‘Locas de alegría’

Locas de alegría, fotograma de la película

Locas de alegría, fotograma de la película

J. L. CELADA | Espiga de Oro a la mejor película en la última Seminci vallisoletana, Locas de alegría es un claro ejemplo de ese cine luminoso y vitalista que se eleva sobre las pesadas cargas de sus personajes, hasta dibujar en el rostro del espectador un sonrisa perdurable.

Secretos de la buena comedia dramática, que Paolo Virzì explota con habilidad y con la impagable colaboración de Valeria Bruni Tedeschi. Su sola presencia en pantalla y su irrefrenable verborrea, que acaban eclipsando a cuantos tienen ante sí el desafío de dar la réplica a esta actriz de raza, constituyen también la principal garantía de una cinta alegre y dolorosa, tierna y compasiva como los seres que la habitan.

El realizador italiano establece el centro de operaciones de su historia en Villa Biondi, una finca nobiliaria de la Toscana convertida en psiquiátrico femenino, donde médicos, enfermeras, religiosas y trabajadores sociales atienden a un grupo de mujeres zarandeadas por la vida. Entre ellas, nuestra protagonista, una condesa destronada más pendiente de reprochar la poca elegancia o educación de sus compañeras que de socializar y tolerar sus diferencias.

Aprendizaje que pondrá a prueba con el ingreso en el centro de una joven tatuada y depresiva (Micaela Ramazzotti y su mirada ausente sugiriendo los monstruos interiores que atormentan a esta madre en apuros). Porque la bonita amistad que se irá forjando entre ambas conduce la narración por sendas insospechadas, que van del opresivo universo del manicomio a su disparatada aventura lejos de normas y controles.

Un periplo que emparenta el nuevo trabajo de Virzì con aquella escapada de Alguien voló sobre el nido del cuco (1975), a caballo entre la rebelión y la derrota, pero también con los sueños de libertad de Thelma y Louise (1991).

Como tantas producciones que invaden el laberinto de la mente humana, las verdades que destapan estas Locas de alegría nos hablan de miedo, desesperación, soledad, pérdida…, fantasmas cotidianos y volcanes en erupción. Un cuadro clínico de fácil diagnóstico, si atendemos al desequilibrio emocional de su entorno más cercano, aunque de tratamiento incierto. Por fortuna, Virzì ha encontrado la receta para devolver la ilusión a sus pacientes y, de paso, regalarnos esta saludable sesión de terapia: aplicar lúcidas descargas de cordura a base de diálogos frescos y ocurrentes, reanimados aquí y allá por chispazos de buen humor.

En busca de esa felicidad esquiva, la pareja imposible que nos guía no solo va dejando tras de sí un rosario de situaciones para disfrutar (o sufrir), sino la sensación final de que estamos ante una película positiva y esperanzada; de que, cada vez que Bruni Tedeschi abra la boca, estas criaturas volverán a despojarse de la pátina de tristeza y desconsuelo que recubre sus frágiles corazones. Y es que siempre, incluso en la prisión de la locura, al invierno le sucede la primavera.

FICHA TÉCNICA

Título original: La pazza giogia

Dirección: Paolo Virzì.

Guión: Francesca Archibugi y Paolo Virzì.

Fotografía: Vladan Radovic.

Música: Carlo Virzì.

Producción: Marco Belardi.

Intérpretes: Valeria Bruni Tedeschi, Micaela Ramazzotti, Tommaso Ragno, Bob Messini, Sergio Albelli, Anna Galiena, Marisa Borini, Marco Messeri, Bobo Rondelli.

Publicado en el número 3.029 de Vida Nueva. Ver sumario

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