¿Escuchan al Papa los economistas?

El discurso económico de Francisco como hecho comunicacional

portada Pliego Escuchan al Papa los economistas 3016 diciembre 2016

RAÚL GONZÁLEZ FABRE, ICADE Empresariales / entreParentesis.org | El pontificado de Francisco está suponiendo un vendaval comunicacional, tanto por lo que el Papa dice y hace como por las reacciones encontradas en torno a ello. De entre los diversos grupos que reaccionan a la comunicación-Francisco, resultan de especial interés los economistas. Nos referimos a economistas sea por preparación o por la práctica del oficio: en este mundo de geometría profesional variable, llega uno a ocuparse de la economía no solo por estudios, sino también por la política, por la empresa, tratando sistemáticamente de ella en la prensa o en Internet.

Los políticos y los empresarios raramente contradicen en público al Papa. Ambos dependen de la aprobación popular –por los votos o por las ventas– para mantener sus posiciones, de manera que prefieren no aparecer oponiéndose a una figura popular con muchos admiradores y pocos enemigos declarados. Pero los economistas, precisamente por ser en muchos casos tecnócratas o ideólogos no inmediatamente sujetos a votaciones ni mercados, o divulgadores y opinadores, pueden decir lo que piensan con más libertad. Sus reacciones al discurso económico del Papa resultan más interesantes que las dictadas por cálculos estratégicos de corto vuelo.

En este artículo vamos a tratar de la enseñanza económica de Francisco como hecho comunicacional. Ello requiere atender tanto al contenido del mensaje papal como a las reacciones que suscita. (…)

1. ¿De qué ‘economía’ habla el Papa?

2. La estructura del mensaje papal en economía

3. Cuidado con el clericalismo

4. Los gestos

5. Lo fundamental del mensaje de Francisco

El papa Francisco ha enfatizado tres grandes problemas de la economía contemporánea:

La integración económica de los pobres y, con ella, el tema de la desigualdad (puesto que la desigualdad aguda genera separación de los modos de vida y, por tanto, desintegración social).

La persistencia de la esclavitud económica, el tráfico de personas y su rol en los movimientos migratorios del sur al norte; un tema central en Europa, pero también en torno a China, en la frontera sur de Estados Unidos, en Japón, el Golfo Pérsico, Australia, Sudáfrica, incluso Argentina… Dondequiera que hay una frontera entre perspectivas razonables de futuro y cierre de esas perspectivas por la miseria, la guerra y/o el cambio climático.

La degradación medioambiental por efecto de la actividad humana de producción-consumo; y la vinculación entre explotación ecológica del planeta y explotación social de las poblaciones pobres.

Podríamos decir que estos tres temas estructuran el nivel más arriba de nuestro esquema triangular en la preocupación de Francisco, donde se define lo deseable y lo indeseable. (…)

6. Las reacciones

7. Pobreza, desigualdad y conservación

8. ¿Políticas económicas de quién?

9. Una tradición consistente sobre los mercados

10. ¿Cero políticas?

11. ¿Aplaudir sin entender?

12. Contra la cultura dominante en las estructuras

13. Contra la cultura dominante en las personas

Algo parecido ocurre en el terreno ético. Vivimos en una economía de consumo cuyo fin no es cubrir necesidades humanas, sino aumentar las ventas estimulando la demanda.

Ya a comienzos de 1929, Charles Kettering había enunciado su misión como jefe de Consumer Research de General Motors: la creación de insatisfacción para que la gente comprara coches (“Keep the consumer dissatisfied”, se titulaba su artículo). El argumento de Kettering era muy obvio: si la gente está satisfecha con el que tiene, no comprará un coche nuevo; si no se venden coches nuevos, se perderán los puestos de trabajo de la industria automotriz; si esa industria cesa, se ralentizarán también las minas, los pozos petroleros, las industrias auxiliares; y, con todo ello, la investigación y el desarrollo se vendrán al suelo. El resultado será la parálisis tanto económica como tecnológica. Unos meses después, siguió la Gran Depresión, que fue un colosal fallo de los mercados, pero Kettering no podía saberlo de antemano.

El Papa propone un cambio de las preferencias personales exactamente en sentido contrario: en vez de querer un coche más potente si nuestra necesidad ya está satisfecha, ocupemos nuestros recursos en mejorar la suerte de los empobrecidos y en asegurar la sostenibilidad del planeta. Ordenemos, desde dentro de las personas, desde sus opciones morales, la propiedad a las necesidades humanas de todos, no a la adquisición y disfrute de más objetos de consumo por cada uno.

Pero nuestra economía está montada, de hecho, al revés. Incluso podríamos añadir otro caballo a la diligencia, notando que prácticamente nadie compra ni fabrica coches más que a crédito, de manera que la demanda de coches, y toda la actividad, la investigación y el empleo que de ella se derivan dependen de las finanzas. En tal economía, el argumento de Kettering se sostiene.

Quizás por eso, en este aspecto de fondo, pocos economistas siguen al Papa, aunque muchos reconocen que la crisis presenta raíces profundas en ciertas preferencias de la gente generadas por la cultura de consumo, y que pueden temerse consecuencias desastrosas tanto sociopolíticas como demográficas y ecológicas. Los economistas americanos no llaman a esto la Gran Depresión, sino la Gran Recesión, pero su mensaje es parecido: los mercados han vuelto a fallarnos. El Papa explica por qué, desde dentro de las personas.

14. El lugar del Papa en la discusión económica

Publicado en el número 3.016 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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