‘Lo que de verdad importa’

fotograma de la película Lo que de verdad importa

fotograma de la película Lo que de verdad importa

J. L. CELADA | Se promociona como la primera película “100% benéfica” (se destinará toda la recaudación a los campamentos con los que colabora la Fundación Aladina, presidida por el propio director, para que más de un centenar de niños con cáncer disfruten de una semana de vacaciones) y “100% positiva” (siempre es de agradecer que, cuando la enfermedad y la muerte acechan, alguien logre arrancarnos una sonrisa). También se nos anuncia que el último trabajo de Paco Arango “te robará el corazón”. La causa solidaria que lo mueve, por supuesto. El resultado, no tanto.

Lo que de verdad importa –título que da nombre a otra fundación promotora de “valores humanos, éticos y morales universales…”– nos narra la historia del curandero al que alude el original (The healer), un joven sin familia cercana y acosado por las deudas, que reparte el tiempo entre arreglos técnicos varios y su adicción a las apuestas. Hasta que la sorprendente aparición de un tío carnal (el veterano Jonathan Pryce) le brindará la posibilidad de saldar sus cuentas pendientes, con una condición: deberá viajar a Nueva Escocia y establecerse en un pequeño pueblo canadiense durante un año.

Una vez allí, y tras un equívoco anuncio en la prensa local –circunstancia que el realizador aprovecha para explotar la comicidad de los malentendidos–, nuestro protagonista (Oliver Jackson-Cohen) comenzará a intuir que su presencia trastoca la apacible existencia de sus nuevos vecinos. Desde la de una atractiva veterinaria (Camilla Luddington), la de un cura sin fe (Jorge García) o la de un policía vengativo, fuerzas vivas de una comunidad dispuesta a recibirle como “el elegido”, hasta la de otros muchos seres que depositan en él su confianza convencidos de que curará sus dolencias.

La acogida del forastero propicia encuentros y situaciones que, pese a abusar de lugares comunes, funcionan bien en pantalla. No se puede decir lo mismo, sin embargo, de la tensión –dramática y dialéctica– que surge entre el todavía incrédulo sanador y sus entregados seguidores, impulsada por preguntas y reflexiones en voz alta que se nutren de tópicos bienintencionados.

Por fortuna, la irrupción en escena de una adolescente con cáncer terminal (Kaitlyn Bernard derrochando frescura interpretativa) no solo le permitirá al curandero tomarse en serio sus “poderes”, sino que ayuda a recobrar el pulso narrativo a una cinta amenazada en cada giro por el recuerdo de un telefilme más de sobremesa.

Bien es verdad que no todos cuentan con la fotografía de Javier Aguirresarobe ni –lo que es más importante– con el empeño de un profesional que cree en los milagros. Incluso en el cine, como bien acredita el respaldo recibido en taquilla.

Paul Newman, fundador de la red Serious Fun Children a la que pertenecen los citados campamentos para niños con cáncer, estaría orgulloso de ello. Eso sí, más “el curandero” que el actor.

FICHA TÉCNICA

Título original: The healer

Guión y Dirección: Paco Arango.

Fotografía: Javier Aguirresarobe.

Música: Nathan Wang.

Producción: Paco Arango, Ricky Posner, Mike Volpe.

Intérpretes: Oliver Jackson-Cohen, Camilla Luddington, Jonathan Pryce, Jorge García, Kaitlyn Bernard, Shaun Clarke, Jackie Torrens, Chris Lawrence, Dan MacDonald, Pasha Ebrahimi.

Publicado en el número 3.026 de Vida Nueva. Ver sumario

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