Dar el primer paso en el Ariari

Acciones eclesiales de solidaridad en la zona veredal de Mesetas

El día de la mujer hubo bailes y misa en Buena Vista. Al inicio de la eucaristía, llevada a cabo en la escuela de la vereda, José Figueroa, obispo de Granada (Meta), leyó una oración para pedir a Dios colectivamente la gracia de procurar sin cesar “aquella justicia que es la única garantía de la paz sólida y verdadera”.

Además de civiles, entre la feligresía estaban miembros de las FARC que se declaran creyentes y católicos, parte del grupo de excombatientes reunidos en la zona veredal del municipio de Mesetas, a la cual llegó el prelado ese día, después de un largo viaje en carro.

“Yo pienso que nos está moviendo un mismo objetivo: trabajar por la paz”, les dijo Figueroa a los guerrilleros durante la homilía. “Si ustedes están dando este paso, si estamos aquí desarmados, es porque han llegado al convencimiento de que hay otras maneras, que son las que realmente quiere el Señor: promover la justicia con obras de progreso, con obras sociales… Si todos nos unimos en eso, vamos a lograr la paz que queremos”.

En quince años de ministerio en la región del Ariari, el obispo se había encontrado con miembros de las FARC en ocasiones anteriores. Algunas veces porque lo habían llamado; otras, porque había debido salir en defensa de personas secuestradas o amenazadas. En aquellas ocasiones había creído percibir actitudes de prepotencia y agresividad en los guerrilleros respaldadas en su uso de las armas. Esta vez le pareció sentir la simpleza y la amabilidad características del campesino raso desde el momento mismo del saludo, cuando, a eso de las 2 pm, lo primero que hicieron los guerrilleros al ver llegar a Figueroa y a sus acompañantes fue preguntarles si ya habían almorzado.

Durante la jornada, el prelado vio con admiración las presentaciones culturales en homenaje a las mujeres excombatientes y civiles. Joropos, cumbias y guabinas: bailes preparados por jóvenes farianos, con asesoría de maestros que hacen parte de las filas guerrilleras. Si bien a los miembros de las FARC con quienes conversó Figueroa no les falta decisión para dar el paso a la vida civil, no todo es fiesta en las zonas veredales, debido al incumplimiento del Gobierno respecto a lo acordado para adelantar el proceso.

La deuda social

Excombatientes presentando bailes en homenaje a la mujer

El día de la visita las condiciones en las cuales estaban asentados los excombatientes no correspondían con las que deberían tener según la agenda pactada. Cambuches de plástico, pensados por las FARC para hacer frente al clima en medio de la selva, pero inadecuados para hacer frente al sol en un predio sin árboles donde fueron ubicados; ausencia de baños; cocinas levantadas de manera artesanal, sin suficiente conexión eléctrica.

Henry Ramírez, misionero claretiano, quien también desarrolla su labor pastoral en la región del Ariari, tomó parte en la campaña “Venga esa mano por la paz”. En el marco de otras acciones humanitarias, la iniciativa le ha permitido reunir pañales, biberones, termos y otros elementos de necesidad, en beneficio de los bebés nacidos en los últimos tiempos dentro de la guerrilla. Las dificultades se suman, una encima de otra: los niños no pueden ser registrados, porque sus papás no lo están todavía; y ello es un obstáculo, además, para la atención en salud (urgencia a la cual la diócesis de Granada está intentando responder buscando la forma de programar brigadas). Al momento de la visita, el Gobierno no había cumplido con el proceso de homologación de saberes ni con incluir a los campesinos de la región como proveedores de comida. Tampoco había sido construido el lugar donde habrán de ser reunidas las armas, por parte de la ONU.

Las deudas en el proceso de paz se añaden a la deuda social del Estado en esta clase de territorios. Vías sin pavimentar; pésimas condiciones en términos de salud y cubrimiento escolar; desconexión telefónica; prácticas corruptas en los procesos de contratación, que agudizan, según Henry, el panorama de exclusión, con un agravante.

El 9 de marzo la Corporación Claretiana Norman Pérez Bello manifestó su indignación por el asesinato en Mesetas de José Antonio y Luz Ángela Anzola, miembros del Sindicato de Trabajadores Agrícolas del Meta. A través de un comunicado, la institución señaló que los campesinos de la región han manifestado en distintas oportunidades a las autoridades civiles y militares su preocupación por la presencia de civiles armados que se presentan como paramilitares o disidentes de la guerrilla. También criticó el proceder de la policía del Meta por informar inexactamente sobre el asesinato y tergiversar los hechos, presentando a los Anzola como ladrones asesinados durante un supuesto hurto en una finca.

La corporación le pidió al Gobierno establecer mecanismos para proteger a la gente y garantizar el cumplimiento de los acuerdos de paz; y a la comunidad nacional e internacional, continuar el proceso de veeduría y seguimiento a la implantación, seguir organizando misiones de observación a las regiones donde se han instalado zonas veredales, y continuar el proceso de difusión y denuncia sobre la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los líderes campesinos.

Yolanda Espitia, líder social de La Uribe

Con todo, Henry asegura que los excombatientes con quien tuvo contacto durante la visita están convencidos del paso dado hacia la vida civil. Encuentra fuerte una expresión que oyó entre ellos; pero la recuerda como manifestación de su convencimiento: “nosotros hemos puesto muertos en la guerra, ahora los vamos a poner en la paz”.

Disponerse a la reconciliación

En una región que ha vivido en carne propia la violencia, el escepticismo y la esperanza conviven. Escepticismo de quienes no encuentran fácil creer en la posibilidad de cambio y esperanza contra toda esperanza de quienes se han aferrado a la utopía, a pesar de la persecución.

“Apretados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, mas no aniquilados”. La lectura popular y campesina de la Biblia animada por los claretianos en el Ariari a partir de textos como este ha sido ocasión para descubrir nuevos caminos por construir. La diócesis de Granada echa mano de la liturgia y de la catequesis para ambientar en la conciencia de la gente la necesidad de la paz. “En una humanidad dividida por las enemistades y las discordias, sabemos que tú diriges los ánimos para que se dispongan a la reconciliación”, reza una de las plegarias eucarísticas a las cuales monseñor Figueroa recurre por estos días.

De regreso, después de su visita a Mesetas, el prelado mira el paisaje y advierte que hay una forma de reconciliación más, todavía por delante.  En lugares donde hasta hace poco se levantaba la selva, hoy hay desolación; tala y quema inmisericorde de árboles, después de la salida de las FARC.

Miguel Estupiñán

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