URUGUAY – En Primera Persona – El milagro de Cacho

Por JOSÉ TEJERO, SDB

Compartí dos años con el padre Cacho Alonso. Fue una inmensa gracia de Dios recibir diariamente la irradiación de su presencia cercana, humilde, bondadosa, alentadora, que sabía descubrir y valorizar las riquezas de cada uno, aunque parecieran inexistentes o estuvieranmuy escondidas.

Cacho no hablaba mucho. En nada parecía el estereotipo de maestro siempre enseñando ni del líder capaz de enardecer las multitudes con su discurso.

A poco de llegar yo al barrio, caminábamos de nochecita hacia una reunión del Movimiento Pro Vida Decorosa (MOVIDE). Lloviznaba. Nos cruzaban vecinos de todas las edades que llegaban mojados, cansados, con los carros cargados. Pasando entre los ranchitosoímos gritos y lloros. Cacho se detuvo. “Ves, José, el barrio es como un hospital. Casi siempre vivís como en emergencia. Te sentís como enfermero sosteniendo el suero mientras llevan al enfermo a la sala de operaciones”.

No era sólo vendar heridas. Asombra la lista de obras. Merenderos y ollas populares autogestionados por las comisiones que ayudaba a organizar. Construcción, de manos de los propios vecinos,de centros comunales y viviendas de los barrios San Vicente, Santa María y La Palmera. Cooperativa de clasificadores y recicladores. Guarderías y apoyo escolar. Alfabetización de adultos. Fundación y organización del baby fútbol. Policlínica. Veterinaria, donde el caballo es imprescindible herramienta de trabajo. La Casita, hogar donde Cacho recogía los muchachos que quedaban en la calle y en donde compartían con él las 24 horas; allí creó para ellos talleres productivos de herrería, cestería, bloques.
Fue inspirador y animador de MOVIDE, que agrupaba comisiones de varios barrios marginales que espontáneamente lo reconocían como referente. Con ellos realizó en 1988 la memorable marcha de los carritos que, luego de recorrer las principales arterias de la ciudad, rodeó el Palacio Legislativo sacudiendo la conciencia de autoridades y pueblo.

También añado la actividad pastoral de una cuasi parroquia: celebraciones, sacramentos y su preparación, acompañamiento de la catequesis, de la pastoral juvenil, de dos comunidades educativas, visitas a los enfermos… la lista podría seguir.

Inevitable, surge la pregunta: ¿cuál es el secreto para que un cura humilde, algo tímido, sin recursos económicos, en una de las zonas más carenciadas de Montevideo, en plena dictadura, pudiera suscitar ese dinamismo asombroso de vida, realizaciones, solidaridad? Como respuesta solo se puede balbucear “¡milagro!”. Sí; milagro de la gracia, de una disponibilidad creyente y orante a abrirse, a recibir un amor grande, infinito, desde el mismo corazón de Dios y derramarlo a manos llenas con una sonrisa bondadosa, capaz de crear enseguida un clima de confianza, de alegría serena y contagiosa que atraía y generaba dinamismo en cuantos lo rodeábamos.

No era fácil ni idílico. La comisión que gestionaba el merendero y la venta económica del barrio Lavalleja entró en discordia. Faltó dinero. Desconfianzas, acusaciones y ¡zas! un germen de vida comunitaria se desarmó de la peor manera, quedando los vecinos más que enemistados. El comentario de Cacho: “No te desanimes. Trabajando aquí, muchas veces vas a sentir que estás caminando como sobre arenas movedizas… pero no te hundís… siempre se sale…”. Nosotros bien sabíamos cuál era la roca donde apoyaba firmemente su esperanza confiada.

En 2002 se trasladaron los restos de Cacho desde el Cementerio del Norte hasta la parroquia Sagrados Corazones. Como en el entierro, una muchedumbre se congregó para expresar su sentido homenaje.

Allí estaban sus muchachos de La Casita ya hombres y padres de familia. Llegando a la parroquia se me acerca Sergio, uno de ellos, profundamente conmovido, con los ojos brillosos y me dice: “José, es lo más grande que me ha pasado en la vida”. Lo habían designado para ser uno de los cuatro vecinos que habían recibido la urna con los restos de Cacho para depositarla en el carruaje que la llevaría hasta la Parroquia. ¡Tan hondamente quedó grabada en él y en tantos que tuvimos la gracia de compartir su vida, una vida tan rica, tan llena de amor, tan llena de Dios!

 

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