Santos-Uribe: ni el Papa pudo lograr el milagro

papa Francisco recibe a Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe para hablar sobre el proceso de paz en Colombia 16 diciembre 2016

Francisco se reunió con el presidente y el opositor para tratar del proceso de paz en Colombia

papa Francisco recibe a Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe para hablar sobre el proceso de paz en Colombia 16 diciembre 2016

El Papa, con Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe en el Vaticano el 16 de diciembre

JAVIER DARÍO RESTREPO, director de Vida Nueva Colombia | El mundo se había sorprendido con las noticias del 2 de octubre sobre los resultados del plebiscito. Cuando el sentido común indicaba que los colombianos cerrarían filas alrededor de los acuerdos de paz, las urnas dijeron otra cosa y mostraron un país dividido sobre un tema que generalmente une: la paz.

Si a alguien se le había olvidado esa singularidad incomprensible de los colombianos, tuvo que recordarla, con mayor sorpresa todavía, al ver al presidente Santos con su opositor, el expresidente Uribe, sentados frente al escritorio del papa Francisco el pasado día 16. Alguien recordó que era el método de Bergoglio para limar las asperezas de alumnos que reñían: sentarlos uno al lado del otro para promover un encuentro. Santos y Uribe, frente a él, lo escucharon con cortesía, pero no hubo encuentro.

Los titulares de prensa no disimularon el desconcierto. Periodistas y lectores esperaban un milagro que ni el Papa pudo lograr. Pero el hecho, aun con todo espectacular, tuvo consecuencias. A pesar de la presencia papal y de la cercanía física entre estos dos protagonistas de la vida política colombiana, nada logró alterar un hecho: ni siquiera la paz une a los políticos colombianos, que, por separado y frente a sus seguidores, se autoproclaman constructores de ella.

Los periodistas que siguen en detalle la actividad del Vaticano y conocen bien la finura y eficiencia de su diplomacia vieron este encuentro como un revés y comenzaron a buscar a los autores intelectuales del desastre. Por eso pasaron por alto el resultado que destacó el presidente Santos: el apoyo total del Papa al proceso de paz. El Pontífice reiteró expresiones anteriores, pero esta vez les había agregado el contexto. Las expresiones de Santos se escucharon como una hábil y optimista versión de un episodio pobre en resultados. Pero cuando el apoyo papal se examina no solo a la luz de lo que dijo, sino de lo que dejó implícito, queda claro su significado y el de la sorprendente convocatoria a los dos líderes políticos.

Antes de la reunión con ambos, el Papa los había recibido por separado, había escuchado sus versiones y, después, se habían reunido los tres. Uribe había tenido la oportunidad de expresar sus temores: la llegada del castrochavismo a Colombia, la impunidad para los crímenes de la guerrilla, el peligro de una guerrilla convertida en partido político y la amenaza de la ideología de género para la institución familiar. Con este discurso, había indignado a los electores; también podía alertar al Papa, puesto que ya había encontrado oído atento en algunos obispos.

El presidente Santos había ofrecido su versión, de modo que, al tenerlos enfrente, el Papa tenía claras la naturaleza y la magnitud de las diferencias que separaban a sus interlocutores. Su apoyo al proceso, su respaldo a las acciones de paz, a pesar de los pronósticos oscuros del expresidente, significó que existía una prioridad, la de la paz, y que todo lo demás vendría después.

En una guerra –ha dicho Francisco–, lo primero son los heridos; para él, las discusiones teóricas, las otras actividades, vienen en segundo lugar. Colombia, tras más de medio siglo de violencia, es una nación herida. Esta es una prioridad que aún no está clara para los políticos colombianos, que durante casi dos siglos han puesto en primer lugar sus ambiciones, sus odios y venganzas; por esto han sido posibles las guerras que han acompañado, como un contrapunto trágico, la historia de este país. Desde este punto de vista, es explicable que la paz, en manos de los políticos, se transforme en otro factor de división.

¿Les quedó claro esto a los interlocutores del Papa? ¿Lo leyó así el mundo? Esta certeza es el mayor aporte de una gestión que pareció un revés diplomático.

Publicado en el número 3.017 de Vida Nueva. Ver sumario

 


LEA TAMBIÉN:

Compartir