano en el episcopado, y concertó una cita con el jefe del grupo delictivo en aquella región, a quien, con los mismos argumentos, consiguió que cesaran las extorsiones.

El obispo se ha visto también en la necesidad de dialogar con las policías comunitarias, sobre todo cuando sus miembros se asesinan entre ellas, como ocurrió recientemente en las comunidades de Tierra Colorada y El Ocotito.

“Apenas hace unas semanas –explicó– hubo un enfrentamiento y tuve que hablar con uno de los jefes para que dejara en libertad a dos personas que habían secuestrado; le pedí que, de ser posible, devolvieran a los secuestrados a sus comunidades, y así lo hicieron”.

Recordó que en una ocasión las policías comunitarias de la región de Tierra Colorada lo invitaron a marchar por la paz: “Les celebré la Misa y los exhorté al diálogo, al perdón, a la tolerancia y al respeto a la vida. Cuando he tenido necesidad de hablar con estas persona para pacificar, lo he hecho”.

“No vengo a juzgarlos”

Al preguntarle si ha sentido miedo de dialogar con los miembros del crimen organizado, monseñor Rangel respondió: “Claro que sí, sobre todo las primeras veces; ellos están rodeados de carros, metralletas, pistolas, eso impresiona. Antes sí me daba miedo, ahora ya no tanto. A veces digo que me dan más miedo las policías que me encuentro en las carreteras; en serio, a veces me siento más inseguro andando en la ciudad que con estas personas, pues muchos de los delincuentes me conocen, saben qué carro llevo; en cambio, en los retenes me tengo que identificar y someterme a las indagatorias. Debo decir que gracias al diálogo con estas personas puedo moverme y hacer mi trabajo pastoral en toda mi diócesis, sin ningún obstáculo”.

Monseñor Rangel también explicó que cuando en la sierra se encuentra con criminales, les dice: “no vengo a juzgarlos, vengo a hablarles del Evangelio y de los sacramentos”. Como pastor, siento que también debo atender a estas personas porque, después de todo, como cualquiera de nosotros, tienen problemáticas familiares y personales. Aquí hay una oportunidad de ayudarlos, y al mismo tiempo, evitar que los sacerdotes, religiosos, seminaristas, catequistas no estén en peligro”.

Narcotraficantes, pero no sicarios

El Obispo de Chilpancingo-Chilapa considera que cada zona del país tiene sus características propias, por lo que el narcotráfico no es lo mismo en Guerrero que en otros estados de la república. “Pese a todo, aquí hay una fe muy profunda, lo cual me tiene admirado. Pensé que las personas eran más superficiales, pero no, debo decir que hay una fuerte devoción a la Virgen de Guadalupe y a la Eucaristía, sus fiestas, sus tradiciones, creo que eso ayuda mucho a que la gente de acá no sea tan cruel. Ellos dicen: ‘somos narcotraficantes, pero no sicarios’”.

Se refirió también al deber que tiene la Iglesia de salir al encuentro de todas las personas, incluso si son criminales. Comentó: “soy un padre franciscano y recuerdo mucho aquella poesía de Los motivos del lobo, de Rubén Darío. Un lobo en Gubbia, Italia, hacía destrozos; Francisco se arma de valor y dialoga con él. El animal le expresa sus motivos, sus razones, y le dice por qué obra mal. Por eso, yo creo en el diálogo con estas personas, ellos dan sus razones de por qué son así”.

Por ejemplo –continuó– “quienes siembran amapola, lo hacen por necesidad, para subsistir. Son casitas pobres, de tejamanil; yo veo su ropa tendida en la cerca; es ropa sumamente pobre, la gente es pobre; claro, el negocio viene de más arriba, y ahí es otro asunto”.

¿De qué se mantienen las comunidades en la sierra o en la montaña? –se preguntó–: “Esta gente tiene un nivel cultural muy bajo, y de esa ignorancia se aprovechan los otros, y como no hay posibilidades de desarrollo, el cultivo de la amapola a veces es la única vía que encuentran; si hubieran más posibilidades para esta gente, todo sería distinto”.

¿Dialogar con asesinos?         

Monseñor Rangel cuestionó que el gobierno se cierre al diálogo con los grupos criminales: “Ellos se amparan en la ley. Dicen que la ley no puede dialogar con narcotraficantes ni con asesinos. Yo les pongo el ejemplo de cómo se está logrando la paz en Colombia, donde incluso hasta que el presidente Juan Manuel Santos llegó a dialogar con los jefes de las guerrillas y del narcotráfico”, manifestó.

Para el obispo, este diálogo ha sido positivo, pues “estas personas se sienten como desecho de la humanidad, y así por lo menos a la Iglesia la sienten cercana. Claro que cuando hablo con ellos no siempre logro convencerlos de que se retracten de lo que hacen, pero por lo menos lo piensan, de eso estoy seguro”.

Finalmente, consideró que vale la pena abrirse al diálogo y acercarse a estas personas: “verse la cara, verse a los ojos; en Guerrero proclamamos el año de la paz con misericordia, y es muy importante la atención a las víctimas y victimarios; y cada obispo sabe cómo llevar las cosas en su diócesis, pero el diálogo es básico, creo que se logra más dialogando que quedándose callados. Yo voy en ese sentido: buscar la paz, la tranquilidad, el progreso de nuestras comunidades”.

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