Agustinos: el cambio encarnado en la Cuba sin Fidel

Aldo Marcelo Cáceres Roldán y agustinos en La Habana Cuba actividades pastorales desde hace diez años

Diez años después de su regreso, los religiosos agustinos aprecian una mayor presencia pública de la Iglesia

Aldo Marcelo Cáceres Roldán y agustinos en La Habana Cuba actividades pastorales desde hace diez años

Aldo Marcelo Cáceres celebra una misa al aire libre en la comunidad de Santa Bárbara, a la espera de tener un templo

Agustinos: el cambio encarnado en la Cuba sin Fidel [extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | El agustino Aldo Marcelo Cáceres Roldán comparte con Francisco su nacionalidad (nació en Buenos Aires en 1970) y su pasión por encarnar “una Iglesia en salida”. Criado en Santa María, una tierra de misión para la Orden de San Agustín, su “inquietud vocacional y el cultivo de su espíritu misionero” encontraron muy pronto eco en el carisma agustino, sobre todo gracias al testimonio de “los frailes que desgastaron sus vidas por los Valles Calchaquíes”; especialmente, fray Salustiano Miguélez Romero, entregado a los más pobres y enfermos, y hoy en proceso de beatificación. Con la mayoría de edad, entró en la universidad en Buenos Aires, estudiando Ingeniería Química. Pero ya entonces profundizaba en su discernimiento vocacional. Finalmente, dio el paso y, tras varios avatares en un tiempo convulso para la congregación, en 1992 entró en el noviciado agustino. Fue en España, en el Monasterio Santa María de la Vid (Burgos).

Tras profesar en 1997, regresó a Argentina para ser ordenado presbítero. En estas dos décadas, ha publicado varios libros (como Una ética urgente, en PPC Cono Sur) y ha sido párroco, director de pastoral, formador en el profesorio y docente universitario en Argentina, España y Uruguay. Una actividad frenética, pero en la que nunca ha dejado de lado la acción con los más necesitados (en Vallecas, por ejemplo, trabajó con niños y jóvenes en situación de exclusión). Sin embargo, confiesa, “desde hace tiempo venía experimentando que Dios me pedía algo más, que debía salir de un contexto de seguridades personales e ir al encuentro de otros en situación de especial vulnerabilidad. Necesitaba donarme y adentrarme en una realidad más desafiante”.

Aldo Marcelo Cáceres Roldán y agustinos en La Habana Cuba actividades pastorales desde hace diez años

El misionero argentino Aldo Marcelo Cáceres (con gafas y camiseta blanca) llegó a Cuba en 2015

Entonces supo que la Orden pedía voluntarios para Cuba. Escuchó el testimonio de los primeros agustinos que regresaron hace ahora diez años a la Isla (los primeros agustinos, norteamericanos, estuvieron ya allí entre 1899 y 1961, siendo expulsados por la Revolución). Le describieron “momentos difíciles”, pero venció al “miedo” y se sintió llamado a “caminar junto al pueblo cubano”.

Su sueño se cumplió en octubre de 2015, empezando a trabajar con dos hermanos agustinos (Lucian Borg, exprovincial de Malta, y Gary Rye, originario de California) en la parroquia Santo Cristo del Buen Viaje, en La Habana vieja. Desde entonces, trabaja en la formación de futuros sacerdotes, religiosos y laicos. Además, Marcelo es el actual superior delegado del padre general de los agustinos para la Isla (cargo desde el que coordina todas las realidades de la Orden en el país), trabaja como docente de Ética, Pensamiento Social Cristiano y Bioética en el Centro Cultural Padre Félix Varela y colabora en distintas funciones en el Seminario Mayor, en el Centro Loyola y en el Instituto María Reina.

Pero es el trabajo en la parroquia, insertada en un ámbito tan popular como conflictivo, el que le ha dado una nueva energía en su vocación: “La gente es sencilla, alegre, calurosa y solidaria. Desde la escucha y el diálogo sincero, son el corazón de una auténtica pastoral social”. Con la ayuda de Cáritas Habana, la ONGA agustiniana, la Curia general de la Orden y otras ayudas internacionales, han dado en este tiempo un nuevo empuje a una realidad que se ha ido cultivando durante una década, desplegando varios proyectos para el desarrollo social, ético e integral de las distintas comunidades a las que acompañan en toda Cuba.

Desde la justicia y la educación

Entre las acciones, destacan estas: ayudas para mejorar viviendas, dispensarios de medicamentos, comedores gestionados junto a laicos comprometidos, programas para la tercera edad y actividades con niños discapacitados y sus familias, educación en valores a través del fútbol, talleres para niños integrados en la catequesis, construcción de templos y casas de espiritualidad abiertas a otras comunidades…

Aldo Marcelo Cáceres Roldán y agustinos en La Habana Cuba actividades pastorales desde hace diez años

Una de las acciones de los agustinos en el acompañamiento a sus comunidades

Algo esencial, pues, como recuerda sonriente el religioso, la primera vez que visitó a la comunidad de Santa Bárbara, por carecer de toda estructura, hubieron de celebrar la misa debajo de un árbol. “En el ámbito formativo –apunta–, casi el 75% de nuestros alumnos no son creyentes. Sin embargo, abren su corazón y su mente a la propuesta educativa de la Iglesia”. También se desarrolla un proyecto del arzobispado, Cuba-emprende, “orientado a acompañar a quienes inician sus primeros emprendimientos laborales” .

Todo ello, recalca el agustino, es un claro síntoma del punto en el que están las relaciones Iglesia-Estado, tras tantos avatares en estas décadas de Revolución: “No solo es tolerancia, sino mutuo respeto, estar dispuestos al diálogo para apostar por el bien común. La virtud de la prudencia y el encuentro sincero con el otro han permitido que el Estado nos deje ir abriendo campos de educación complementaria, como puedan ser la informática, el arte o los idiomas”. “Cuando inicié el proyecto para educar en valores por medio del deporte –narra a modo de ejemplo–, me citaron destacados representantes oficiales del barrio para que participara en una asamblea y, así, todos los demás supieran de nuestra contribución. Cuando las cosas se hacen desde el diálogo sincero, el amor, la verdad, la gratuidad y la solidaridad, llegan frutos sorprendentes”.

“Cuba vive un momento crucial en su historia”

Sobre el futuro tras la muerte de Fidel Castro, Marcelo cree que “Cuba vive un momento crucial en su historia, se encuentra en una dinámica sutil de reformas y cambios. Y, la misma gente, desde su creatividad y sus posibilidades, se va beneficiando para su crecimiento”.

Aldo Marcelo Cáceres Roldán y agustinos en La Habana Cuba actividades pastorales desde hace diez años

Domingo de Ramos en las calles de La Habana

En este sentido, reconoce, han sido providenciales estos hitos recientes: “El restablecimiento del diálogo con EE.UU., el nuevo diálogo con la Iglesia después de la visita de Francisco, el encuentro en La Habana del propio Papa con el patriarca ruso, Kirill, y su participación en el diálogo de paz para Colombia, también aquí”.

Pero hay una sombra que le preocupa: “Temo que los pasos de apertura que se dieron con Obama se vean ahora congelados o se impongan nuevas condiciones por parte de Trump. Sería muy duro, porque, en definitiva, afectaría al pueblo”. Eso sí, aventura, aunque un acuerdo definitivo se dilate en el tiempo, “ya no hay vuelta atrás en este proceso”.

Para ello es esencial la implicación de “todas las instituciones, incluida la Iglesia. Tenemos la responsabilidad de acompañar a los cubanos, desde el respeto y la prudencia, para que entre todos sigamos generando ámbitos de encuentro, reconciliación y desarrollo”. Es la oportunidad, concluye, de que Cuba dé ejemplo al mundo: “Los cubanos demostrarán que pueden construir algo en común. Sin imposiciones externas, han de ser parte y hacer ver cómo es posible el proyecto de un socialismo próspero y sostenible, sin dejarse infectar por el capitalismo salvaje, que mata y excluye”.

A la Iglesia le toca la simple labor (y no fácil) de “acompañar este cambio”. Los propios agustinos, diez años después de su retorno y muy conscientes de que “el pueblo de Cuba no quiere pastores encerrados en su propio corralito”, saben muy bien qué es eso de construir puentes.

Publicado en el número 3.016 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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