Editorial

Reconciliar en el presente vasco

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portada VN Ocho apellidos vascos por la reconciliación 3030 abril 2017 pequeña

EDITORIAL VIDA NUEVA | ETA escenificará su desarme para el 8 de abril. Son muchas las conjeturas que ha generado este anuncio después de cinco décadas en las que la barbarie terrorista ha marcado la agenda y sentenciado la felicidad de miles de personas en nuestro país. Eso sí, unos y otros coinciden en que falta un paso: la disolución de la banda.

La ausencia de tiros en la nuca o de coches bomba no lleva implícito un escenario de paz en el País Vasco. El alcance de la entrega de las armas será limitado si, en paralelo, en la calle, no se rebaja la hostilidad para dar paso a la reconciliación. Es la propia ciudadanía vasca la que parece haberse empeñado en estos últimos años en derrotar a la banda terrorista normalizando la convivencia en lo cotidiano, rechazando la violencia latente y distanciándose de la crispación que todavía se dibuja en atriles partidistas.

Vida Nueva ha sondeado a quienes han vivido de cerca la barbarie de ETA y hoy son testigos de esta recta final. Sueñan con un Euskadi en paz, pero no a cualquier precio ni plagada de una vereda de condicionales. Como imperativo resuenan en ellos palabras como justicia, verdad, memoria, dignidad y perdón. Porque no se puede avanzar si se arrastran cadenas de impunidad o venganza que cuestionen a las víctimas, como tampoco se puede avanzar sin que la justicia y la política se revistan de gestos humanizadores empapados de perdón.

Sabedora de que no siempre supo
dar una respuesta evangélica,
la Iglesia impulsa hoy con madurez
un plan de acción bañado en misericordia.

Pacificar no significa borrar o silenciar el pasado. Menos aún, ignorar el sufrimiento o escondiendo las vergüenzas bajo la alfombra. Pacificar conlleva abrazar las llagas provocadas por la historia –algunas todavía supuran–, para reconocerse en ellas y sanarlas. Este es el proceso restaurativo y cuaresmal que ayudará a la sociedad a reconciliarse consigo misma y empujará a la clase política a tener una verdadera altura de miras.

La Iglesia acompasa su ritmo para convivir junto –y como uno más– a todo el pueblo vasco. Los cristianos saben que tienen la llave para abrir entre sus vecinos la puerta de la reconciliación, aunque por el camino sufran algún zarpazo colateral.

Sabedora de que no siempre supo dar una respuesta evangélica, hoy impulsa con madurez un plan de acción bañado en misericordia, con iniciativas tales como los encuentros entre víctimas y victimarios, actos de arrepentimiento y reparación, funerales por las víctimas, foros de reflexión sobre la situación de los presos… Todo, con la transversalidad de promover la cultura del encuentro en todos los espacios donde está presente: parroquias, colegios, centros asistenciales y médicos…

Con el fin de ETA a la vuelta de la esquina, los católicos vascos han de ser los primeros en conjugar el verbo reconciliar en presente para posibilitar una paz en un futuro inmediato.

Publicado en el número 3.030 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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