‘Moonlight’

fotograma de la película Moonlight

fotograma de la película Moonlight

J. L. CELADA | O Hollywood ha superado ya su racismo ancestral o la Academia aprecia cada día más el talento afroamericano. Sospechas al margen, parece que la gran industria del celuloide ha decidido que este sea el año de la minoría de color: seis de los veinte actores que se disputan el Óscar son negros. Y hasta cuatro títulos que compiten por algunas de las principales categorías nos hablan de lo que es luchar contra los prejuicios asociados al color de la piel: desde el matrimonio interracial de Loving (con Ruth Negga) hasta el padre de familia de Fences (Denzel Washington, delante y detrás de la cámara, casado con Viola Davis), pasando por esas Figuras ocultas (entre ellas, Olivia Spencer) de tres brillantes científicas que resultaron decisivas en la carrera espacial estadounidense.

Y, por supuesto, Moonlight. Más allá de que sus ocho candidaturas supongan o no una amenaza real para la gran favorita, La ciudad de las estrellas (La La Land), no cabe duda de que Barry Jenkins nos ha regalado una de las grandes películas del último año.

La historia en tres actos (infancia, adolescencia y madurez) de un chico negro y gay que crece en los suburbios de Miami no solo desmonta ciertos estereotipos cinematográficos en torno al “color de la masculinidad”, sino que constituye un primoroso ejercicio de contención narrativa, elegancia formal y sensibilidad hacia un tema pocas veces tratado con tanto respeto y delicadeza.

Lejos de alardes innecesarios, con ritmo pausado y mirada envolvente, el joven director nos invita a acompañar a su protagonista camino de la edad adulta. Un viaje habitado por silencios, temores y llanto, que arranca junto a una madre enganchada al crack y culmina con aquel chaval indefenso convertido en un tipo duro. Entre ambos momentos, episodios de acoso escolar, el odio a su progenitora, la insospechada protección familiar de una pareja de desconocidos o el paso por un centro de menores irán configurando su personalidad.

Le aconsejaron que debía decidir por sí mismo quién quería ser, que no dejara que otros lo hicieran por él; pero la vida se encargó de enseñarle que la buena voluntad o la educación no bastan, que la herencia pesa demasiado. Eterno debate entre lo innato y lo adquirido, que este drama aborda con honestidad, sin ocultar las aristas de un aprendizaje vital hecho de situaciones dolorosas (la venganza), gozosas (la primera experiencia sexual) y sanadoras (el perdón).

Decía en una entrevista Trevante Rhodes, el actor que encarna a Black (antes Little y, más tarde, Chiron), que su personaje es “alguien hermosamente imperfecto que lucha por saber quién es”. Y a quién amar y cómo, podría añadirse. Porque nada hay tan universal como esa búsqueda de la propia identidad, antesala obligada de otro gran hallazgo: el amor o la amistad no son tales si no dignifican al individuo.

Que el cine mantenga la cabeza alta, orgulloso de sus conquistas, se lo debe a cintas como Moonlight.

FICHA TÉCNICA

Título original: Moonlight

Dirección: Barry Jenkins.

Guión: Barry Jenkins y Tarell Alvin McCraney.

Fotografía: James Laxton.

Música: Nicholas Britell.

Producción: Dede Gardner, Jeremy Kleiner, Adele Romanski.

Intérpretes: Trevante Rhodes, Mahershala Ali, Naomie Harris, Janelle Monáe, André Holland, Ashton Sanders, Alex R. Hibbert.

Publicado en el número 3.025 de Vida Nueva. Ver sumario

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