Cuento de Navidad 2016: ‘La re-nacida esposa’

ilustración de Tomás de Zárate para el cuento de Navidad 2016 escrito por Ángeles López

“Mi error fue, un día, abrir los ojos y mirar; o quizá sea todo lo contrario”

ilustración de Tomás de Zárate para el cuento de Navidad 2016 escrito por Ángeles López

Texto: ÁNGELES LÓPEZ. Ilustraciones: TOMÁS DE ZÁRATE | La maldad de los buenos y la bondad de los malos. El mundo tiende a reducirse a eso… y no suele ser cierto. Me juré que no volvería a escribir después de la muerte de mi padre o, cuando menos, me convencí de que no podría. No sabría decir si por penitencia o como autocastigo, pero desde aquel día en que me quedé malsentada con todo el arsenal de dolor sobre la falda, solo he podido arañar líneas informativas, con más poca que buena fortuna, para comer. Yo no quería tener razón, sino que me la dieran. Querría haber escrito novelas insobornables, corrosivas; ser una autora descarnada y dueña de un mundo donde existe la moral pero no la clemencia. Desearía haber escrito tantas cosas, que el tiempo se me ha ido en menudencias. En llorar a quien no volverá y en lamerme las heridas que autoafirman una falta de inspiración que quizá nunca tuve.

La única novela que publiqué, acaso fuera por un error de Seix Barral y porque hacía pie en la tradición guerracivilista que imperaba en aquel momento. Las víctimas de la contienda funcionaban en los estantes de las librerías y no había forma de parar la impresión y reimpresión de novedades.

Se acerca Navidad. Son días crueles para todos aquellos a quienes nos faltan seres esenciales en nuestra nómina vital. A mí me falta él; me faltará el resto de mi vida. Pero creo que es la forma en la que ha decidido vivir en mí. Con él enterré todos mis advientos, las esperas ilusionadas, la confianza de sentirse libre o, al menos, tierra prometida.

Por eso, mientras estrenaba el mundo de una nueva mañana pensando en la cena de Nochebuena que me tocaba preparar –¿rape o besugo?–, algo detonó en mí, lejos de tanta menudencia. Hizo falta más de una herida para que yo me convirtiera en mí misma, en la muda escritora que no soy. Hizo falta María (siempre nos llamamos María), la nueva vecina del rellano, desde hacía pocos meses. Todos tenemos una historia; algunos pueden presumir de varias, pero, en este momento, toda mi energía se centraba en una sola: en la de ella. Porque pude leer en María; su cuerpo me hablaba.

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Publicado en el número 3.017 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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