José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Me topo en La 2 con el carnaval de Las Palmas


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MIÉRCOLES 22. Suelo sospechar de quienes echan mano cada dos por tres de la expresión “no se me caen los anillos”. Quizá porque su problema pueda ser la manicura. A Rosa no se la he escuchado nunca. Y, sin embargo, la encarna. Debe de resultar complicado para el ego de un artista que se sabe profesional y con el reconocimiento del público desaparecer de un día para otro y ver cómo el teléfono no suena. La valentía llega después, cuando, lejos de refugiarse en personajes que ya son olvido, decides aceptar un trabajo sin aplauso. Hasta que cuatro años después, suena de nuevo. Ahora ya no es fijo, sino móvil. Pero suena. Diré que, con o sin anillos, sus ojos nunca han dejado de brillar.

JUEVES 23. Perderse en las palabras. En la dialéctica. Mañana de dar vueltas. De preocupación. Hasta que piso la calle. Frente a mí, alguien con heridas que sangran literalmente. Mi dialéctica, a un segundo plano.

VIERNES 24. Cristina ha terminado sus semanas como maestra en el colegio. “Me tengo que ir, ya he terminado mis prácticas”. Una alumna que apenas levanta dos palmos del suelo le da la solución: “No pasa nada, compramos más y vuelves mañana”. Solo falta Perales de fondo. “Con una sonrisa puedo comprar…”.

DOMINGO 26. Lee con dificultad desde el ambón la primera lectura y el salmo. Le cuesta volver a su sitio. Acto seguido, alguien procede con san Pablo. Y antes de empezar, se dirige a la bancada. De forma espontánea. Por la pasividad, por que no haya quien proclame. Razón no le falta. Laicos espectadores. Me incluyo.

LUNES 27. Llego a casa. Un día largo. De esos que empujan a ponerse frente a la televisión y descubrir, tras dar un repaso al mando a distancia, que es mejor ganar horas de sueño. Me topo en La 2 con el carnaval de Las Palmas. Unos días antes ya me había entretenido largo rato con la final de chirigotas del Falla. Comparaciones odiosas. Un drag queen en el escenario, disfrazado de Virgen. De primeras, llamativo. Al instante, provocador. A los pocos segundos, hiriente. No me tengo por mojigato ni por un purista cultural, si es que esa mezcla definitoria tiene algún sentido. Lo que tengo claro es que me duele. Cada plano, más. No era necesario. Ofensa bajo una máscara de la libertad de expresión. Esto no es carnaval. Ni defensa de derechos. Ni transgresión. Ni espectáculo. Duele. Desconecto.

jose.beltran@ppc-editorial.com

Publicado en el número 3.026 de Vida Nueva. Ver sumario