Ante la violencia en México, urge un despertar hacia Dios: Obispos

·      El Observatorio Nacional del Episcopado Mexicano ha dado a conocer su estudio “Los desaparecidos nos faltan a todos”, en el que da cuenta de la grave situación de inseguridad que se vive en el país

Preocupada por la situación de violencia que sufre el país, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), a través de su Observatorio Nacional, ha publicado un estudio titulado “Los desaparecidos nos faltan a todos”, en el que da cuenta de la grave situación de violencia por la que está atravesando la sociedad mexicana en varias partes de la república.

El texto inicia señalando que las noticias de los hallazgos de fosas clandestinas y de desaparecidos deben increpar a los ciudadanos, especialmente a los católicos, acerca de los valores que se deben ponderar y de la urgente necesidad de un despertar hacia Dios, “porque la violencia ha alcanzado a nuestras familias, y el pueblo de México no debe acostumbrarse, ni ser indiferente ante esta cruda realidad”.

Desde el 2010, principalmente a través de su exhortación pastoral Que en Cristo Nuestra Paz. México tenga vida Digna, los obispos de México han venido denunciando esta situación, dejando en claro que la realidad de la inseguridad y violencia es compleja y multidimensional. Seis años después, el papa Francisco, en su visita a México, también denunció este flagelo.

Para los obispos del país, la primera víctima de la violencia es la vida comunitaria, y es que –dicen– “la percepción de inseguridad y el miedo llevan a las personas a buscar espacios seguros, refugiándose en sus propias casas, aislándose, encerrándose en el individualismo y en la desconfianza, en el enojo, en el resentimiento y en el deseo de venganza. Se establece un círculo vicioso”.

Sin embargo –aclaran– a pesar del miedo existe un grupo cada vez más nutrido de personas que están saliendo a buscar a sus familiares, y ha sido la Iglesia Católica la que los ha acompañado y la que busca promover leyes en favor de las víctimas.

 

Los desaparecidos

En su estudio, la CEM recuerda que hasta hace algunos años, los casos de desaparecidos se presentaban a la sociedad de forma aislada, pero ahora se sabe de personas en esta condición en casi todos los lugares y a todos los niveles. “Desde luego que los primeros en ser lacerados por la injusticia y la violencia son los más vulnerables. Entre las víctimas sin voz están los muchos migrantes, hombres, mujeres, jóvenes y niños, a quienes nadie reclama”.

Reconoce que no es nada fácil cuantificar a detalle el número de personas que han sido víctimas de desaparición, por lo que cita a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que registró 57 mil 861 casos de desaparecidos en 20 años, mientras que en los últimos 10 las autoridades han encontrado al menos 855 fosas clandestinas con 1,548 cuerpos.

En este sentido, considera un grave problema que el número de cuerpos que se logran identificar en las fosas, es muy reducido si se compara con el total de restos inhumados encontrados en las mismas.

 

Su búsqueda

En los últimos años, en México han surgido brigadas de búsqueda de familiares desaparecidos debido a la impotencia de los familiares al no ver avances significativos en las indagatorias de las autoridades, pero también al hecho de que las acciones de los órganos competentes no se encuentran apegadas a los estándares internacionales que permitan dar con el paradero de los desaparecidos.

Aseguran los obispos que ha sido precisamente el interés de los familiares, de encontrar pista de parte de la sociedad que los lleven a encontrar a sus desaparecidos, lo que ha permitido descubrir las fosas a lo largo del país. “Las personas que se llegan a acercar a las organizaciones de brigadistas lo hacen motivadas por la confianza y credibilidad que se han ganado estas instituciones civiles”, aunque –dice– entregan dicha información discretamente para no quedar expuestos a posibles revanchas.

 

El papel de la Iglesia

Los obispos aseguran que la Iglesia no ha permanecido al margen y es consciente de su papel frente a esta dura situación. “Es a través de su autoridad moral y de su labor profética, que la Iglesia asume las consecuencias de lo que implica respaldar a las familias de las víctimas”.

Como ejemplo, ponen la publicación del documento Que en Cristo Nuestra Paz, México Tenga Vida Digna, en la cual se propone intervenir en tres factores: la crisis de la legalidad, el debilitamiento del tejido social y la crisis moral.

“También, en noviembre de 2014, se aprobó la campaña #por1MéxicoenPaz, que inició con el mensaje: ¡¡Basta Ya!!, un pronunciamiento en contra de los desaparecidos en México, y en particular en Iguala, en Tlatlaya y Ayotzinapa”.

Recuerda que la Dimensión de Justicia, Paz, Reconciliación, Fe y Política, de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, con Cáritas y con la cooperación de muchos sacerdotes y laicos, apoyan a las familias a través de Centros de Escucha, “que son unidades de atención a través de una pastoral humana y espiritual que abre el corazón y los oídos para aquellos que necesitan ser  atendidos”.

Otras de las acciones que ha emprendido la Iglesia para enfrentar este problema son la impartición del diplomado sobre “Transformación Social y Construcción de Paz, en la  Escuela de Caridad” y la promoción de la Estrategia Nacional de Construcción de Paz.

Además –señala el estudio– desde las casas de migrantes católicas es posible llevar un monitoreo para proporcionar pistas para descubrir el caminar de los migrantes desaparecidos, y las capillas y parroquias siguen siendo espacios protagónicos para el encuentro de las organizaciones civiles de desaparecidos, en sus respectivos estados, ya que la población teme amenazas, pero confía en la Iglesia”.

 

Más que buenas voluntades 

El documento, firmado por el Secretario Ejecutivo de la CEM, Mons. Alfonso Miranda Guardiola, sintetiza que los mexicanos viven en un ambiente de temor que atenta contra la dignidad de las personas, y ese miedo infunde más terror y genera más violencia.

“En el problema de los desaparecidos, no basta con buenas voluntades –dice– antes bien, hay que prepararse y buscar la formación para estar a la altura de las respuestas que se requieren”.

Y concluye: “atañe a la Iglesia en general, y muy en especial a los obispos, sacerdotes, consagrados y laicos, ser valientes y continuar buscando la construcción de la paz. Porque la Iglesia debe permanecer siendo ese espacio de acogida, en donde el dolor de tantas familias se vea reconfortado por la luz de Cristo que resucitó y que nos aguarda en su reino”.

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