‘Las inocentes’: la pureza del buen cine

Las inocentes, fotograma de la película

Crítica de la película de “una de las grandes cintas del cine religioso reciente”


J. L. CELADA | La guerra suele dejar a su paso un reguero de brutalidad que se traduce en matanzas indiscriminadas, mutilaciones, violaciones… Pero cuando remite el tronar de las armas, al abrigo de la urgencia o la solidaridad, surgen extraños compañeros de viaje. ¿Cómo explicar, si no, que dos médicos de la Cruz Roja francesa –una joven atea de familia comunista y un doctor judío– asistan en el parto a varias monjas polacas que fueron violadas reiteradamente por soldados soviéticos?

La secuencia pertenece a Las inocentes, nuevo trabajo de Anne Fontaine, una historia inspirada en hechos reales que nos traslada al invierno de 1945. A las afueras de Varsovia, bajo el manto de nieve que cubre los bosques cercanos, un convento esconde un terrible secreto: entre las plegarias y cantos de la comunidad, se cuelan los gritos de dolor de varias hermanas víctimas de un odio que ha profanado el santuario de sus entrañas.

¿Qué hacer con esas criaturas engendradas a la fuerza? Lo que para la inexperta matrona que acude en su auxilio (una espléndida Lou de Laâge) se antoja “muy simple”, no lo es tanto para las atormentadas religiosas, cuya consagración a Dios se ve amenazada por un suceso que puede ser causa de rechazo y escarnio público.

No corre peligro su voto de pobreza, a tenor de la austeridad que preside cada una de sus tareas domésticas; pero sí entra en crisis su castidad (¿es pecado mostrar su cuerpo o dejarse tocar en tales circunstancias?), a la que todas ellas se deben, por más que resulte “incomprensible” a los ojos del mundo. E incluso su obediencia, quebrantada para buscar una salida a la situación, aun cuando suponga contravenir la inflexible actitud de la madre abadesa.

Mientras el recuerdo del horror atenaza la voluntad de sus protagonistas, la realizadora luxemburguesa nos invita a contemplar –nunca a juzgar– a unos personajes confundidos, presos del miedo y las contradicciones, que tratan de encontrar respuestas a su angustia en un universo de contrastes y sentimientos encontrados. Un claroscuro vital felizmente rematado por la bella y fría fotografía que acompaña a esta narración de ritmo contenido y mirada serena.

Cuando rezar parece el único consuelo, aunque en ocasiones ni siquiera eso reconforte, Las inocentes pone de relieve que el oficio y la vocación se necesitan tanto como la ciencia y la fe, que detrás de todo gozo –no solo el que acompaña a la maternidad– está la cruz, y que “la fe –bien lo saben estas mujeres, ya lleven hábito o uniforme– son 24 horas de duda y un minuto de esperanza”. Unas y otra, creyentes o no, encarnan lo mejor del alma femenina: misericordia que se derrama y vida alumbrada para iluminar la barbarie humana. Un excelente regalo de una excelente película, una de las grandes del cine religioso reciente.

Las inocentes, fotograma de la película

FICHA TÉCNICA

Título original: Les innocentes

Dirección: Anne Fontaine.

Guión: Sabrina B. Karine, Alice Vial, Anne Fontaine, Pascal Bonitzer, Philippe Maynial.

Fotografía: Caroline Champetier.

Música: Grégoire Hetzel.

Producción: Eric Altmayer, Nicolas Altmayer.

Intérpretes: Lou de Laâge, Agata Buzek, Agata Kulesza, Vincent Macaigne, Joanna Kulig, Eliza Rycembel, Anna Próchniak, Katarzyna Dabrowska.

Publicado en el número 3.018 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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