Fernando Fueyo, el alma del Sporting

Fernando Fueyo, capellán del equipo de fútbol de Sporting de Gijón en una ofrenda a la Virgen de Covadonga con los jugadores

El capellán del club de fútbol de la ciudad de Gijón es una institución para jugadores y aficionados

Fernando Fueyo, capellán del equipo de fútbol de Sporting de Gijón

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | En la Liga de las estrellas, más allá del mar de flashes que cada semana copan Messi o Cristiano Ronaldo, la de uno de sus más históricos clubes jamás ha pisado un césped: Fernando Fueyo, capellán del Sporting de Gijón. Estas semanas se ha visto desbordado por una polémica que le ha cogido a contrapié (la decisión del nuevo técnico del club asturiano, Joan Francesc Ferrer, Rubi, de que no pueda entrar al vestuario antes de los partidos), pero el sacerdote, que jamás pierde el sentido del humor, regatea la situación desde el fair play y, sin echar balones fuera, recuerda sonriente que eso mismo le pasó a un tal Jorge Mario Bergoglio cuando era el capellán del San Lorenzo de Almagro y un nuevo entrenador, Alfio Coco Basile, le cerró el vestuario antes de un partido.

“No hay ningún problema y no se puede criticar –enfatiza–, pues el mismo Rubi me ha dicho que no tiene nada que ver con la religión. Cada entrenador tiene su estilo y él quiere estar solo con los jugadores en el vestuario para que todos estén concentrados. Todos los demás tenemos que salirnos; no solo yo, también los auxiliares, los médicos, el fisio y el delegado”.

Eso sí, como sostiene en una animada charla con Vida Nueva, “seré el capellán del Sporting hasta que me muera”. Y es que la suya es una vida de entrega sin mácula a la camiseta rojiblanca: “A punto cumplir los 80 años, puedo presumir de ser del Sporting desde nueve meses antes de nacer”.

Aunque hubo un tiempo en que, inmerso en una de las grandes experiencias de su vida, hubo de seguir las andanzas de su equipo a miles de kilómetros de distancia: “Entre 1970 y 1983 fui misionero en Burundi. Tras estudiar en Comillas, en Santander, era formador del seminario. Entonces, vino de visita un obispo de Burundi e invitó a que fuéramos a su país sacerdotes de la diócesis. Don Gabino [Diáz Merchán, pastor ovetense entre 1969 y 2002] acababa de llegar y nos animó a ello. Otro compañero y yo fuimos los primeros en ir, fundando la Misión Asturiana. En los años siguientes se nos sumaron varios curas más, y también Hijas de la Caridad. Pero en 1983 el Gobierno nos expulsó del país a todas las congregaciones. Fue doloroso, aunque pudimos trasladar la Misión a Benín, donde allí continúa hoy”.

A él, en cambio, esa convulsión le coincidió con su vuelta a la Diócesis de Oviedo. Tras unos meses en otro destino, llegó a la que es su parroquia desde hace 33 años: la de San Nicolás de Bari, en el barrio de El Coto. Si es el santo y seña del Sporting, no menos lo es de ese barrio gijonés.

“Cuando cumplí los 75 años –cuenta–, tuve que presentar al obispo, Jesús Sanz, la protocolaria renuncia. Pero él, según le llegó la carta, ni siquiera me contestó por escrito. Cogió el teléfono y me llamó. Con todo el cariño del mundo, me dijo que me quedaba en casa, donde todos me quieren. Así que estaré hasta que el cuerpo aguante…”.

Fernando Fueyo, capellán del equipo de fútbol de Sporting de Gijón en una ofrenda a la Virgen de Covadonga con los jugadores

Un “privilegiado”

En cuanto a su relación con el club, primero estuvo varios años como ayudante –“como segundo entrenador”, dice entre risas– del entonces capellán, ocupando él esta labor desde hace más de 20 años. Un tiempo en el que se ha convertido en un referente en el vestuario y fuera de él, siendo para muchos, “más que el cura, el abuelo del Sporting”.

Hasta el punto de que, cuando se supo que desde ahora no podrá entrar al vestuario antes de los partidos, hubo una reacción visceral de muchos aficionados al club que salieron en su defensa a través de las redes sociales. De hecho, al siguiente partido, cuando ocupó su localidad como socio en las gradas de El Molinón, las cientos de personas que le rodeaban le aplaudieron a su paso.

Son muchos años de recuerdos, por lo que se siente un privilegiado: “Desde siempre, cuando el equipo se ha concentrado en Mareo, he celebrado la misa con los jugadores que así lo querían. También, todos los años, antes de empezar cada temporada, subimos con el equipo al santuario de la Virgen de Covadonga y ponemos el curso a los pies de la Santina. El jugador más veterano y el más joven de la plantilla regalan como ofrenda un balón y una camiseta”.

“Siempre busco que ese día la Virgen lleve un manto rojiblanco. Aunque recuerdo una vez –añade con sorna, por la histórica rivalidad con el Oviedo– en que, al tenerlo azulón, le dije: ‘¿Qué te han hecho, Santina?”.

Pese a que por ahora no podrá volver a hacerlo, sus rezos del Padrenuestro con los jugadores antes de cada partido han sido un momento de unión para todos: “Siempre lo hemos hecho desde el respeto a la conciencia de todos. De hecho, en el club siempre ha habido de todo: ortodoxos, como Lediakhov; o musulmanes, como Rachid, cedido ahora al Tenerife”. Con este último tiene varias anécdotas: “Me preguntaba muchas veces por mi fe y le interesaba especialmente lo relativo a la Creación. También era muy divertido cuando, al terminar de rezar, con todos abrazados en una piña, a modo de grito de guerra, yo siempre decía: ¡ya! Entre el eco de las voces, Rachid siempre respondía con un ¡Alá!”.

Inolvidable Manolo Preciado

Historias entrañables que, con el paso de los años, han ido haciendo de Fueyo el referente eclesial para todos los que han pasado por el vestuario gijonés temporada a temporada: “A Pitu Abelardo y a David Villa les he casado y he bautizado a sus hijos, a Luis Enrique también le he bautizado a sus hijas… A decenas de jugadores y entrenadores les he acompañado en todo este tiempo, compartiendo momentos buenos y malos”.

Entre estos últimos, jamás olvidará la muerte de Manolo Preciado, entrenador del equipo hasta pocos meses antes de morir, en junio de 2012: “Éramos muy amigos, tenía un carácter muy campechano y siempre me llamaba cura. Era viudo y se casó por lo civil. Me dijo que, cuando viera el momento, yo le casaría por la Iglesia… Pero no le dio tiempo. Un infarto se lo llevó muy pronto. Me avisaron a las ocho de la mañana y me quedé impactado. Le enterramos en Santander, de donde era. Pero, por clamor popular, días después celebramos en el mismo césped del Molinón una multitudinaria y emotiva misa de despedida”.

Fueyo también ha sido un apoyo indispensable para la gran leyenda histórica del club, Enrique Castro, Quini: “Cuando le secuestraron, yo estaba en Burundi, y recuerdo que recé mucho por él. Luego coincidimos mucho en el club, siendo él el delegado de campo. He casado a dos de sus hijos y he bautizado a su nieta. Ha pasado muchos años de lucha contra el cáncer, en los que le he acompañado. Tenemos una broma recurrente: yo siempre digo que no se puede jurar, salvo una excepción, cuando digo ‘te lo juro por Quini’. Entonces él me responde ‘te lo juro por Fueyo’”. De hecho, “entre las muchas peñas sportinguistas” de las que es capellán, una es la Peña Quini. Y él también es fundador de otra: la Peña La Gaita.

No hay duda: dentro o fuera del vestuario, el capellán del Sporting de Gijón lo será para siempre. No tiene derecho de rescisión…

Fernando Fueyo, capellán del equipo de fútbol de Sporting de Gijón en una ofrenda a la Virgen de Covadonga con los jugadores

En busca del “tercer milagro”

Fernando Fueyo advierte que, cuando reza en el vestuario, nunca pide ganar, “pues Dios lo es para los dos equipos”. Pero sí pide para que no haya lesiones y todos sean un equipo. Y es que de Burundi se trajo este refrán (que recita en la lengua local): “Dios no da nada al que está sentado”.

Por eso, desde esa cultura del esfuerzo y el compañerismo, se atreve a pedirle a esta temporada “un tercer milagro. Uno fue subir a Primera hace dos años con un equipo de guajes de la tierra. El segundo, fue mantenernos el año pasado. El tercero es repetir ahora… Vamos abajo en la tabla, pero creo en los chicos y en que vamos hacia arriba”.

Publicado en el número 3.030 de Vida Nueva. Ver sumario

 


LEA TAMBIÉN:

Compartir