El Vaticano permite congelar ovocitos ante un tratamiento cancerígeno

mujer en un laboratorio

Se sigue rechazando la crioconservación de tejido ovárico para una fecundación in vitro

mujer en un laboratorio

DARÍO MENOR (ROMA) | Veintidós años después de su anterior edición, la Iglesia católica renueva su Carta para los agentes sanitarios, un documento con el que reafirma la concepción del servicio a los enfermos como “parte integrante de su misión” y responde a cómo los avances de la ciencia en estos últimos tiempos afectan a la concepción de la vida humana.

Entre los aspectos más llamativos del texto, está la postura respecto a la congelación de ovocitos de mujeres que vayan a someterse a tratamientos que puedan afectar a su fertilidad, como la quimioterapia o la radioterapia para luchar contra el cáncer. “Esta práctica en línea de principios no supone problemas morales”, dice el texto, dejando claro en todo caso que resulta “inaceptable” la crioconservación de tejido ovárico si luego va a utilizarse para llevar a cabo una fecundación in vitro, incluso en el supuesto de que la mujer tenga que someterse a una cura antitumoral.

La Santa Sede reafirma así su rechazo a la clonación y a la reproducción del ser humano en el laboratorio de cualquier forma. Tacha estas prácticas de “inaceptables” para la moral católica. También se muestra contraria al diagnóstico de preimplantación, por considerarlo expresión “de una mentalidad eugenésica que legitima el aborto selectivo para impedir el nacimiento de niños que sufren diversas enfermedades”.

En sus 452 páginas, divididas en tres partes (engendrar, vivir y morir), el documento confirma la postura contraria de la doctrina católica a la interrupción voluntaria del embarazo, exhorta a los padres a que vacunen a sus hijos, invita a no olvidarse de las enfermedades raras y afronta la cuestión de la eutanasia.

La Santa Sede subraya que los agentes sanitarios no son “meros ejecutores” de las voluntades expresadas por los pacientes, ya que en todo momento conservan “el derecho y el deber” de no hacer caso a lo que les pide el enfermo si consideran que esta voluntad va en contra de sus conciencias. En particular, dice que los médicos deben seguir alimentando e hidratando a los pacientes, aunque sea de forma artificial y siempre que no se acabe cayendo en un “encarnizamiento terapéutico”. “La suspensión no justificada” de estas atenciones mínimas “puede tener el significado de una auténtico acto eutanásico”, dice el texto, que confirma la validez ética de “la sedación paliativa profunda en las fases próximas a la muerte”.

Publicado en el número 3.023 de Vida Nueva. Ver sumario

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