José Mazuelos: “Hay que rechazar la ideología de género, pero no a las personas”

José Mazuelos, obispo de Asidonia-Jerez

El obispo de Asidonia-Jerez habla sobre intersexualidad y transexualidad

José Mazuelos, obispo de Asidonia-Jerez

RUBÉN CRUZ | Intersexualidad en los procesos de iniciación cristiana. Así de sugerente es el título de la ponencia que José Mazuelos, obispo de Asidonia-Jerez, ofreció el pasado 16 de febrero en las jornadas de delegados diocesanos de Catequesis celebradas en la sede de la Conferencia Episcopal Española. El prelado, como médico, deja claro la importancia de mirar la medicina como la ciencia objetiva que es y no desde la ideología de género en los casos de reasignación sexual. No obstante, advierte de que “hay que tener mucho cuidado para que las personas transexuales no se sientan discriminadas o rechazadas por la Iglesia”.

PREGUNTA.- ¿Cómo debe acoger la Iglesia esta realidad de la intersexualidad?

REPUESTA.- Sobre los estados de intersexualidad hay un gran desconocimiento por parte de la opinión pública. Hoy se mete todo en el mismo saco: homosexualidad, transexualidad, intersexualidad… Son realidades diversas que la medicina, con su avance, nos ha puesto sobre la mesa con unos tratamientos en los que, hasta hace años, no se pensaba. Por ejemplo, la transexualidad se ha intentado desmedicalizar, pero no se puede. Se trata de personas que necesitan una intervención médica, psicoterapéutica y, a veces, hormonal, por una posible reasignación de sexo. Ante estos casos, tenemos que tener las ideas claras para no equivocarnos. No podemos olvidar que son personas que tienen una realidad médica en su vida y que tenemos que acogerlas. El principal problema que tenemos es que se puede cometer el error de aplicar un tratamiento médico en función de la ideología. De esta manera, se cometerán muchas injusticias. Este tema preocupa a la Iglesia por que estas personas puedan ser manipuladas, pero tenemos que tener mucho cuidado de que no se sientan rechazadas por nosotros. Podemos cometer el error de rechazar la ideología de género y estar rechazando a una persona. Por eso hay que ser prudente y tener mucha cercanía.

P.- Es un tema novedoso. Siempre se dice que la Iglesia va por detrás de la sociedad y que los cambios son lentos. Pero en este caso, se ha tomado la delantera…

R.- La Iglesia siempre ha estado ahí y se plantea este tema cuando aparece la intervención quirúrgica y hormonal en los años 80. La Iglesia ha reflexionado mucho sobre ese tema. Tenemos que exigir que se aplique la ética médica. Cuando nos encontramos con niños, a los que se les va a dar un tratamiento irreversible, el tema es más serio. Esto requiere de un debate científico, pero no con la pasión de la ideología y con la imposición de una visión concreta, porque nos encontramos ante personas con mucho sufrimiento y hay que ver qué es lo mejor para ellas. Si médicamente se cree que lo mejor es hacer una intervención, se hace. No estamos en contra de una aplicación médica, pero cuando se trata de un hecho objetivo. Antiguamente, la intersexualidad era un gran problema porque se educaba a un niño como una niña, pero en realidad era varón, y en la adolescencia vivían como una tragedia el hecho de que les saliera barba, por ejemplo. Hoy, gracias a Dios, se detecta antes.

“La fe no se niega”

P.- ¿Y cómo se pueden acompañar estos casos?

R.- La fe nunca se le va a negar a nadie. Eso lo deja muy claro Francisco. La fe la tenemos que llevar a todos. Cuando empezó la reasignación de sexo, no teníamos mucha idea. Hoy sí se pide que se haga un estudio serio para valorar y saber las consecuencias. A estos menores se les acompaña como a cualquier otro, con su catequesis. Hay que defender a estos niños de la imposición de tratamientos hablando con los padres y exigiendo un informe médico. No es el deseo de uno u otro, porque el niño puede sufrir. Con el tratamiento valorado por los médicos, daremos lo mejor de nosotros por ese niño. Habrá que buscarle un grupo donde se sienta acogido y pueda ir creciendo en su fe. En definitiva, se trata de aplicar el sentido común.

Publicado en el número 3.026 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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