Adelanto editorial del libro ‘Alberto Iniesta, la caricia de Dios en las periferias’

Una veintena de autores recuerdan al obispo, teólogo, creyente y ciudadano

portada Pliego Adelanto editorial libro sobre Alberto Iniesta 3027

VIDA NUEVA | Poco más de un año después de su muerte (3 de enero de 2016), la Memoria y legado de Alberto Iniesta para la Iglesia de hoy reunirá el 25 de marzo a las comunidades cristianas de Vallecas. Coincidiendo con este acto, a partir del día 27, ve la luz el volumen homenaje Alberto Iniesta, la caricia de Dios en las periferias (Herder), editado por Emilia Robles. El libro –que incluye poemas del que fuera obispo auxiliar de Madrid entre 1972 y 1998 y algunos de sus escritos en Vida Nueva– cuenta con la colaboración de una veintena de amigos que recuerdan la figura del pastor, del teólogo, del creyente, del ciudadano… Ofrecemos el adelanto editorial de seis de esos testimonios, retazos de una vida entregada al servicio del Evangelio.

Alberto Iniesta, obispo “imprudente”

Por Enrique de la Fuente, secretario de la Vicaría IV con Alberto

Recuerdo que Alberto, en una ocasión en que estaba viviendo momentos de marejadilla eclesial y su persona estaba en la cresta de la ola, me hizo esta confidencia: “Querrás creer, Enrique, que en Albacete era yo el prototipo de la prudencia”. Claro, ahora era el momento en que para algunos era el prototipo de la imprudencia. Pues bien, yo quiero dar gracias a Dios por algunas de sus “imprudencias”. Como muestra os recordaré tres.

A finales de 1972 o principios del 73, habían muerto en un derrumbamiento de las obras del metro de Madrid varios obreros vallecanos. Tres sacerdotes de la vicaría se habían querellado por posibles fallos en la obra. Les exigían 500.000 pesetas de fianza y no las tenían. Alberto se ofreció, “imprudentemente”, como obispo, como garante de los tres sacerdotes para no tener que abonar la fianza. No lo aceptaron. Él recordaba con humor: “Lo que hay que ver. ¡Cuántas veces me decía mi madre: ‘Tú, hijo, vales millones’. Y, ya veis, no valgo ni medio millón”. Esta “imprudencia” le granjeó la confianza de los sacerdotes que, en un principio, no le aceptaban por no haber participado en su elección como vicario.

Le habían visitado los abogados defensores de algunos de los condenados a muerte y ejecutados el año 75. Habían sido expulsados del juicio y sustituidos por abogados de oficio. En un cuarto de hora habían sido condenados a muerte. “Soy el último mono del episcopado”, decía, “pero en esta situación la Iglesia no puede guardar silencio”. Escribió la homilía a taquigrafía. Llamamos a Luis Javier Benavides, uno de los abogados asesinados después en la “matanza de Atocha”, para que nos diera su parecer de abogado.

“Estoy de acuerdo con todo lo que dices en la homilía, nos dijo, pero es delictiva desde el principio hasta el final”. Él la leyó y la enviamos a las parroquias. Quince sacerdotes fueron a la cárcel de Carabanchel. Tuvo la “imprudencia” de preguntarse “qué me exige el Evangelio” en lugar de prever las consecuencias.

Otra vez lo invitaron a participar en una revista: “Va a ser una nueva revista, seria, con temas de actualidad, para una sociedad abierta y democrática. Te pedimos tu colaboración para que escribas lo que creas conveniente”. Alberto siempre pensaba: “Es un buen púlpito para anunciar el Evangelio hoy, como Pablo, oportuna e inoportunamente”, y aceptaba. Luego, la revista era otra cosa, había concesiones “a la galería”, como Interviú; ¡ya está el “imprudente” de Iniesta en el candelero otra vez!

“También a Jesús de Nazaret le acusaban de no tener buenas compañías”, comentaba con una cierta ironía. Si escribiera en el Boletín Oficial, no lo leería nadie. Aquí me leen medio millón de lectores. Los dosieres de “imprudente” llegaban hasta Roma; mientras, él recibía cartas de lectores profundamente agradecidos.

Se suele decir, amigo Alberto, que ¡las imprudencias se pagan! Cuando esas “imprudencias” tienen aroma evangélico, como las tuyas, el pago suele ser paradójico: ostracismo, silencio e incomprensión, por parte de los hombres, tus últimos 30 años; y pago, en “bonos del Tesoro, en valores del Reino” por parte de Dios.

Alberto, ¡que Dios te lo pague! Pero qué digo yo: Dios ya te lo ha pagado. Hoy y siempre, te recordaremos con mucho cariño hasta que nos volvamos a encontrar.

Otros testimonios en este Pliego

◼ ‘Alberto Iniesta, el Evangelio sin glosa’. Por Dolores Aleixandre, RSCJ, teóloga y biblista

◼ ‘Alberto, creyente a carta cabal’. Por José Luis Segovia, Josito, cura en Vallecas, delegado episcopal de Acción Social e Innovación de la Diócesis de Madrid

◼ ‘Un obispo tan rojo como el corazón de Jesús’. Por Adela Gotor, misionera seglar del IMS

◼ ‘Alberto Iniesta, servidor y padre’. Por Rufino García Antón, cura en Vallecas, delegado episcopal de Migraciones de la Diócesis de Madrid

◼ ‘Un obispo creyente’. Por Santiago Sánchez Torrado, laico

Otros autores del libro

Luis Aranguren Gonzalo, Nicolás Castellanos, Antonio Ávila, Sixto Rodríguez Leal, Martín Valmaseda, Inés Moral, M.ª del Carmen Varona Oviedo, Sofía Diez Diez, Fernando Bermúdez, Juan Ramón Sáenz, María Yela, Julio Pérez Pinillos, María José Llorente, José Lorenzo y Emilia Robles, así como poemas y escritos del propio Alberto Iniesta.

Publicado en el número 3.027 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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