Editorial

Dignidad contemplativa

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portada VN Invierno en la vida religiosa 3021 enero 2017 pequeña

EDITORIAL VIDA NUEVA | Cada mes se cierra en España un monasterio. La secularización que acrecienta la crisis vocacional se acentúa en la vida contemplativa. A la avanzada edad de la mayoría de las comunidades religiosas de clausura, especialmente femeninas, hay que sumarle las dificultades económicas y las condiciones en las que viven ante la falta de ingresos y el abandono de los edificios que habitan. Esto provoca que dos tercios de los 800 monasterios de nuestro país se encuentren en peligro de extinción.

Este invierno monacal puede llevar a acciones desesperadas, como la negación de la realidad, el mercadeo vocacional o enmarañarse en un nocivo sentimiento de culpabilidad.

Eso no quita para que preocupe, y mucho, que Iglesia pierda estos oasis de oración que velan por la humanidad de forma permanente. Es más, la propia sociedad occidental debería preguntarse sobre las consecuencias de arrinconar el silencio contemplativo y no proteger un estilo de vida aparentemente “inútil”, pero que constituye un faro para los hombres y mujeres de todos los tiempos.

Huir de nostalgia y pesimismo al analizar la actual coyuntura permite aflorar el agradecimiento de tantas mujeres que han respondido con fidelidad a su vocación de dar vida a la Palabra a través de un silencio que es Palabra. Es precisamente esta riqueza de carismas heredados la que permite mirar a presente y futuro con confianza, apreciando los brotes de comunidades contemplativas nuevas o renovadas en proceso de maduración, pero que son signo de esperanza.

Ser consciente de la posibilidad de un cierre cercano
conlleva un duelo que no se puede ni debe evitar.
Pero exige madurez para proceder
con dignidad y coherencia ante las dificultades.

De ahí la relevancia de la constitución Vultum Dei quaerere y la instrucción que se aprobará en breve, como hoja de ruta para fortalecer los pilares de los monasterios y campear este temporal secular, promoviendo la formación, la federación de los conventos, la mejora de la gestión económica… Ser consciente de la posibilidad de un cierre cercano y prepararse para ello conlleva un duelo que ni se puede ni se debe evitar. Pero, sobre todo, exige madurez para poner todos los recursos para proceder con dignidad y coherencia.

La Jornada de la Vida Consagrada del 2 de febrero es tiempo propicio para que la Iglesia ponga en el centro a tantas monjas que han abierto sus claustros a los gritos del mundo. A los pastores les corresponde encaminar con responsabilidad, escucha y calidez las necesidades de los conventos en riesgo y de las nuevas realidades.

Y a todo cristiano atañe acompañar a estas religiosas que son antorchas en pueblos y barrios de nuestro país, para manifestarles que no están solas. Bien con una presencia activa, bien velando por ellas de la misma manera que estas comunidades lo han hecho durante siglos por toda la Iglesia: con la fuerza de la oración.

Publicado en el número 3.021 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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