Paco Arango: “He visto a Dios llorar conmigo”

Paco Arango, presidente de la Fundación Aladina

Presidente de la Fundación Aladina

Paco Arango, presidente de la Fundación Aladina

ÁNGELES LÓPEZ | Paco Arango, a través de la Fundación Aladina, es el ángel de la guarda de infinidad de niños enfermos de cáncer. Su última idea es una campaña llena de abrazos, que llama achuchones, y con los que quiere conseguir un millón y medio de euros para financiar la UCI infantil del Hospital Niño Jesús de Madrid. Para esta aventura solidaria cuenta con Antonio Banderas, Mario Vaquerizo, Alaska, Pedro Piqueras, Susanna Griso o José Coronado. Además, el próximo 10 de febrero se estrena la última película que ha dirigido, Lo que de verdad importa.

PREGUNTA.- La UCI del Niño Jesús atiende cada año a más de 800 niños enfermos de toda España. ¿Qué necesitaba?

RESPUESTA.- Ante todo luz natural. Un niño estaba desconcertado después de 24 horas y ya no sabía qué hora era. El Hospital Niño Jesús es ejemplar pero es antiguo, “necesita un gran achuchón”.

P.- En todos estos años habrá visto tantas tragedias como milagros…

R.- He visto tantas tragedias que podría haber perdido la fe. Pero me ha ocurrido lo contrario: he visto a Dios llorar conmigo. Desesperado por no poder intervenir y asustado porque pensáramos que no le importamos. He visto muchos milagros. Hay uno llamativo: un niño que estaba falleciendo, hasta el punto de que llamaron al cura. A la mañana siguiente, sobrevivió y su abuela le llevo a la iglesia del hospital. Al ver la imagen de la Virgen, dijo: “Abuela, con ella me quería ir ayer, pero me dijo que tenía que quedarme”. Han pasado tres años y sigue con nosotros.

P.- ¿Estaba escrito que se dedicaría a los chavales con cáncer o alguien movió los hilos?

R.- La bendita culpa la tuvo un sacerdote. Yo quería mancharme las manos, buscar algo difícil, pero no sabía el qué. Entonces, mi amigo el padre Rafael Pardo me llamó y me dijo: “Empiezas voluntariado con niños con cáncer”.

P.- Le he oído decir que de “arriba” le mandan señales para que siga en la lucha…

R.- Lo que hacemos en Aladina no es necesario, es imprescindible. No solo porque ayudemos a los niños y a sus familias, sino para intentar que no pierdan la fe. Dios, con frecuencia, escoge a “desastres” para hacer sus obras más importantes. Así me siento: me ha dado el mando de algo que para Él es muy relevante. Que nadie piense que no llora con nosotros. En juego está algo más que la muerte: el amor.

“La fe nos brinda una oportunidad para acercarnos a lo importante”

P.- Es muy creyente. ¿No le parece que hoy, esa confesión es casi políticamente incorrecta?

R.- Sí, lamentablemente confesar nuestra fe puede ser un problema. Al mismo tiempo, esto nos brinda una oportunidad para acercarnos a lo importante, expresar desde el amor, la humildad.

P.- ¿Ha conocido a Francisco? ¿Cómo está viviendo su pontificado?

R.- Para mí, conocer al Papa sería un sueño. Creo que en él está encarnado el espíritu de Jesucristo que aceptaba a todos y que decía: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. No somos quién para juzgar, la Iglesia ha de unir y aceptar para acercarnos a la luz. Y eso es lo que ha traído Francisco.

P.- Los adultos respondemos con terror frente al diagnóstico llamado “cáncer”. ¿Cómo lo hacen los chavales?

R.- Con una naturalidad aplastante que neutraliza su efecto dañino. Son maestros que aceptan su enfermedad con bondad y desean proteger a sus familias del dolor.

P.- Por cierto, ¿le parece bonito tener más de mil hijos, sin pasar por el altar?

R.- Lamentablemente yo no tengo hijos propios, pero sí siento cada uno de los 10.000 niños que yo he tratado como míos. Quizá el hecho de no tenerlos me ha permitido hacer todo lo que hago en Aladina.

Dicto sentencia

  • “Decidí hacerme voluntario porque había tenido mucha suerte en mi vida y acabé en un hospital oncológico. Cuando vi a los niños enfermos, cambió mi vida. En vez de huir del dolor, quería apagar ese fuego”.
  • “Mi primera película –Maktub– trata de un niño que conocí en el Niño Jesús y a quien prometí que con la recaudación haríamos un centro para el trasplante de médula, que es hoy realidad”.
  • “En la Fundación atendemos a más de 1.000 niños a pie de cama y para mí son mi familia. Los médicos están para curar y nosotros para cuidar el alma y que el espíritu no decaiga”.

Publicado en el número 3.016 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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