Editorial

Los diáconos no son parches

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Madrid ha acogido el XXXI Encuentro Nacional del Diaconado Permanente. Medio siglo después de que el Concilio Vaticano II restableciera esta figura, a veces resulta complicado explicar en pocas palabras quiénes son y cuál es su misión como ministros ordenados a quienes se les ha conferido el primer grado del sacramento del Orden.

Lumen Gentium subraya que el diácono recibe su ordenación “para el servicio” y no “para el sacerdocio”. Según esto, se definen clérigos sin ser sacerdotes, pero tampoco son laicos. De ahí que en ocasiones se haya malogrado la referencia a ellos como monaguillos adultos, sacristanes, mediocuras o simples sustitutos allí donde no llega el presbítero.

En España hay 411 diáconos permanentes con una presencia geográfica dispar, en algunos casos meramente simbólica. A la luz del sondeo realizado por Vida Nueva entre los asistentes a estas jornadas, queda mucho por hacer para desarrollar esta figura milenaria. Sobre todo, teniendo en cuenta que la mitad de ellos se ha visto como un “parche” frente a la falta de vocaciones.

Su ser y hacer les ha impulsado
como una minoría creativa desde la gratuidad
y fidelidad en lo cotidiano,
una entrega que la Iglesia no ha sabido apreciar
ni potenciar lo suficiente.

Por eso, analizar la presencia, acogida y libertad de movimiento con la que los diáconos permanentes cuentan en una diócesis puede ser un termómetro a tener en cuenta para valorar tanto la comunión del clero como la madurez del laicado en la zona. Aunque en algunos casos se cuenta con diáconos célibes, lo habitual es que sean ordenados para el diaconado permanente en nuestro país hombres casados.

Precisamente, integrar este carácter familiar que se confiere a este ministerio podría ayudar aún más a desclericalizar y humanizar la mirada evangélica de la Iglesia en tanto que el diácono permanente se presenta desde su realidad matrimonial como brazo apostólico en medio de la sociedad, entre la gente del pueblo, del barrio o de su lugar de trabajo. Quizá desde ahí también se pueda comprender que, en su mayoría, miren con buenos ojos la comisión creada por Francisco para el estudio del diaconado femenino.

Mientras se profundiza en este debate, los diáconos permanentes intentan esclarecer cualquier duda que se cierne sobre ellos en lo cotidiano desarrollando su ser y hacer, que radica en su identificación con Cristo siervo. Se perfilan así como una minoría creativa dentro de la Iglesia que se desprende del triple ministerio de la palabra, la liturgia y la caridad, traducido en múltiples tareas, desde el trabajo en la acción social, en la administración o como celebrante en un bautizo o una boda.

Pero nunca como funciones adquiridas que supongan un fin en sí mismas, sino desde una entrega con una gratuidad y fidelidad que la Iglesia no ha sabido apreciar ni potenciar lo suficiente.

Publicado en el número 3.015 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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