A 40 años, un nuevo camino de reconciliación

El Episcopado escuchó a familiares de personas que fueron víctimas de la violencia de la última dictadura militar.

Enrique Angelelli, Jaime De Nevares, Jorge Novak, Miguel Hesayne. Ninguno de estos cuatros obispos argentinos han podido estar. Lógicamente, los tres primeros (de La Rioja, de Neuquén y de Quilmes) ya están fallecidos, y Hesayne (emérito de Viedma), con 94 años de edad, viaja cada vez menos porque su salud le exige un mayor cuidado.

En la última reunión de los purpurados argentinos, entre el 2 y el 6 de mayo, cobró una superlativa trascendencia mediática el encuentro que este Episcopado tuvo con familiares de personas que fueron víctimas de la violencia de la última dictadura militar en Argentina (1976-1983).

Según indicó el mismo comunicado, luego de esta primera experiencia de este proceso de reconciliación que quisieron iniciar los obispos argentinos en la 113° Asamblea Plenaria “se pasó a un diálogo en grupos intergeneracionales para compartir las resonancias interiores de los testimonios escuchados y los recuerdos de cada uno acerca de los años 70. Los obispos comentaron qué edad tenían y cómo vivieron el período, teniendo en cuenta que muchos de ellos eran adolescentes o jóvenes sacerdotes”.

¿Qué hubieron relatado en esos “grupos intergeneracionales” Angelelli, De Nevares, Novak y Hesayne? Ellos, en los años 70, no eran “jóvenes sacerdotes” sino obispos pastores que escucharon el grito desesperado de muchísima gente que era amenazada, que era perseguida, que era “chupada” y jamás se la volvía a ver.

De izq. a der.: Hesayne, De Nevares, Novak y el obispo uruguayo Marcelo Mendiharat revestidos con casulla roja; detrás, un retrato gigante de Angelelli.

Cuando la indiferencia frente a la dudosa muerte de Angelelli gobernaba las decisiones de gran parte de la jerarquía eclesial, De Nevares, Novak y Hesayne rezaron por él, reclamaron justicia por él y por miles de personas que desaparecían, eran torturadas y asesinadas.

De Nevares, Novak y Hesayne –muchas veces mal vistos y cuestionados por sus otros hermanos obispos–, eran parte del Episcopado, eran parte de la Iglesia jerárquica. Sin embargo sintieron la certeza de que Dios le pedía iniciar ese camino para acompañar a tanta gente que sufría la injusta violencia de Estado. Seguramente ese pueda ser el camino que el Episcopado hoy quiere continuar con este proceso de reconciliación que acaba de comenzar. Al menos, esta es la expresión de deseo de mucha gente que sufrió al extremo por la violencia de la dictadura y que en aquellos difíciles años encontró en estos cuatro pastores a personas que los recibía, los acompañaba y los consolaba.

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