Dário Bossi: “La defensa de la naturaleza es una condición existencial”

Dário Bossi, provincial de los Misioneros Combonianos en Brasil

Provincial de los Misioneros Combonianos en Brasil

Dário Bossi, provincial de los Misioneros Combonianos en Brasil

Entrevista a Dário Bossi [extracto]

JOSÉ LUIS CELADA | Dejó Samarate, una pequeña ciudad italiana en la frontera con Suiza, para luchar por la causa socioambiental en Brasil, lo que le ayudó a “pensar y vivir la misión” de otra manera. En Maranhão, Dário Bossi se sumó a la defensa de las comunidades afectadas por la extracción mineral. Hoy, Dário Bossi, provincial de los Misioneros Combonianos en el país, lidera la oposición a un modelo productivo que atenta contra la Madre Tierra y sus moradores, al tiempo que aboga por articularse en redes para luchar juntos por un planeta más humano y justo.

PREGUNTA.- ¿Su compromiso con la causa socioambiental nació al conocer la realidad brasileña o ya en Italia sentía esa necesidad de hacer algo por el planeta?

RESPUESTA.- Brasil contribuyó a desarrollar mi modo de pensar y vivir la misión. Aprendí a ser misionero en las periferias de São Paulo, donde trabajé en las comunidades eclesiales de base y en la defensa de los derechos de niños y adolescentes de los barrios marginales. Solo cuando llegué a las puertas de la Amazonía, en Maranhão, me di cuenta de la profunda y silenciosa violencia ambiental que continúa castigando a aquellas tierras. Junto a las gentes de allá aprendí a luchar por los derechos de la naturaleza.

P.- ¿No se ve como David enfrentándose al Goliat de las grandes multinacionales mineras?

R.- ¡Lo sentimos todos los días! Pero la lucha no es como una etapa de la vida, que se abre con la búsqueda de una conquista concreta y se cierra cuando la hemos alcanzado. Más bien es una condición existencial, una inquietud que no debería apagarse en la vida, una alianza permanente con quienes no tienen una vida plena y la respuesta profunda a un sistema, no solo a sus pequeñas consecuencias. Sabemos que no vamos a lograr todo por lo que clamamos. Pero clamar juntos por ello es lo que nos hace crecer, nos da dignidad, despierta en nosotros el sueño y la creatividad para alcanzar un mundo más justo y hermoso. Me gusta imaginar que ese era también el corazón inquieto de Jesús.

P.- Su proyecto Justiça nos Trilhos ofrece asesoría jurídica y campañas de educación para las poblaciones afectadas.

R.- Es un proyecto de muchas comunidades, que todos los años revisan y rehacen con nosotros las metodologías para avanzar en sus reivindicaciones. Tenemos también una acción permanente de comunicación para la transformación, un esfuerzo de articulación en redes a nivel nacional e internacional para reforzar la denuncia y la incidencia, así como la búsqueda de modelos de vida y producción que favorezcan la autodeterminación de esas comunidades. El modelo económico y político extractivista al que nos oponemos, neocolonial y alimentado por el capital financiero, es mucho más poderoso que la red de comunidades. Pero sentimos que esa articulación ofrece motivaciones y ánimo para resistir y, a veces, logra defender territorios y consolidar experiencias alternativas a lo que nos quieren imponer desde arriba y desde afuera.

P.- ¿Estamos a tiempo de entregar a las nuevas generaciones la casa común que se merecen?

R.- Es nuestra mayor responsabilidad. Es la misma pregunta que se hace cada día el propio Dios. Él confía en nosotros, nos inspira y da la fuerza necesaria para no desanimarnos, pero no puede hacer lo que nos compete. Es nuestra urgencia, nuestra principal misión. Es la demanda que debemos hacer a la política y a la economía, para repensarla y volverla humana y justa.

P.- ¿Necesitamos aprender a vivir de una manera más justa para todos?

R.- Sí. Inmersos en la seducción del consumo, necesitamos testimoniar un estilo de vida coherente y sencillo, inspirados por la pobreza de san Francisco y del Evangelio. Pero eso no basta, porque a veces se vuelve una tarea individual sobre la que insisten para que nos olvidemos de nuestra tarea colectiva, que es la transformación urgente de la política, de la economía, de las formas de producción y consumo de energía…

P.- ¿Teme que Donald Trump ponga en peligro la aplicación del acuerdo contra el cambio climático de París?

R.- Las noticias son muy preocupantes, como el nombramiento como secretario de Estado del que fuera presidente de la petrolera ExxonMobil. En cualquier caso, lo acordado en París necesita ser ratificado por todos los estados y, aún más, urge un compromiso en la práctica. Y eso solo se produce si hay una constante presión popular. Por eso es tan importante que haya un movimiento popular global contra el calentamiento del planeta. La Alianza Católica para el Clima es un ejemplo muy interesante. Del mismo modo, es admirable el esfuerzo de Francisco por reunir a los movimientos sociales y dialogar con ellos, con esa fuerza de la mística que anima la resistencia popular. Como les dice, los cambios globales no vendrán desde arriba o afuera; las cosas solo se mueven si se mueven “los de abajo”.

P.- ¿Hasta qué punto Laudato si’ y su llamamiento a una “conversión ecológica” les ayudan en su tarea de defensa del medio ambiente?

R.- Cuando se publicó la encíclica [18 de junio de 2015], todos nosotros la leímos en pocos días, una, dos, tres veces, apreciando palabra por palabra y sintiendo cuánto habla ese texto de la vida, la lucha y los sueños de nuestras comunidades. Fue escritA a partir de “los de abajo”, porque demuestra conocer los dramas de las personas, sobre todo de los pobres, y escuchar el punto de vista de ellos y de las Iglesias que caminan con ellos. Con esa encíclica nos sentimos confirmados, animados y provocados a primerear en la defensa de la Madre Tierra. ¡Vengan a caminar con nosotros!

El Evangelio inspira el trabajo en red

El P. Bossi defiende que “la articulación en red es una herramienta esencial para los movimientos sociales y para la propia Iglesia”, pues permite interactuar a distintos niveles, “complementando conocimientos y competencias”. Una participación que, a su juicio, supera las fronteras de la Iglesia, porque “puede inspirar con la fuerza del Evangelio el compromiso de muchas personas, incluso no creyentes”. Ahí está, por ejemplo, la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), pero también Iglesias y Minería, “una red ecuménica de asesoría a comunidades cristianas amenazadas por conflictos con las compañías mineras en América Latina”, o una red eclesial meso-americana que está naciendo. “Nosotros, que formamos parte de las dos primeras, estamos ayudando a la formación de la tercera”, dice satisfecho.

Publicado en el número 3.030 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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