John Martin Sahayananda: “El cristianismo se ha convertido en algo parecido a una jaula”

John Martin Sahayananda, teólogo benedictino indio

Teólogo benedictino

John Martin Sahayananda, teólogo benedictino indio

Entrevista con John Martin Sahayananda [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | John Martin Sahayananda aspira a alcanzar la verdad desde la libertad que nace de preguntas sin guión, a modo de punzadas en el alma. Y busca ayudar a otros a que lo acompañen en su camino, tanto a través de sus libros de teología como con su palabra viva. Así, este religioso benedictino acude cada año a España desde su India natal con la ONG Pequeña Tierra para tratar de acercar en encuentros y conferencias su experiencia espiritual, en la que el cristianismo se enriquece con esencias del hinduismo y la tradición védica. Precisamente, en su último viaje a Madrid con esta asociación, Vida Nueva ha podido charlar con él. Una conversación a fuego lento.

PREGUNTA.- Su punto de partida es “una espiritualidad que va más allá de las religiones”. ¿En qué consiste esa disociación?

RESPUESTA.- Veo esto como el proceso biológico de la maternidad. La religión es como una mujer embarazada, el paso previo a ser auténticamente madre. Es una fase de tránsito, en la que su función es facilitar el alumbramiento. Con este llegaría el que para mí es el momento culminante del estado religioso: la experiencia de Dios. En el cristianismo es el Reino. Sin embargo, muchas veces la religión no cumple con este papel, sino que se encierra en sí misma. No alumbra… Es un útero que no alimenta ni da vida para la eternidad. Parece más una tumba en la que la gente entra y nunca sale.

P.- Juega mucho con imágenes como el nido o la jaula, a su juicio, dos posibles caminos en el estado religioso. ¿Dónde entran estas categorías en el cristianismo?

R.- El cristianismo es una religión excluyente, pues ofrece el mensaje de Jesús de un modo muy exclusivo. En mi viaje espiritual, al percibir esto, ahondé en el estudio del hinduismo y de la tradición védica y descubrí una nueva visión del mensaje de Jesús. De ahí que diferencio entre el cristianismo y el mensaje de Jesús; no son idénticos. De hecho, cada Iglesia lo presenta de un modo distinto, aunque ninguno le presenta en su plenitud. Creo que los cristianos hemos sido injustos con el mensaje de Jesús. Él transformó la religión en un nido, lo que facilita la evolución espiritual de los humanos. Desgraciadamente, el cristianismo se ha convertido en algo parecido a una jaula, donde los cristianos quedan encerrados. Ahora es el momento para que el cristianismo se transforme en nido y facilite la evolución de los cristianos.

P.- ¿En qué sentido?

R.- Jesús describió su experiencia con una única expresión: el Reino. Por esa experiencia, a la que todos estamos llamados, el Reino transformará nuestra vida en la de Dios, nuestras acciones en las de Dios… Seremos realmente hijos de Dios en un sentido pleno. Todos los hombres. En cuanto el Reino es la manifestación más elevada de amor a Dios y al prójimo, aquí anida la plenitud de la verdad. Así, en cuanto a que el Reino implica la unión del fundamento de la conciencia humana con la conciencia divina, decimos con Jesús: ‘Yo y el Padre somos uno’. Con todo esto, podemos proclamar la auténtica dignidad del ser humano y reconocer que los hombres somos más relevantes que la religión en sí misma. Para eso hemos de mudarnos desde una espiritualidad basada en la religión hacia una espiritualidad basada en el Reino de Dios.

P.- Entonces, ¿cuál es el punto de partida para que un cristiano culmine ese viaje espiritual?

R.- En la espiritualidad basada en la religión, esta se sitúa en primer lugar, Dios viene en segunda posición (tal y como lo entiende esa religión) y, en tercer lugar, vienen los hombres, que tienen que adorar a Dios en esa religión. En la espiritualidad basada en el Reino de Dios, en primer lugar está Dios, que es más relevante que las religiones y los humanos; en segundo lugar, los hombres, quienes, a imagen y semejanza de Dios, son más relevantes que las religiones; y por último, la religión, que está al servicio de los hombres. Esto significa que cada individuo cuenta con el potencial para afirmar, como hizo Jesús, “yo soy el camino, la verdad y la vida”. Esta es la plenitud del mensaje de Jesús. Este es el Reino de Dios. Esta verdad es desconocida en la religión institucional cristiana. Esta verdad trasciende toda religión institucionalizada. Tenemos que comenzar con la espiritualidad basada en la religión para posteriormente crecer en la espiritualidad basada en Dios.

“Todos tenemos el potencial de ser uno con Dios”

P.- ¿Cómo ha sido su propio camino en la fe hasta aquí?

R.- Tuve un momento de gracia, un encuentro profundo con Jesús. Llegó un punto en el que vi que no tenía instrumentos suficientes para comprender su mensaje. De la tradición védica, concretamente de los Upanishads, me impactó esta descripción de la conciencia humana en cuatro estados. El primero, el de la conciencia individual, donde se impone lo físico, el propio cuerpo. El segundo, el de la conciencia colectiva, que ya nos lleva a un sistema de creencias y que tiene límites, pues separa a las personas según su fe. En este nivel, el pasado se vale del presente para ir hacia el futuro. Es decir, pertenezco a una religión que viene de una tradición y que condiciona mi presente, pues limita mi capacidad para hacerme preguntas libres, originales y creativas. El tercer estado es el de la conciencia universal, a modo de sueño profundo en el que no hay ideales ni personas. Aquí soy libre del pasado y del futuro, tampoco soy individuo ni parte de un colectivo. Simplemente soy. Mi esencia es permanecer en unidad con toda la creación. El cuarto y último estado es el de la conciencia unitaria. Aquí solo Dios es. Y, por tanto, yo soy uno con Dios. Creo que esto es clave para comprender la evolución espiritual de Jesús. En su particular viaje, en cuanto que nacido hombre, tuvo conciencia individual. Por su pertenencia al judaísmo, alcanzó la conciencia colectiva. Por medio de su bautismo, llegó a la conciencia universal. Y, al ser finalmente uno con Dios, se situó en la conciencia unitaria. Estoy convencido de que Jesús abrió esta posibilidad a todos los seres humanos, pero, desgraciadamente, el cristianismo la bloqueó. Lo que defiendo es que todos los seres humanos tenemos el potencial de ser uno con Dios, hijos e hijas de Dios, como Jesús. Todos podemos tener esa experiencia y vivir el Reino.

“La Iglesia debe trascender su carácter institucional”

P.- ¿El grado de institucionalización de la Iglesia dificulta este camino?

R.- El cristianismo está en proceso de conocer el mensaje de Jesús. Partió del judaísmo, fijó las Escrituras y luego se enriqueció con la filosofía griega, pero aún no ha alcanzado su plenitud, pues no facilita que todos los cristianos sean uno con Dios como Jesús. A veces se establece un apartheid entre Cristo y los cristianos, a los que no les dejan recorrer el mismo camino enriquecedor que sí tuvo Jesús. En este sentido, el cristianismo como institución pone trabas a este camino. Esta no es la Buena Nueva.

P.- ¿Cómo valora la figura del papa Francisco?

R.- Veo su pontificado con esperanza. Está abriendo las puertas a algo nuevo, aunque serían necesarias medidas más radicales. ¿Cuál es el propósito de la Iglesia institución? Reflexionemos sobre ello… Para mí, debe ser un vientre que prepare al hombre para la libertad del Reino; debe ser una embarazada dispuesta a ser madre. Para ser útil en ese camino, debe trascender su carácter institucional. Es más, debe renunciar a su capacidad para ejercer el control y el poder y dejar a un lado su propio afán de continuidad. Debe responder a esto: ¿nos hace libres o crea personas dependientes que no son capaces de hacerse preguntas originales? Suele ocurrir que, donde hay verdad, esta se corrompe. Ojalá dejemos de pensar en cuánto asciende nuestro número de seguidores y la prioridad pase a ser realmente alumbrar hijos que puedan ser libres. En este reto, la Iglesia en Occidente puede enriquecerse mucho con la visión y la experiencia que tenemos en Oriente.

Publicado en el número 3.020 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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