‘Un millón de hostias’: la otra clausura de Cuba

fotograma del documental Un millón de hostias

El documental que muestra a las únicas religiosas que hacen las formas para toda la Isla


J. L. CELADA | En 2010, mientras paseaba por La Habana durante el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, David Moncasi no solo descubrió que el barrio de El Vedado albergaba un convento de clausura, el único de toda la isla. Enseguida intuyó también que, detrás de aquella puerta, había una historia que contar. Cuatro años después, de vuelta a Cuba con Ana, su mujer, y su hijo Bruno, el empeño del realizador ilerdense obtendría recompensa: las carmelitas descalzas accedían a mostrar al mundo cómo es su día a día en el Monasterio de Santa Teresa y San José, el lugar del que anualmente salen Un millón de hostias para ser distribuidas por todo el país caribeño.

Rotundo y provocativo título para el documental “familiar” que pone voz e imágenes al testimonio, no menos radical, de trece religiosas encargadas de elaborar las formas que luego llegarán a todos los templos cubanos. Como la iglesia de San Judas y San Nicolás, en el humilde barrio habanero de Los Sitios, donde María Antonia limpia por 17 dólares al mes, lleva la comunión a los enfermos o viste a su nieta Cintia. Circunstancias que el realizador capta con un delicado equilibrio de cercanía y respeto, logrando que estos seres de carne y hueso desnuden frente al discreto objetivo de su cámara tantas privaciones y sueños sin perder la sonrisa.

Otro tanto sucede con las monjas entrevistadas, cuyas obleas se erigen en pretexto e hilo conductor de su trabajo. El rodaje intramuros nos permite conocer qué piensan y sienten algunas de las hermanas: de la más anciana (en el Año 57 de la Revolución contaba ya ¡68 de consagración!) a la más joven (poder compartir con sus padres, alejados de Dios, cómo aceptaron su decisión constituye uno de los grandes hallazgos de esta cinta), pasando por el despertar vocacional de la superiora mexicana o los recuerdos de una octogenaria española.

Una hora de cine hecho vida, que va y viene del silencio del claustro al fragor de las calles, de las plegarias y cantos de la comunidad a informativos oficiales que se asoman a viejos televisores, de las libretas de abastecimiento a la reapertura de embajadas anunciando el deshielo con Estados Unidos… Porque la clausura del monasterio carmelita se antoja metáfora y contrapunto de otras clausuras –no elegidas– que sufre desde hace décadas el pueblo cubano. Clausuras que Un millón de hostias abre sutilmente a nuestra consideración.

Hasta que Moncasi y algunas de sus protagonistas acaban asistiendo, como privilegiados testigos, al reparto de esas hostias entre los miles de asistentes a la misa celebrada por Francisco en septiembre de 2015 en la Plaza de la Revolución. Ya en 1998, otro papa, Juan Pablo II, pedía “que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Películas como esta son una excelente respuesta a aquel reclamo. Que su limitada distribución no nos impida seguirle la pista a esta pequeña joya ni a su director.

FICHA TÉCNICA

Título original: Un millón de hostias

Dirección: David Moncasi.

Guión: Ana Barcos y David Moncasi.

Fotografía: Josué Andavert, Denise Guerra, Óscar Ernesto Ortega, José Carlos Millán, David Moncasi.

Música: Ulises Hernández y Laro Basterrechea.

Producción: Ana Barcos, Pedro Zaratiegui, Miguel González, Eduardo Jiménez.

Publicado en el número 3.023 de Vida Nueva. Ver sumario

 


LEA TAMBIÉN:

Compartir