Marie Collins: “Mi renuncia subraya que hay resistencias en la lucha contra los abusos”

Marie Collins, víctima de abusos y exmiembro de la Comisión Pontificia para la protección de los menores

Víctima de abusos y dimisionaria de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores

Marie Collins, víctima de abusos y exmiembro de la Comisión Pontificia para la protección de los menores

Entrevista con Marie Collins [extracto]

MARÍA JOSÉ GARCÍA MARCOS | “Cuando me propusieron entrar en la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, lo hice porque pensé que podía ser algo muy positivo, pero también dije que, si no se llevaban a cabo cambios, lo dejaría. Esto es lo que ha pasado. En 2017 todavía hay quienes no quieren hacer lo que se debe. Sigo mi conciencia y seguiré luchando contra los abusos”. Así de contundente ofrece Marie Collins a Vida Nueva las razones de su dimisión, dejando a la Comisión sin ninguna víctima de abusos, tras el abandono, el año pasado, de Peter Saunders, que también criticó la falta de avances.

“He participado en la Comisión –explica– desde su creación por Francisco en 2014 porque consideraba que era importante. Espero y deseo que siga, pero quizá se deben hacer algunos cambios. Es necesaria una cooperación total entre el Vaticano y la Comisión. Mi renuncia simplemente subraya el hecho de que hay resistencias, y espero que esto cambie, porque hay que proteger a los niños”.

No ha sido fácil, pero está segura de lo hecho: “Decidí dimitir hace aproximadamente un mes. Vi que había llegado mi momento para dejarlo, tras la decisión de uno de los dicasterios de no colaborar como estaba previsto. Hemos trabajado con algunas dificultades a lo largo del tiempo, pero esta fue la señal final de que tenía que dejarlo”. Aunque no especifica de qué dicasterio se trata, se refiere al de Doctrina de la Fe.

Respetando, con delicadeza extrema, la confidencialidad de la Pontificia Comisión y de sus miembros, Collins explicaba en su carta de dimisión “la falta de recursos, las estructuras inadecuadas para contratar personal, la lentitud en los avances y las resistencias culturales”. Pero, sobre todo, subrayaba que “el problema más significativo es la resistencia de algunos miembros de la Curia a implementar las recomendaciones de la Comisión, a pesar de estar aprobadas por el Papa”.

“Creo que esto se debe más a una serie de políticas internas que a una actitud de resistencia a observadores externos. Pero esa actitud no es la que los católicos del mundo esperan de ellos. No quieren políticos, sino pastores”, insiste. Y precisa al respecto: “El Papa me nombró para estar en la Comisión y hacer recomendaciones. Hemos intentado impulsar acciones para que se pongan en práctica y hay miembros de la Curia que estaban deseando trabajar con nosotros, implementar acciones y llevarlas acabo. Pero otros no. Y esto no debería estar pasando”.

La gota que ha colmado el vaso

La gota que colmó el vaso fue el rechazo del citado dicasterio a poner en práctica “una sencilla recomendación de la Comisión”. Francisco había pedido que se contestaran todas las cartas de las víctimas de abusos que llegaran al Vaticano. Pero este dicasterio se negó a hacerlo. Y ella, como superviviente de un abuso por parte de un sacerdote cuando se recuperaba de una enfermedad en un hospital de Irlanda, no pudo aceptar esta actitud. “Es un paso muy importante para la curación de las víctimas, y no contestarles significaría que esa persona nunca sabrá si la carta se recibió o no. Y puede sentirse despreciada o ignorada porque nadie, nunca, le dijo nada al respecto”, se duele.

No quiere hacer leña del árbol caído, pero Collins sí pone otros ejemplos de poca cooperación en el Vaticano. Como es el caso del tribunal para juzgar a obispos o superiores religiosos negligentes que el Papa aceptó crear en 2015, y para el que aprobó un reglamento para su puesta en práctica. Sin embargo, ahí quedó todo, porque esta decisión –que constituía un gran paso adelante– encontró “dificultades legales sin especificar”, por lo que nunca llegó a instituirse de manera oficial.

Otra de las propuestas de la Comisión eran las llamadas Guías para la Salvaguardia de los Menores, que se debían enviar a todas las conferencias episcopales del mundo como base para la elaboración de documentos propios adaptados a la situación local para la prevención de abusos. Según precisa, esta guía no se ha difundido y el dicasterio que debería revisar las políticas de las distintas conferencias episcopales al respecto de este tema se niega a colaborar. Por eso pide “una cooperación total” en la puesta en práctica de las medidas de protección.

“Todo lo que el Papa apruebe debe ser implementado inmediatamente a través de los cauces convenientes. Porque no tiene sentido que el Papa acepte algo y, después, no se ponga en práctica o se tarde mucho tiempo en iniciarlo. Esta es la cooperación inmediata que hace falta”, aclara, para, acto seguido, subrayar: “Es un trabajo para proteger a niños y adultos vulnerables. Nadie puede poner dificultades a esto”.

A pesar de su renuncia, Collins apunta que la creación de la Comisión ha sido “tremendamente positiva” y que “sí se están logrando cosas y cambiando algunos puntos necesarios. El hecho de que los seminaristas deban tener una formación específica sobre la protección de niños es un gran logro que hemos conseguido”.

Seguirá colaborará, tras pedírselo O’Malley

Cuando se constituyó la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, en diciembre de 2014, se incluyó a la irlandesa Marie Collins y al londinense Peter Saunders para dar voz a las víctimas de abusos sexuales dentro de la Iglesia. Sin embargo, hace poco más de un año, Saunders dejó el grupo después de algunas discrepancias con el modo de afrontar el trabajo. Su posición era intervencionista, pues pedía la investigación en los casos particulares, y había puesto en duda el compromiso de Francisco en la lucha contra esta lacra.

Pero los trabajos de la Comisión se orientaron desde un principio a la creación de normas y protocolos genéricos, pero detallados, que después se pondrían en práctica en las diócesis, parroquias e institutos religiosos para la protección de los menores. “Era una diferencia en la visión de la misión, del trabajo que debe llevar a cabo la Comisión”, reconoce Collins.

La voz de las víctimas es fundamental para la protección de los menores, y el cardenal Seán Patrick O’Malley, presidente de la Comisión, lo sabe. Por eso le ha pedido a Collins que permanezca colaborando de manera externa, en tareas educativas, a pesar de su renuncia.

“Me agrada que el cardenal me haya pedido que siga en la sección de formación. Continuaré hablando de los abusos y de cómo afrontar los casos y la acción con los culpables como parte de la formación de los obispos y otras personas. Aunque será de manera independiente y externa, seguiré trabajando todo lo que pueda por la protección de los menores,”, reconoce a Vida Nueva. Y concluye la conversación mostrando su deseo de que “la Comisión tenga éxito y que se solucionen los problemas para proporcionar un ambiente seguro para los niños”.

Publicado en el número 3.027 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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