¿Al fútbol o a la ópera?

ópera La ciudad de las mentiras Teatro Real Madrid 2017

El gran malestar de creadores y gestores ante el desamparo de las administraciones públicas a la cultura

ópera La ciudad de las mentiras Teatro Real Madrid 2017

Escena de la ópera ‘La ciudad de las mentiras’, que se estrenaba en el Teatro Real el pasado 20 de febrero

JUAN CARLOS RODRÍGUEZ | “O se paga por la cultura o no hay espectáculo”. La frase –así de tajante– la pronuncia Gregorio Marañón Bertrán de Lis (Madrid, 1942), presidente del Patronato del Teatro Real. Marañón se refiere, en concreto, a que una institución como el Teatro Real, con doscientos años de historia –y que abandera la cultura española, junto al Museo del Prado o la Biblioteca Nacional–, únicamente tiene un 28% de financiación institucional (13 millones de euros al año, de los 48 que suma su presupuesto). “El resto proviene de ingresos de taquilla y de patrocinadores privados”.

Esta financiación le llena de orgullo, ya que el Teatro Real ha aumentando un 147% la aportación de patrocinios y ha salido fortalecido de la crisis: “Este modelo es único en Europa, donde los teatros de ópera cuentan con una financiación pública entre el 50% y el 90%. En la prensa alemana e italiana se han publicado artículos poniéndolo como ejemplo para sus propias instituciones”, según dijo en una reciente comparecencia en la Comisión de Cultura del Congreso.

“La apuesta que el Teatro Real ha hecho como institución pública para contar con la participación de la sociedad civil en su proyecto establece un modelo de patrocinio que constituye una referencia”, añadió.

Sin embargo, esta realidad que ha permitido mantener prácticamente el presupuesto de 2012 (6,4 millones) tiene otra cara más oculta: el descenso de las aportaciones públicas –en 2012 sumaba el 60% de su presupuesto– hace que “tengamos el presupuesto de una ópera de provincias francesa”, según afirmó, apuntando directamente a la Ópera de Lyon. O lo que es lo mismo, según Marañón: “Las 1.700 personas que vienen al Teatro Real, o pagan su entrada, o no hay espectáculo”.

les Ballets de Monte-Carlo Romeo y Julieta

Les Ballets de Monte-Carlo representa en Madrid ‘Romeo y Julieta’

Los ingresos de taquilla suponen ahora el 45% del presupuesto del Real, cuando hace cinco años alcanzaba el 20%. Los precios de las entradas son, inevitablemente, caras. Las mayoría de las entradas para la programación de ópera –la danza o los conciertos, suelen tener mejores precios– están entre los 226 euros del corazón del patio de butacas y los 126 de la butaca de anfiteatro, aunque hay también entradas por 91, 65 o 19 euros, las más baratas, para menores de 30 años.

“Pero yo nunca he oído hablar de que se considere cara una entrada de fútbol o de un festival pop”, es la respuesta de Marañón. Basta mirar, por ejemplo, el precio de las entradas para un partido de liga –entre 150 y 40 euros– en el Santiago Bernabéu, más aún en la Champions League, que en el caso de las entradas VIP, oscilan entre 250 y 750 euros. O el precio de los festivales de verano y los grandes conciertos.

Aún así, Marañón y el Teatro Real –que mantiene la forma jurídica de fundación–, están empeñados en hacer que la ópera “deje de ser un fenómeno elitista, cerrado, de espaldas a la sociedad y anclado en un repertorio del pasado”. Por ello, entre otras medidas, además de apostar por una programación atrevida, contempla sacar la ópera a la calle en grandes pantallas de manera gratuita, ofrecer emisiones en directo en cines y otros “foros culturales” y financiar programas educativos para los más jóvenes.

Marañón, no obstante, afirmó en el discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, en Málaga: “La política española vive de espaldas a la cultura, con honrosas excepciones como la gestión municipal de la ciudad de Málaga. En general, nuestros principales líderes ni se interesan políticamente por la cultura ni disfrutan de ella como ciudadanos. Equivocadamente creen que su valor social es marginal, en claro desprecio de lo que ignoran”. Y lo hacía, por ejemplo, comparando los presupuestos culturales de Alemania, que se han mantenido íntegros pese a la crisis.

Las palabras del presidente del Patronato del Teatro Real definen el llamado malestar ante el desamparo al que se sigue condenado lo cultural por parte de las administraciones públicas. José Luis Pardo (Madrid, 1954), catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, quien acaba de publicar Estudios del malestar. Políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas (Premio Anagrama de Ensayo), define a Vida Nueva, precisamente, ese malestar de la cultura: “No creo que pueda hablarse de abandono de políticas culturales, porque creo que política cultural se ha hecho muy poca (y, eso sí, mucha propaganda disfrazada de acción cultural). La política cultural no tiene sentido alguno si no va precedida de una política educativa ambiciosa y decidida. Y si en algo se han puesto de acuerdo últimamente todos los gobiernos es en desmontar el sistema educativo. Aunque, eso sí, diciendo a todas horas lo importantísima que es la educación y lo muchísimo que les preocupa”.

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La desigualdad cultural aumenta en España

La sensación de que lo cultural importa poco o casi nada a las esferas institucionales y, en general, a la clase política, es generalizada. Y aún más: de que es molesto y, desde luego, prescindible. O, desde luego, no es ninguna prioridad en ningún presupuesto atado por los recortes y la crisis. La tendencia es hacia la acción cultural al margen de las instituciones y protagonizada, como en el caso del Teatro Real, por la sociedad civil.

El sector editorial español –no el musical o el cinematográfico, que parecen recomponerse ante el boom de las plataformas de pago a precios muy asequibles– estima las pérdidas por piratería a través de Internet en unos 200 millones de euros anuales, según el Gremio de Editores de Cataluña. “Y el libro en España en absoluto es caro, como se pretende hacer creer”, puntualiza Antonio María Ávila, director ejecutivo de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). Basta mirar el último informe Panorámica de la edición española de libros (2015) para constatar cómo el 39,1% de los libros publicados en España tienen un PVP por debajo de los diez euros y otro 40,1% está entre los diez y los veinte.

El Ministerio de Cultura ha prometido, por fin, un Plan de Fomento a la Lectura durante esta legislatura. Su puesta en marcha, como dice Daniel Fernández, presidente de los editores, debe tener, al menos, dos objetivos prioritarios: frenar el abandono de la lectura en la escuela y la adquisición de fondos para las bibliotecas.

“La desigualdad lectora está aumentando en España”, alerta Fernández. Y es que cuatro de cada diez españoles no lee ningún libro. El espacio tecnológico, un aliado indiscutible –el libro electrónico representa ya el 28% de la producción, pero solo el 5% de la facturación–, entre tanto sigue varado a falta de que el IVA baje del 21 al 4%, lo que parece que se producirá este mismo año, y la permanencia de la piratería. El descenso del IVA solo afectará, en principio, al libro electrónico para eliminar su dualidad –que tributa al 21%, mientras que en papel solo está obligado a aplicar un 4%– y tendrá una inmediata repercusión en su precio.

El cine, el teatro, la ópera, los conciertos, los discos… seguirán esperando. Mientras no solo el 40% de los ciudadanos no lee, sino que el 70% no va a museos y el 50% no pisa nunca un cine. Y sus entradas siguen subiendo… sin remedio.

En la taquilla

Así están los precios de las entradas en:

  • Teatro Real: entre 72 y 226 euros para la ópera La ciudad de las mentiras.
  • Palau de la Música: abono de invierno, con concierto de Baremboim, entre 179 y 357 euros.
  • Santiago Bernabéu: entre 40 y 150 euros (partido de liga) o entre 250 y 750 euros las entradas VIP para la Champions League.
  • Gira Joaquín Sabina: entre 85 y 600 euros.
  • Gira Isabel Pantoja: entre 60 y 175 euros.

Publicado en el número 3.025 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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