Tribuna

Lutero, el antisemita

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Gianfranco Ravasi, cardenal presidente del Pontificio Consejo de la Cultura GIANFRANCO RAVASI | Cardenal presidente del Pontificio Consejo de la Cultura

En este año marcado por la memoria de los 500 años del inicio simbólico de la Reforma protestante con la aparición de las 95 tesis de Lutero clavadas en la puerta de la capilla del castillo de Wittenberg, querríamos dedicar un espacio a la bibliografía del mundo protestante.

Como se sabe, se trata de una galaxia que precisa de un mapa nada sencillo para guiarse a través de ella. Recordemos que hay una gran matriz histórica expresada por las Iglesias valdense, luterana, reformista y anglicana. Existe luego un despertar en los siglos XVI y XVII con las Iglesias bautista y metodista, a la que seguirá un tercer horizonte muy fluido con las diversas Iglesias “libres” y las sucesivas oleadas “pentecostales”. A este microcosmos hay que añadir otras tipologías, como el protestantismo adventista o el “radical” (amish, cuáqueros) hasta las periferias lejanas de la fuente y totalmente autónomas, como los mormones o los Testigos de Jehová.

Nuestra clasificación es una simplificación que, no obstante, confirma la imagen de galaxia, lo cual no pretende ser un juicio de valor, porque puede significar una riqueza pese al riesgo de fragmentación, dispersión e aislamiento. A esta realidad plural se suman varias instituciones con su propia identidad. Entre ellas están los Grupos Bíblicos Unidos (GBU), una asociación independiente nacida en 1947 como International Fellowship of Evangelical Students. Los miembros de los GBU se reúnen de forma regular para profundizar en el estudio de las Sagradas Escrituras y cuentan con activos instrumentos editoriales. ilustración de Tomás de Zárate para el artículo del cardenal Gianfranco Ravasi 3021

Otra editorial, Claudiana, ligada a la Iglesia valdense italiana, publica una panorámica de textos dedicados al Año de Lutero. Uno de ellos es la imponente biografía realizada por el historiador Heinz Schilling, de la Humboldt Universität de Berlín, a quien no le tiembla la mano al añadir otro título a la bibliografía dedicada al reformador. Define al personaje como un “hombre de una época de fe y de cambios radicales”. Su retrato transcurre como en las tablas de un tríptico: está el tiempo de los orígenes y del monasterio agustino (1483-1511), al que le sigue el gran cambio de Wittenberg, que no explota de improviso sino que germina progresivamente, para ponerse luego candente (1511-1525), y concluye con el tercer cuadro, tal vez menos conocido, de 1525 a 1546 y que oscila “entre la conciencia profética y el fracaso terrenal”.

Para profundizar sobre el lazo capital que une a Lutero con la Biblia es interesante detenerse en otro volumen de Claudiana, elaborado por un sacerdote católico experto en los orígenes del protestantismo, Franco Buzzi. Naturalmente, la mayor parte de su ensayo está reservada a los principios hermenéuticos relativos a la lectura bíblica de Lutero y a una rica y muy sugerente descripción de las correspondientes aplicaciones sobre las escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Llegados a este punto es fácil concluir con una cuestión espinosa: la relación del reformador con los judíos, vistos por él en ocasiones como si constituyeran una amenaza para el cristianismo. Su antisemitismo, que ha sido instrumentalizado hasta por el nazismo, viene examinado de manera precisa y no apologética por Thomas Kaufmann, de la Universidad de Göttingen, utilizando una correcta contextualización: “Estudiarlo de forma histórica no significa justificarlo, disminuirlo o hacerlo menos relevante. Significa colocarlo en su mundo y considerarlo dentro de sus propios límites”.

Publicado en el número 3.021 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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