Francisco advierte contra la “hemorragia” en la vida consagrada y pide “irradiar esperanza y alegría”

religiosas rezando jóvenes arrodilladas con las manos en la cara

En vísperas de la Jornada Mundial de los religiosos, el Papa señala tres factores para el abandono

papa Francisco con Joao Braz de Aviz prefecto Congregación Institutos Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica 28 enero 2017

El Papa con el cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la CIVCSVA, en la audiencia a la Plenaria de la Congregación el pasado sábado

M. GÓMEZ | La vida consagrada se enfrenta a una “hemorragia” que la afecta a ella misma y a la Iglesia entera y, en opinión del papa Francisco, se debe a tres factores principales: el contexto social y cultural, dominado por una “cultura del fragmento, de lo provisional”; el “complejo mundo juvenil”; y una situación de “contra-testimonio que hace difícil la fidelidad”. De todo ello ha hablado el Pontífice, en vísperas de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que se celebra el próximo 2 de febrero bajo el lema Testigos de la esperanza y la alegría.

El papa Francisco se reunió, el sábado 28 de enero, con los representantes de la vida religiosa y el resto de miembros de la Asamblea Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA) que se está celebrando en Roma. La Plenaria se reunía para hablar, en esta ocasión, de “la fidelidad y el abandono”, y Francisco admitía: “Estamos frente a una ‘hermorragia’ que debilita la vida consagrada y la vida misma de la Iglesia. Los abandonos en la vida consagrada nos preocupan”. ¿A qué se deben estas salidas?

En su alocución ante los participantes en la Plenaria, el papa jesuita hablaba de “un cambio de época, y no solo una época de cambio”, y señalaba tres factores determinantes que “no ayudan a mantener la fidelidad”. El primero, el actual contexto social y cultural, la “cultura del fragmento, de lo provisional, que puede conducir a vivir ‘a la carta’ y a ser esclavos de las modas”, que “alimenta el consumismo y olvida la belleza de la vida simple y austera”, un “fuerte relativismo práctico según el cual todo se juzga en función de una autorrealización muchas veces ajena a los valores del Evangelio”. Ante esto, “está claro que uno primero debe dejarse evangelizar para después comprometerse en la evangelización”.

Un segundo condicionante es “el mundo juvenil, un mundo complejo, al mismo tiempo rico y desafiante. No negativo, sino complejo”, donde hay dos tipos de jóvenes: los “muy generosos, solidarios y comprometidos a nivel religioso y social, que buscan una verdadera vida espiritual; (…) son jóvenes maravillosos, y no son pocos”, apunta Francisco. “Pero también –añade– jóvenes víctimas de la lógica de la mundanidad: búsqueda del éxito a cualquier precio, del dinero fácil y del placer fácil”. El Papa aconseja a los religiosos: “Nuestro empeño no puede ser otro que estar al lado de ellos para contagiarles con la alegría del Evangelio y de la pertenencia a Cristo. Esta cultura debe ser evangelizada, si queremos que los jóvenes no sucumban”.

El tercer factor proviene del interior de la misma vida consagrada, y es que “no faltan situaciones de contra-testimonio que hacen difícil la fidelidad”, reconocía el Pontífice –no sin agradecer también “tanta santidad” como hay en la vida religiosa–. Un contra-testimonio manifestado en “la rutina, la fatiga, el peso de la gestión de las estructuras, las divisiones internas, la búsqueda de poder, una manera mundana de gobernar los institutos, un servicio de la autoridad que se vuelve autoritarismo o un ‘lasciar fare‘ [dejar]. La invitación de Bergoglio es “mantener la frescura y la novedad de la centralidad de Jesús, el atractivo de la espiritualidad y la fuerza de la misión, mostrar la belleza del discipulado de Cristo e irradiar esperanza y alegría”.

Precisamente ese es el lema de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada de este año: “Esperanza y alegría –repetía el Papa. Esto nos indica cómo va una comunidad, lo que hay dentro. ¿Hay esperanza, hay alegría? Va bien. Pero cuando no hay esperanza y no hay alegría, la cosa es fea”.

Para acabar su discurso, Francisco recomendó no olvidar aspectos primordiales en la vida consagrada, como la vida fraterna en comunidad, la custodia de la propia vocación y el acompañamiento.

Los obispos españoles agradecen su presencia “en los extrarradios del mundo”

religiosas rezando jóvenes arrodilladas con las manos en la cara

El próximo jueves 2 de febrero se cumplen 20 años desde que Juan Pablo II impulsase la celebración de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada en 1997. Lo recuerda Vicente Jiménez Zamora, arzobispo de Zaragoza y presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal Española, en un mensaje publicado con motivo de ese día.

“La presencia de las personas consagradas en la Iglesia y en el mundo –escribe Jiménez–, animada por un auténtico espíritu religioso y misionero, tiene que ser signo y semilla de esperanza tanto en ambientes secularizados como en contextos de primer anuncio. Para ello es necesario que la vida consagrada, en sus múltiples formas y carismas, vida una renovada unión fraterna y se mueva en las fronteras, en los extrarradios del mundo, en los descampados existenciales”.

Asumiendo el lema de la Jornada, el obispo pide “personas consagradas que nos hablen de la alegría, pero de una alegría profunda y verdadera, que nace de la oración. No se puede estar alegre si no se vive en la profundidad de la oración”. Y un poco más adelante añade: “La esperanza y la alegría caminan juntas. La esperanza da a la alegría su autenticidad cristiana, pues hace de la alegría presente una pascua continuamente inacabada antes de la pascua definitiva en la que la humanidad resucitada entrará en la plenitud de la salvación”.

 


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