La Iglesia en la España de los últimos 80 años. De la República a la transición democrática

“Una historia no exenta de tensiones y temores, pero ciertamente fructífera”

portada Pliego La Iglesia en la España de los últimos 80 años

RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, obispo de Ciudad Rodrigo | Coincidiendo con la celebración del cincuentenario de la Conferencia Episcopal Española, vamos a repasar los episodios más destacados que jalonan la relación entre la Iglesia católica y la comunidad sociopolítica en España a lo largo de las últimas ocho décadas. La Segunda República, la Guerra Civil, el nacionalcatolicismo o la acogida del Concilio Vaticano II son algunos de los protagonistas de esta primera entrega –próximamente, publicaremos la segunda parte–, que está dedicada a glosar los avatares de una historia no exenta de tensiones y temores, pero ciertamente fructífera, como pondría de relieve la transición democrática.

I. De la República a la Guerra Civil

II. De la Guerra Civil a la instauración del nacional-catolicismo

Estallado el conflicto en julio del año 1936 –y aunque la Iglesia no apoyó expresamente, y en principio, el alzamiento militar–, ya el 30 de septiembre de 1936, Enrique Plá y Deniel, obispo de Salamanca, escribió su famosa pastoral Las dos ciudades, donde se afirmaba que una España laica ya no es España y que la Guerra Civil es una cruzada para restablecer el orden. El 1 de julio de 1937, el Episcopado español suscribe una carta colectiva apoyando la cruzada.

Situados en dicho período de 1936 a 1939, la Iglesia se encontró con la disyuntiva de verse perseguida y profanada o defendida y manipulada. Y le sucedieron ambas cosas a la vez (Alfonso Álvarez Bolado).

A partir de los años 40, se fue fraguando el llamado nacional-catolicismo de la posguerra (unión régimen-Iglesia), si bien con vocación e impulso claramente apostólicos y de transformación de la sociedad española, en orden a vivir un catolicismo auténtico (Javier Tusell). Conllevaba, como contrapartida, la exclusión de cualquier otra forma sociopolítica y la manipulación del catolicismo para reforzar un régimen político concreto.

Paradójicamente, lo que teóricamente estaba unido (política-fe), en la práctica y en las grandes decisiones, suponía una delimitación neta de campos: “Una cosa era la religión y otra la política”, se repetía como consigna pacíficamente acuñada. Y si la política se teñía de tintes autoritarios, la religión asumía, en muchos casos, el rostro de un “catolicismo al modo español”, calificado por diversos analistas como “insaciable, orgulloso e intolerante” (Julián Marías). (…)

Monseñor Antonio Montero se ha atrevido a dividir la reciente historia de la Iglesia en España en estos períodos:

  • a. De la posguerra mundial al Concordato de 1953, con las características de una fe católica vivida con cierta profundidad por el pueblo, escasa disidencia de la jerarquía española con relación al régimen y cierta reticencia pontificia hacia el régimen franquista.
  • b. Desde el Concordato al Concilio Vaticano II: florecimiento de una Iglesia en España rica en vocaciones consagradas y en organizaciones laicales.
  • c. Del Concilio hasta la muerte del general Franco (1965-1975): crisis en la sociedad y en una Iglesia que debe aplicar el Concilio.
  • d. Transición democrática (1975-1982): protagonismo social de la Iglesia, sobre todo del episcopado.
  • e. Tres mandatos socialistas posteriores: cierta ruptura entre los valores sociales y los religiosos.

¿Qué decir de la postura que iba adoptando la Iglesia? García Escudero concluye que el puesto de la Iglesia iba siendo el que se formuló en el documento del Episcopado de 1973, a saber: denuncia profética en la defensa de los derechos y libertades fundamentales, sin cuestionar el sistema; y todo ello con la fecunda distinción que realizó León XIII entre constitución y legislación. Todo menos volver a un pasado de conflictividad político-religiosa.

III. El impacto del Vaticano II

El Concilio Vaticano II supuso el trauma “de la renovación, de la perplejidad y del desconcierto” (Juan María Laboa). El otoño del régimen franquista chocaba con una Iglesia que presentaba “un aire primaveral” (Joaquín L. Ortega). Las intervenciones de los obispos españoles en el aula conciliar se caracterizaron por su talante en general conservador.

El tema más polémico sería el de la libertad religiosa (Laboa). Es interesante la declaración que hacen los obispos españoles desde Roma. Se habla de la libertad religiosa con ciertas reticencias. Apuntan que la libertad religiosa se basa en la dignidad de la persona humana, quedando a salvo el que la religión católica sea la verdadera y que corresponde a la autoridad civil poner limitaciones a dicha libertad, de acuerdo a cada país y circunstancias. Piden la reconciliación y una mayor unión y concordia entre los españoles. También los obispos declaran su firme intención de aplicar las decisiones conciliares y piden la colaboración del pueblo fiel.

El Episcopado español confía en poder conciliar la libertad religiosa con la confesionalidad del Estado. En el documento La Iglesia y el orden temporal a la luz del Concilio Vaticano II (29 de junio de 1966), los obispos creen que no tienen motivos para emitir un juicio sobre asuntos políticos y sociales referentes a la situación de nuestro país (n. 7).

En esta situación, el 27 de febrero del año 1966, la reunión de 77 obispos españoles en Santiago de Compostela formó la primera Asamblea Episcopal, en la cual se descubre una clara misión inmediata: la aplicación del Concilio a la Iglesia en España, que debía alcanzar a innumerables campos de la vida eclesial, comenzando por un profundo replanteamiento teológico y pastoral de las relaciones Iglesia-mundo e Iglesia-Estado; reconociendo la responsabilidad de los católicos en la vida pública; constatando la creciente preocupación eclesial por la vida social, por la defensa de la libertad religiosa, de la vida, de la libertad de educación e información, etc. Por ello, sus primeros pasos fueron calificados –también por el cardenal Vicente Enrique y Tarancón– “como vacilantes y voluntariamente lentos, conscientes de las peculiaridades de nuestro Pueblo, de nuestra Iglesia local” (…).

IV. El inmediato posconcilio

 

Publicado en el número 3.023 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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