Signos que oxigenan: la sana relación entre ortografía y Evangelio

Indicaciones sobre cómo adecuar nuestra vida al discurso de Jesús

portada Pliego La relación entre ortografía y Evangelio 3029 marzo 2017

FERNANDO CORDERO MORALES, SS.CC., pastoralista en el Col·legi Padre Damián SS.CC. (Barcelona) | El diálogo con la cultura y la sociedad actual es urgente. Recientemente, un profesor de Secundaria de mi colegio, Xavier Oller, me comentaba: “La Sagrada Familia de Gaudí es una maravilla, pero si alguien no te explica el significado religioso que contienen las fachadas y el conjunto, no le sacas todo el partido”. Es cierto. Esto mismo podríamos aplicarlo a otros campos en que el binomio fe-cultura es tan esencial: la música, la literatura, el cine, la geografía, las tradiciones, las ciencias o la lengua, por nombrar algunas disciplinas. En este intento se inspiran las páginas siguientes, en lo fecunda que puede ser la relación, por ejemplo, entre los signos ortográficos y la propuesta evangélica.

Estas ganas de relacionar se activaron al finalizar un día, de tantos de los que se compone la trajinada vida de cualquier docente, cuando fui a darle un repaso al periódico. Me llamó la atención una columna titulada “Signos ortográficos”, del pintor Joan Pere Viladecans. Un pintor que escribe de ortografía. Resonaba, en medio del cansancio vespertino, una sugerente invitación a respirar, tomar aire y aplicar dichos signos a la vida cotidiana, con algunos aspectos que iremos comentando o saboreando.

Dice Viladecans que “los signos ortográficos tienen mucho que ver con la existencia, veamos: hay quien pone un punto en la curva de su vida, un punto y aparte, un punto y seguido; el punto final… ya no depende de uno. Y todos vivimos prisioneros de un paréntesis. Sobre todo, las comas son un matiz donde, dicen, está la sabiduría. Aunque a veces tenga mala leche, el interrogante cae simpático, más que el admirativo, que parece arrogante, quizás altivo. ¿Se inventaron los suspensivos para ganar tiempo, para anunciar o alargar? Los paréntesis dotan de autoridad y de documentación a quien los usa. Y las comillas, de precaución. Los dos puntos aseveran…” (La Vanguardia, 15 de abril de 2016).

Relacionemos estos signos con las diferentes señales o necesarias indicaciones para vivir una vida cristiana desde la ortografía evangélica inserta en el discurso de Jesús. ¡Qué importante que el decir de la comunidad eclesial se convierta en un texto bien leído, vivido y pausado! ¡Qué necesario que cada uno de nosotros interioricemos trascendentemente el discurso de nuestra vida, poniendo puntos, comas y pausas en el encuentro con el Señor!

1. Puntos y zonas verdes

Comenzaremos, por ello, con los puntos ortográficos que representan la necesidad de saber parar en la vida, de frecuentar los espacios o zonas verdes. Es necesario que nuestras parroquias, capillas, monasterios, santuarios y comunidades sean realmente, como quería Jesús, casas de oración, de encuentro con Dios y de cultivo de la interioridad, al estilo de la Virgen María. Si se truecan en lugares de simple relación social o “cueva de bandidos” (Mc 11, 17), la casa de Dios será atrozmente profanada.

Igual que necesitamos espacios verdes para contemplar la naturaleza, respirar aire puro y esparcirnos, del mismo modo aspiramos a que nuestras iglesias sean cada vez más zonas verdes para atisbar el susurro de Dios en medio de la historia, elevar juntos como hermanos nuestras plegarias y dar gracias al Dueño de la Vida por el don de la existencia. Y todo ello envuelto en el ambiente de la fraternidad, el silencio y el canto, nunca en el ajetreo que proporcionan los grandes almacenes o el ritmo imparable de la cultura digital.

Me gustaría observar dos puntos relevantes que aparecen en la Biblia: en el Génesis y en el evangelio de Lucas. En el relato creador de los dos capítulos iniciales del primer libro del Antiguo Testamento, Dios pone un punto al culminar el séptimo día. Podríamos decir que es un punto y aparte. Un punto para releer la acción creadora, para recapitular, para admirar la grandeza de una obra surgida del decir divino, para subrayar la necesidad del descanso, de la pausa, de la invitación a la contemplación: “Para el día séptimo había concluido Dios toda su tarea; y descansó el día séptimo de toda su tarea. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque ese día descansó Dios de toda su tarea de crear” (Gn 2, 2-3).

La manera de actuar de Dios nos muestra a nosotros posibles formas de gestionar nuestro tiempo, nuestra semana, dando espacios a relecturas, análisis, reflexión y oración. Ese punto del Dios creador supone nuestro punto de partida, donde habremos de volver para seguir transitando por la ortografía vital. Releer la vida de una manera creyente es una sana práctica que puede entroncar con el “proyecto de sentido”, como gusta llamarlo a Juan Antonio Estrada, de lo que es la existencia diaria con el fin último de la misma. Como ocurre cuando escribimos un texto que, al releerlo, descubrimos matices que faltan o ausencias que hemos de cubrir hasta que queda completo, así sucede también con esa mirada hacia la propia vida en clave de revisión.

Otro punto a modo de parada lo hallamos en casa de Marta y María (cfr. Lc 10, 38-42). La amistad es un don precioso para Jesús. Las personas experimentamos la necesidad de un ambiente donde expresarnos con libertad, confianza, con naturalidad y sentirnos queridos. En casa de Marta y María se le ofrece a Jesús la oportunidad del diálogo hondo, del descanso y de la mesa compartida.

Marta y María son dos figuras complementarias para la vida cristiana. Necesitamos ser activos, entregados, serviciales, como Marta y, al mismo tiempo, cuidar espacios para la oración, el diálogo, la intimidad con el Señor. María a los pies de Jesús nos transmite paz. Necesitamos escuchar al Señor, pararnos, para recibir ese don y saciar nuestra hambre con sus palabras. ¡Qué gracia poder contar con hermanos y hermanas para dialogar, sin mirar el reloj, sobre la oración, el compromiso, nuestra vida! Ojalá cultivemos estos puntos, transformados en espacios como aquella casa de Betania, símbolo de acogida y de oración.

2. Tras la pausa del punto: en mayúscula

3. Puntos y aparte: las etapas de la vida

4. Punto final: cambio de cromatismo

5. Teresa de Jesús y la coma

6. Los dos puntos y la narración

7. Entre la admiración y las encrucijadas

8. Las comillas, “espejo de María”

9. La tentación de poner entre paréntesis

10. El diálogo de los guiones

11. Nuestra Señora de los Puntos Suspensivos

 

Publicado en el número 3.029 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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