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‘Psicología y teología’


Una obra de Amedeo Cencini y Alessandro Manenti (Sal Terrae) La recensión es de José María Fernández-Martos, SJ

Psicología y teología, un libro de Amedeo Cencini y Alessandro Manenti, Sal Terrae

Título: Seguirle por el camino. Con Simón Pedro

Autores: Amedeo Cencini y Alessandro Manenti

Editorial: Sal Terrae

Ciudad: Santander, 2016

Páginas: 304

JOSÉ MARÍA FERNÁNDEZ-MARTOS, SJ | Libro de fuste y con ambición intelectual. Interesante por contenido y método. Libro de estudio, no para apresurados. Quiere hacer convivir productivamente a psicología y teología. Busca una “mediación psíquica al misterio”. Su lectura requiere cierta familiaridad con entresijos y términos de la psicología e inquietud por dar base humana creíble a la fe. Es un deber ser inteligente. Podría ayudar mucho a los que orientan en seminarios y en la vida religiosa.

Psicología y formación (Paulinas, 1998) dibujaba al hombre abierto al mundo de los valores. Este da un paso más y lo proclama complementario del hombre “teológico”. Tierra y cielo se ayudan. Ambos pisan con respeto y asombro el terreno de la “misteriosidad” humana: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?” (Salmo 8, 5).

El ser humano camina como Jacob por tierra desconocida, espoleado por la insatisfacción y peligrosidad de la realidad (Gn 28, 10-22). Encontraremos ángeles que suben desde la dura tierra y ángeles que bajan a iluminarnos. Doble reclamo: de la libertad que ansía suficiencia y de la Trascendencia que nos supera. La psicología recuerda a la teología la tierra, el tiempo, lo que nos enamora o distrae. La teología alivia lo trágico de la psicología, mostrándole la Alianza amorosa anudada en la Encarnación y la Resurrección, que vence a la muerte y colma el deseo de trascendencia del hombre. Sendos ángeles se cruzan en la escala que cose cielo y tierra, regalándose asombros.

Amedeo Cencini y Alessandro Manenti abren las ventanas con las que la psicología se asoma al misterio desde la misteriosidad y profundidad humana. Pretenden legítimamente que la psicología no solo sea simple chica de servicio (ancilla theologiae) de la señorial teología. Piensan que la teología, a veces, no quiere promocionar a su servidora. Quieren una colaboración a un “nivel mucho más profundo, epistemológico y no meramente funcional”. Diseñan un camino que “conduzca desde el pensamiento psicológico a la teo-logía (para estudiar y para hacer), del sentir psicológico a la teo-fanía (para experimentar), del saber psicológico a la teo-patía (para vivir con pasión).

Del misterio al Misterio

La conocida antropología de estos autores confronta una aproximación subjetiva (sálmica) con otra más objetiva (sapiencial) de valores acertados pero no interiorizados. Tratan de construir un puente desde el misterio al Misterio. Se justifica su convicción de que ni la sola investigación psicológica da cuenta exhaustiva de la bipolaridad del hombre, ni el polo objetivo pero “descarnado” de la revelación puede elevar y transformar la peripecia humana. Ese puente puede transitarse desde el polo de la fe o desde la orilla de la vida, pero lo iluminador e importante –para la fe y para la vida– es que las dos direcciones de marcha se encuentren. Los autores captan en la urdimbre psicológica de la persona un preguntar de hondura insospechada. La pedagogía objetiva quiere salvar respuestas y valores anclados en la revelación. Esta complementariedad de las dos pedagogías es mérito excelente del libro.

A mi parecer, podrían haber argumentado mejor su afirmación de que “la categoría misterio es categoría teológica, pero también psicológica”. Les hubiese ayudado introducir un dúo lingüístico distinto: “enigma” y “misterio”. El hombre es, para sí mismo, un enigma que nunca puede descifrarse del todo: es un enigma constitutivo. Y, como tal, es un atisbo del Misterio Último que se deja entrever desde su propio enigma. El hombre visita en su enigma el atrio de la insondable y radical misteriosidad de Dios. Tanto el hombre como Dios nos pueden producir “asombro”, pero de muy distinto calibre. El “más allá” de Dios goza de cierta connaturalidad con el “más acá del hombre” creado a su imagen y semejanza.

Su pedagogía se apoya en una antropología que nace de dos preguntas: ¿a qué llama Dios al hombre? ¿Cómo debe preparar este su sistema motivacional para acoger y responder a esa llamada? La respuesta a estas dos preguntas ha dado impulso y originalidad a su Instituto de Psicología de la Gregoriana.

Abunda en páginas espléndidas e iluminadoras para cualquier discernimiento en el capítulo dedicado al inconsciente y al compromiso de vida, o acerca de bien aparente y bien real, patología y salud psíquica, apariencia de bien y afectos…

Todo ello evidencia que el libro es fruto maduro del método que defiende: vida y fe visitándose mutuamente con afecto y hondura. El lector podrá disfrutar de inesperadas matizaciones e interpretaciones brillantes. ¡Ojalá abunden los avezados en frecuentar el espacio del enigma de la psique y enamorados del Misterio que habita en toda teología sana!

Publicado en el número 3.016 de Vida Nueva. Ver sumario

Actualizado
16/12/2016 | 00:07
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