Javier López-Frías: “La misión está esencialmente en casa”

Este universitario granadino ofrecerá su testimonio en el XIV Encuentro Misionero de Jóvenes de OMP, que se celebra en El Escorial (Madrid) desde hoy viernes hasta el domingo 23

Javier López Frías, joven misionero

Desde este viernes 21 y hasta el domingo 23, se celebra el XIV Encuentro Misionero de Jóvenes. Organizado por Obras Misionales Pontificias (OMP), en colaboración con la Comisión Episcopal de Migraciones, tiene lugar en la Casa de Ejercicios San José, en El Escorial (Madrid), bajo el lema Una cosa te falta (Marcos 10,21).

A lo largo de las jornadas, habrá distintos testimonios de jóvenes comprometidos con la misión. Uno de ellos será el de Javier López-Frías Ramos, estudiante de 5º de Arquitectura en la Universidad de Granada. Aunque se formó en un colegio religioso, fue en su relación con la Pastoral Universitaria de Granada cuando, como él remarca en conversación con Vida Nueva, comenzó “a vivir la fe que antes había aprendido”.

Siguiendo la propuesta de la Pastoral Universitaria, en el segundo año de carrera se animó a ir en verano a la Misión de Bolivia con la Fundación Misionera Universitaria Ahoringa Vuelcapeta. Desde entonces, ha acudido los cuatro veranos siguientes. También volverá este año, aunque ya como responsable de un grupo de 15 universitarios.

PREGUNTA.- ¿Qué ha cambiado en ti tras tu primera experiencia misionera?

RESPUESTA.- Tras volver de Bolivia en 2014, empecé a ver que todo aquello que había vivido allí no era ajeno a mi vida en Granada y en la Universidad. La misión está esencialmente en casa, y quizá yo nunca me lo había planteado así. Descubrí que a veces se puede hablar de Dios con una sonrisa, con una palabra de ánimo, con un gesto de generosidad. Empecé a ser consciente de que la alegría que vivía también podía transmitirla aquí, y que Dios se servía de mí para hablar a los demás.

P.- ¿Qué es lo esencial que buscas transmitir con tu testimonio en el encuentro de jóvenes de OMP?

R.- Sencillamente, voy a contar lo que a mí me ha pasado y cómo el Señor ha salido a mi encuentro en mi vida y en la misión. He descubierto que la misión es un paso lógico de quien se ha sentido preferido, abrazado, amado, perdonado por Dios, y no puede callarse este regalo que ha recibido. La gente se sorprende cuando nos preguntan por lo que hacemos en Bolivia y respondemos: “Estar”. Sin embargo, es lo que nos ha pasado a nosotros, hemos hecho experiencia de la ternura de un Dios que siempre estaba ahí, con nosotros, aunque no siempre lo veamos. De hecho, es esta la misión más urgente, la de acompañar al corazón del hombre, compartiendo la vida y la fe, y siendo instrumentos del “Yo estaré con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo”.

P.- ¿Cómo es el modelo misionero de la Fundación Misionera Universitaria Ahoringa Vuelcapeta?

R.- La Fundación quiere ser, en primer lugar, misionera en la Universidad. Esos jóvenes que, como yo, un día pudimos ser acompañados en nuestra fe, también somos acompañados en el deseo misionero y nos formamos juntos durante todo el año para la experiencia en la misión. Los jóvenes misioneros crecen durante el año en su deseo de anunciar el Evangelio con sus vidas, en primer lugar, aquí. Ya en Bolivia, lo más importante es poder compartir la vida y la fe, de una forma muy sencilla, pero que encierra una gran profundidad si aprendemos a ver el deseo de Dios dentro de cada persona. Dentro de miles de quehaceres cotidianos, lo más importante es el encuentro con el otro, amar y dejarnos amar. Solo aquél que ha llegado a mirar lo profundo de su humanidad es capaz de acompañar a otros.

P.- ¿Puedes contarnos alguna anécdota que refleje cómo es la gente con la que encarnas a Dios en Bolivia? ¿Qué te han enseñado ellos a ti?

R.- Desde la primera semana que estuve allí, me sorprendía mucho que, sin conocerme de nada, algunos jóvenes descansaran en mí muchos sufrimientos. Muchas noches, llegaba al cuarto a la una o las dos de la madrugada, cuando todo el mundo estaba ya durmiendo, y era porque había estado en la calle, compartiendo con algún joven del pueblo. Son chicos muy sencillos y con mucha ilusión, pero a veces viven en realidades familiares muy complejas. La mayoría viven en sus casas problemas con el alcohol, las drogas, la violencia y el machismo. En realidad, su corazón desea lo mismo que el de cualquier persona: ser querido, escuchado, tenido en cuenta. Y, aunque yo no me explicaba por qué, encontraban en mí (y en otros misioneros) la confianza y la tranquilidad de descansar todo eso que vivían. En cuanto a lo que me han enseñado, creo que aún no he dejado de aprender de ellos, pero sí me quedo con un encuentro que para mí fue muy importante. A veces, en la misión uno puede correr el riesgo de distraerse, desanimarse o caer en el cansancio. Cuando yo me sentí así, Dios me puso delante a un chico del pueblo que no dejaba de preguntarme: “Y hoy, ¿dónde Le has visto?”. Veíamos juntos que, al igual que Dios se nos hacía el encontradizo con nosotros a través de los demás, también nos usaba como instrumentos para hacerse presente en otras vidas.

Compartir