Lágrimas de pastor por Venezuela

Con una mezcla de dolor e indignación, su voz quebrada por el llanto lanzaba un llamamiento desesperado: “No hay derecho a que nuestra gente tenga que sufrir tanto”. Y, recobrado el aliento con un trago de agua que se hizo eterno para el auditorio, Ubaldo R. Santana (Cagua, 1941) pasó a describir ese sufrimiento del pueblo venezolano: “Sin recursos para vivir, ni trabajo productivo, ni bien pagado, en una inseguridad total, viviendo en medio de grandes precariedades…”. Una situación, aun así, que “también ha producido grandes movimientos de solidaridad”, se felicitó el arzobispo de Maracaibo, antes de pedir –conteniendo las lágrimas– que todo lo que está sucediendo en su país “les duela en el alma a los que nos gobiernan”.

Tan emotivo momento se vivió durante la charla sobre La Iglesia frente a la crisis venezolana, que el prelado pronunció en la madrileña Sala de Conferencias de ICADE el jueves 19 de enero. Cerca de un centenar de personas, convocadas por entreParéntesis y la Cátedra de América Latina de la Universidad Pontificia Comillas, pudieron escuchar de primera mano qué ocurre hoy en Venezuela, en qué punto está el diálogo entre las partes (ver recuadro) o cómo la Iglesia acompaña y comparte los dolores de la gente, convencida de que “no es salvación digna de Dios ni de los seres humanos la que llegue desde fuera y desde arriba”. “Solo hay salvación desde dentro y desde abajo”, recordó Santana, hondamente preocupado por los “sentimientos encontrados de resentimiento, de venganza, de odio…” entre sus compatriotas, y lo “altamente dañino” que esto resulta para reconstruir el país.

Antes de compartir sus reflexiones sobre la coyuntura actual de Venezuela, el que fuera presidente del Episcopado entre 2006 y 2012 había presentado los aspectos más relevantes de la exhortación pastoral Jesucristo, luz y camino para Venezuela, fruto de la última Asamblea de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), concluida el pasado 13 de enero. Un documento que recoge las sombras y luces de una realidad que, en su opinión, es ya “una de las más críticas de esta época contemporánea”. Crisis, “de gran magnitud”, que se manifiesta en la grave escasez de medicinas y alimentos, el deterioro extremo de la salud pública, la alta desnutrición en los niños, la ideologización en la educación, el altísimo índice de inflación con la consecuente pérdida del poder adquisitivo, la corrupción generalizada e impune, el odio y la violencia política, los elevados índices de delincuencia e inseguridad, el pésimo funcionamiento de los servicios públicos… Pero a esta oscura radiografía episcopal cabe añadir el fracaso del revocatorio contra el presidente Nicolás Maduro, que era “la mejor salida –en opinión de Santana–, porque se devolvía al pueblo el poder”. Y ello provocó tal “frustración y rechazo en la ciudadanía”, que “muchos pensaron que se cerraba definitivamente una puerta para lograr la convivencia”. Tampoco ha ayudado “el empeño del Gobierno por imponer unilateralmente un sistema totalitario que, más que a aplicar la Constitución Nacional Bolivariana, se ha dedicado a aplicar un plan paralelo, que llama Plan de la Patria”.

Un diálogo que “incumbe a todos”

Días antes de que el arzobispo Claudio Maria Celli abandonara la mesa de diálogo como enviado papal y fuera reemplazado por el nuncio en el país, Aldo Giordano, la CEV ya admitía lo “infructuosa” que había resultado esa primera fase de conversaciones, antes de aclarar que el rol de la Santa Sede no ha sido el de intermediario o mediador, sino el de “facilitador”, y lamentar que “este servicio que el papa Francisco ha querido prestar a Venezuela no haya sido bien interpretado”.

Sin embargo, pese a este fracaso inicial, Ubaldo Santana cree que “vale la pena seguir avanzando” por la senda del diálogo. Aunque “se deben dar las condiciones para ello”. Primero, según el Episcopado, que se “respeten, asuman e implementen” los acuerdos que el cardenal Parolin, secretario del Estado Vaticano, envió a la mesa de diálogo: aliviar la grave crisis de abastecimiento de comida y medicinas, concordar un calendario electoral, restituir a la Asamblea Nacional el rol previsto en la Constitución y liberar a los detenidos.

El arzobispo de Maracaibo reconoce que son “muchos los obstáculos” para el diálogo, “sobre todo por parte de la oposición, que no confía en que el Gobierno vaya a respetar tales acuerdos”. Por no hablar de la falta de “coherencia interna”: “En la mesa se habla en un tono –explica– y hacia fuera en otro mucho más agresivo”.

Por todo ello, el también religioso eudista llama a desterrar “visiones parciales y grupales” (“todavía hay muchos venezolanos que no sienten Venezuela como suya”, lamenta), una “mentalidad justiciera y de venganza”, “esquemas y miradas ideológicas”, y esa actitud de que “todo se compra y se paga”, que lleva a “la explotación del pobre por el pobre”. “El diálogo es imprescindible y nos incumbe a todos, no solo
a los que se sientan a la mesa
–insiste Santana–, porque es el único resquicio abierto para generar un cambio sin violencia ni muertos”.

Salida consensuada

Así las cosas, en su afán de “buscar el encuentro, la unidad y la reconciliación”, la jerarquía venezolana es consciente de que “la misión del cristiano tiene en estos momentos una dimensión política de extraordinaria importancia”, subraya el arzobispo de Maracaibo. Y es que “la solución a esta crisis –añade– no le compete a una minoría, sino al conjunto del pueblo. Todos debemos ser protagonistas del presente y del futuro del país”. A pesar de los altos índices de violencia y muerte –o, precisamente, por ello–, Santana secunda la apuesta de la CEV por “una salida lo más consensuada posible, lo más pacífica posible y que genere esperanza”.

Finalmente, para combatir esa desesperanza y el éxodo masivo de población, el pastor caribeño invita a “todas las formaciones políticas, religiosas, educativas y sociales a lograr puntos de encuentro que favorezcan un proyecto común de país”. Plenamente consciente, eso sí, de que la Iglesia está llamada a “sembrar mucha capacidad de generar fraternidad”. Y las autoridades, a ofrecer “respuestas inmediatas”, porque “el pueblo –concluye– tiene derecho a darse gobernantes, pero también a destituirlos si le conviene”.

J. L. Celada.

Foto: Universidad Pontificia Comillas

Compartir