Roma y Lutero se abrazan al fin en Suecia

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Con el “ecumenismo de la solidaridad” se cierran las heridas abiertas

Al final, todo ha resultado tan natural, tan auténtico y al mismo tiempo tan profético que nos parecía un sueño que se estuviese poniendo punto final a siglos de sangrientas guerras de religión, de calumnias, de acusaciones y de mutuos enfrentamientos entre católicos y luteranos. El 31 octubre de 2016 pasará a la historia como la fecha inicial de una nueva etapa entre la Iglesia de Roma y las 145 Iglesias nacidas de la Reforma iniciada hace cinco siglos por el monje agustino Martín Lutero.

No creo que nadie se atreva a regatear a Francisco el primer mérito de esta “hazaña”; con su decisión de asistir a la conmemoración común luterano-católica de la Reforma, el Papa ha demostrado una vez más su coraje y ha lanzado el “ecumenismo de la solidaridad”. Al mismo tiempo, hay que destacar la respuesta generosa de la Federación Luterana Mundial (FLM), personalizada en su actual presidente, el obispo Munib Younan, y su secretario, el reverendo chileno Martin Junge, que han demostrado un talante auténticamente ecuménico y una sincera fraternidad evangélica. Por último, es de justicia recordar que ya Juan Pablo II y más aún Benedicto XVI participaron de forma muy activa y personal en el diálogo con la Iglesia luterana; no pueden olvidarse las palabras que Joseph Ratzinger pronunció en 2011 en Erfurt, durante su tercera visita a Alemania, sobre Martín Lutero, que ninguno de sus predecesores se hubiera atrevido a formular.

Esta introducción tiene como objeto situar al lector de esta crónica ante la verdadera perspectiva desde la que debe juzgarse la breve visita del Papa a Suecia los días 31 de octubre y 1 de noviembre; hace el número 17 de sus viajes internacionales y el sexto de este año (le precedieron los de México, Lesbos, Armenia, Polonia y Georgia- Azerbaiyán).

El día antes de la llegada del Papa, tuve ocasión de visitar la ciudad de Lund, que iba a ser el escenario del momento principal del viaje. Es la segunda ciudad más antigua del país, fundada en el año 990 y que ya en el siglo XII se convierte en el centro religioso, político, comercial y cultural de toda Escandinavia. Hoy tiene 70.000 habitantes y es una armoniosa joya urbana perfectamente conservada. En ella fue fundada en 1947 la Federación Luterana Mundial, una “comunión” de 145 Iglesias presentes en 98 países y que cuenta en la actualidad con 74 millones de fieles.

En vísperas de la llegada de sus ilustres huéspedes, la ciudad estaba literalmente tomada por un despliegue impresionante de las fuerzas de seguridad y por otro no menos visible de informadores. Llamaba la atención la casi total ausencia de banderas y de carteles de la visita; solo pudimos ver algunos de estos en una librería cercana a la catedral. Es la característica sobriedad del pueblo sueco, se nos dijo.

Kurt Koch, el artífice

Francisco con los reyes de Suecia, Carlos Gustavo y Silvia.

Francisco con los reyes de Suecia, Carlos Gustavo y Silvia.

Francisco salió de Roma poco antes de las ocho de la mañana del lunes 31. En el avión le acompañaba su séquito habitual: el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin; el Sustituto, Giovanni Becciu; el maestro de las ceremonias pontificias, Piero Marini; y el responsable de la seguridad, el comandante Domenico Giani. A ellos se sumaba el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, paciente artífice del histórico acontecimiento. Durante el vuelo, el Santo Padre dirigió un breve saludo a los 70 periodistas que viajaban con él destacando el carácter ecuménico de su desplazamiento. A la vuelta sí que daría su habitual rueda de prensa con los medios que le acompañaban.

El avión papal adelantó su llegada al aeropuerto de Malmö, donde aterrizó a las 10:45 horas. Ya en tierra, fue recibido por el primer ministro de Suecia, el socialdemócrata Stefan Löfven, y por la ministra de Cultura y Democracia, la antigua periodista Alice Bah-Kuhnke, miembro del Sínodo de la Iglesia sueca. La Iglesia católica estaba representada por el presidente de la Conferencia Episcopal de Escandinavia, Czeslaw Kozon, obispo de Copenhague, y por el obispo de Estocolmo, Anders Arborelius, así como por el nuncio apostólico, Henryk J. Nowacki.

Fue una ceremonia sobria, bajo un cielo nublado, a la que siguió un breve encuentro entre el Papa y el primer ministro, finalizado el cual Francisco se trasladó al Centro Médico de Igelosa, distante 40 kilómetros del aeropuerto, que ha sido su residencia. Mientras almorzaba en privado, en Lund se desarrollaban dos comidas oficiales; la primera, en el Gran Hotel, era la ofrecida por el primer ministro al cardenal Parolin; la segunda se desarrollaba en la sede de la universidad y era una iniciativa de la Iglesia luterana sueca, cuya primacía la ostenta la arzobispo Antje Jackelén, en honor del cardenal Koch, acompañado por el secretario del pontificio consejo, el arzobispo Brian Farrell, y de otros miembros del séquito papal, como el director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke.

Mientras, habían llegado a Lund los monarcas suecos, Carlos Gustavo XVI y su gentil esposa, Silvia; a su llegada, se instalaron en el Palacio Real, una residencia medieval construida por el rey de Dinamarca cuando este país dominaba toda la provincia escandinava. A la una y media llegó la comitiva papal. Francisco fue cordialmente saludado y acogido por la real pareja, con la que mantuvo el habitual encuentro protocolario; la parte más privada del mismo se desarrolló en castellano, lengua que la reina practicó en sus años de trabajo como intérprete, durante los cuales precisamente conoció al joven rey, casándose en 1976.

le recibe al pie del avión el primer ministro, Stefan Löfven

Le recibe al pie del avión el primer ministro, Stefan Löfven

Finalizado el encuentro, el Papa y los reyes se dirigieron a pie hasta la contigua catedral; durante el breve paseo recibieron el homenaje de algunos centenares de jóvenes estudiantes de la prestigiosa Universidad y de diversas personas previamente filtradas y controladas por la policía. La comitiva la abría un simpático grupo infantil, vestido con túnicas color burdeos y que no cabía en sí de la emoción al verse implicado en ceremonia tan solemne, además de que se debatía entre las risas y la fingida seriedad. En el dintel del imponente templo románico, cuyos orígenes se remontan a los siglos XI y XII, fueron recibidos por la arzobispo primado de Suecia, Antje Jackelén. El cortejo lo abrían ella y el arzobispo de Estocolmo, Anders Arborelius, seguidos por el secretario de la FLM, Martin Junge, y cerrándolo Francisco y Younan.

La nave central la ocupaban personalidades religiosas llegadas de todo el mundo y representantes de las diversas confesiones cristianas de Suecia, así como de otras religiones. El himno de entrada –un entusiasta Aleluya– fue interpretado por un nutrido grupo de cantantes de ambos sexos caracterizado por el exotismo de sus vestidos y, sobre todo, por la belleza de sus voces. Llegados al altar central, dedicado a san Lorenzo, dio comienzo la plegaria ecuménica común. Después de la lectura del Evangelio de Juan donde Jesús habla de la vid y los sarmientos, tomó la palabra el Secretario de la Federación Luterana Mundial. El reverendo Junge, después de lamentar las “acciones violentas y cargadas de odio” del pasado, reconoció que “es muchísimo más lo que nos une que lo que nos separa. (…) Se quebró lo que nunca debió quebrarse: la unidad del Cuerpo de Cristo. (…) Confiemos en las fuerzas centrípetas del bautismo, don de esperanza para una humanidad que anhela vivir en paz y justicia, reconciliación y solidaridad. (…) Cristo nos invita a ser embajadores de la solidaridad”.

Lógicamente, la atención se centraba en la homilía que iba a pronunciar el papa Francisco; habló en español, pero todos los presentes tenían a disposición la traducción en diversas lenguas. Su exordio partió de las palabras de Cristo en el Evangelio de Juan, que expresan “su deseo de unidad para todos los que creen en Él. Nos dice que Él es la vid verdadera y nosotros los sarmientos, y que, como Él está unido al Padre, así nosotros debemos estar unidos a Él si queremos dar fruto”.

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Momento de la histórica celebración ecuménica en la catedral de Lund

“En este encuentro de oración, aquí en Lund –prosiguió–, queremos manifestar nuestro deseo común de permanecer unidos a Él para tener vida. (…) Es también un momento para dar gracias a Dios por el esfuerzo de tantos hermanos nuestros, de diferentes comunidades eclesiales, que no se resignaron a la división, sino que mantuvieron viva la esperanza de la reconciliación entre todos los que creen en el único Señor”.

“Católicos y luteranos –subrayó el Papa más adelante– hemos empezado a caminar juntos por el camino de la reconciliación. Ahora, en el contexto de la conmemoración común de la Reforma de 1517, tenemos una nueva oportunidad para acoger un camino común que ha ido conformándose durante los últimos 50 años en el diálogo ecuménico entre la Federación Luterana Mundial y la Iglesia católica. No podemos resignarnos a la división y al distanciamiento que la separación ha producido entre nosotros. Tenemos la oportunidad de reparar un momento crucial de nuestra historia superando controversias y malentendidos que a menudo han impedido que nos comprendiéramos”.

“Nosotros –añadió– debemos mirar con amor y honestidad nuestro pasado y reconocer el error y pedir perdón: solamente Dios es el juez. Se tiene que reconocer con la misma honestidad y amor que nuestra división se alejaba de la intuición originaria del Pueblo de Dios, que anhela naturalmente estar unido y ha sido perpetuada históricamente por hombres de poder de este mundo más que por la voluntad del pueblo fiel que siempre y en todo lugar necesita estar guiado con la seguridad y ternura por su Buen Pastor. Sin embargo, había una voluntad sincera por ambas partes de profesar y defender la verdadera fe, pero también somos conscientes de que nos hemos encerrado en nosotros mismos por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente”.

En este pasaje, Bergoglio citó una frase poco conocida de san Juan Pablo II, que en un mensaje dirigido al cardenal Johannes Willebrands, presidente del entonces conocido como Secretariado para la Unidad, afirmaba: “No podemos dejarnos guiar por el deseo de erigirnos en jueces de la historia, sino únicamente por el de comprender mejor los acontecimientos y llegar a ser portadores de la verdad”. “Con esta nueva mirada al pasado –matizó el Papa–, no pretendemos realizar una inviable corrección de lo que pasó, sino ‘contar esa historia de manera diferente’, como afirma el documento Del conflicto a la unidad, de la Comisión Luterano-Católica romana”.

Lutero anticapitalista

Este era el título de la portada de la edición dominical del 30 de octubre del Frankfurter Allgemeine Zeitung, el más influyente de los periódicos alemanes. En un erudito artículo, Ralph Bollmann desmonta la tesis del sociólogo Max Weber según la cual la ética protestante es la esencia y el espíritu del capitalismo; por el contrario, afirma el articulista, una buena parte de la rebelión teológica de Martín Lutero estuvo motivada por el rechazo que le provocaba la explotación de los pobres por los ricos, incluida entre estos  la Iglesia católica. Discutible o no, esta es una de las muchas cosas que descubriremos sobre el reformador cuando comienza en toda Alemania el Año Lutero, una operación turístico-comercial de gran envergadura.

Aportación a la Iglesia

“Sin duda, la separación –siguió reflexionando el Pontífice, al que todos escuchaban con un inmenso respeto– ha sido una fuente inmensa de sufrimientos e incomprensiones, pero también nos ha llevado a caer sinceramente en la cuenta de que sin Él no podemos hacer nada.. (…) Con gratitud, reconocemos que la Reforma ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia”.

Llegado a este punto, Francisco hizo estas acotaciones sobre el reformador por antonomasia: “La experiencia espiritual de Martín Lutero nos interpela  y nos recuerda que no podemos hacer nada sin Dios. ‘¿Cómo puedo tener un Dios misericordioso?’. Esta es la pregunta que perseguía constantemente a Lutero. En efecto, la cuestión de la justa relación con Dios es la cuestión decisiva de la vida. Como se sabe, Lutero encontró a ese Dios misericordioso en la Buena Nueva de Jesucristo encarnado, muerto y resucitado. Con el concepto de ‘solo por la gracia divina’, se nos recuerda que Dios tiene siempre la iniciativa y que precede cualquier respuesta humana, al mismo tiempo que busca suscitar esa respuesta. La doctrina de la justificación, por tanto, expresa la esencia de la existencia humana delante de Dios”.

af_5_ambiente3_optA continuación, se desarrolló un rito muy inspirado en las tradiciones suecas (ligado a la famosa fiesta de santa Lucía, el 13 de diciembre): seis cándidas jovencitas fueron encendiendo con sus velas los seis cirios del altar central de la catedral. Finalizada esta ceremonia litúrgica, el Papa y Younan estamparon sus respectivas firmas al pie de la Declaración Conjunta que católicos y luteranos han querido como testimonio de la conmemoración luterano-católica de la Reforma.

“Los cincuenta años de constante y fructuoso diálogo entre católicos y luteranos –se reconoce en la Declaración Conjunta– nos ha ayudado a superar muchas diferencias y ha hecho más profunda nuestra mutua comprensión y confianza”. Al mismo tiempo, en referencia al llamado ecumenismo de la sangre, “nos hemos acercado más unos a otros a través del servicio al prójimo, a menudo en circunstancias de sufrimientos y persecución”.

A su vez, lamentan haber dañado la unidad visible de la Iglesia: “Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos piden una conversión permanente para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado no puede ser cambiado, lo que se recuerda y cómo se recuerda puede ser transformado. (…) Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión”.

Tras lamentar la imposibilidad, por ahora, de compartir la Eucaristía como “expresión concreta de la unidad plena”, la Declaración Conjunta plantea el llamado ecumenismo de la solidaridad y de la acción conjunta entre luteranos y católicos, como ya está sucediendo en algunas partes del mundo. “Pedimos a Dios inspiración, impulso y fortaleza para que podamos seguir juntos en el servicio, defendiendo los derechos humanos y la dignidad, especialmente de los pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia. Dios nos convoca para estar cerca de todos los que anhelan dignidad, justicia, paz y reconciliación. Hoy, en particular, elevamos nuestras voces para que terminen la violencia y el radicalismo que afecta a muchos países y comunidades y a innumerables hermanos y hermanas en Cristo. Nosotros, luteranos y católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al extranjero, para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo”.

Cuidado de la Creación

En la impresionante ceremonia ecuménica

En la impresionante ceremonia ecuménica

En uno de sus párrafos finales, se afirma que ese “servicio conjunto en este mundo debe extenderse a la Creación de Dios, que sufre la explotación y los efectos de la codicia insaciable. (…) Rogamos por un cambio de corazón y mente que conduzca a una actitud amorosa y responsable en el cuidado de la Creación”. Cuando estamparon sus firmas el Papa y el presidente de la FLM, se fusionaron en un sincero abrazo, que fue rubricado por un sonoro aplauso y una cantata que el coro atacó con gran entusiasmo. Antes de abandonar el templo, el Papa se despidió de los reyes y de otras personalidades allí presentes.

A la salida de la iglesia, le esperaba un furgón, en el que tomaron asiento el Pontífice, el presidente y el secretario de la FLM, el cardenal Koch y el intérprete, el padre Jorge de Salas de Murillo. Los 28 kilómetros que separan la catedral de Lund del estadio Arena de Malmö trascurrieron en amable conversación, mientras ya declinaba la luz del día. Había ya oscurecido cuando llegaron al campo, donde se había construido un grandioso escenario, digno de un espectáculo televisivo cuya pasarela era una enorme cruz.

Abrió el acontecimiento ecuménico una atractiva presentadora (rubia platino, naturalmente) que introdujo el acto. Después de algunos números musicales, tomaron la palabra sucesivamente Pamira, una joven india con experiencia en tareas ecológicas; el sacerdote Héctor Fabio Henao, director de Cáritas Colombia, que dio un testimonio de cómo en su país católicos y luteranos colaboran juntos en muchos campos asistenciales; una mujer de Burundi, Margherite, que trabaja en favor de los niños víctimas de tantas atrocidades; y Rose, una refugiada del Sudán del Sur. Clausuró estas intervenciones el obispo caldeo de Alepo, el jesuita Antoine Audo.

En su discurso, Francisco se refirió a estas cuatro situaciones; en el caso de Colombia, pidió “una oración especial por esa tierra maravillosa para que, con la colaboración de todos, se pueda llegar finalmente a la paz, tan deseada y necesaria para una digna convivencia humana”. Luego añadió: “Para nosotros, cristianos, es una prioridad salir al encuentro de los desechados y marginados de nuestro mundo y hacer palpable la ternura y el amor misericordioso de Dios, que no descarta a nadie, sino que a todos acoge”. Al final del acto, Cáritas Internacional y el World  Service de la FLM firmaron  una declaración en la que garantizan sus esfuerzos para seguir trabajando unidos en todas aquellas áreas en las que sea posible “desarrollar y consolidar una cultura de colaboración para la promoción de la dignidad humana y de la justicia social”.

Bergoglio muestra su cercanía con un grupo de enfermos en la ceremonia en el estadio de Swedbank, donde se vio con la comunidad católica de Suecia

Bergoglio muestra su cercanía con un grupo de enfermos en la ceremonia en el estadio de Swedbank, donde se vio con la comunidad católica de Suecia

El viaje a Suecia, en un principio, había sido programado para que durase una única jornada y que esta estuviera íntegramente dedicada al diálogo ecuménico; el anuncio suscitó una extraordinaria decepción en la comunidad católica, que así se lo manifestó a la Secretaría de Estado. La petición era tan razonable que fue inmediatamente atendida. El Papa prolongaría un día su estancia en el país escandinavo y celebraría una eucaristía con los fieles católicos de Suecia, que, según las últimas estadísticas, son 115.000; muchos de ellos son originarios de otros países (en la actual población de Suecia, la proveniencia de sus ciudadanos tiene origen en 170 naciones). El lugar escogido fue el estadio Swedbank, donde juega el equipo de fútbol del que en su día formó parte Zlatan Ibrahimovic. En ese martes 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, había más de 10.000 fieles en la grada.

Su breve homilía se centró en la “fiesta de la santidad”. “Una santidad –dijo– hecha de amor a Dios y a los hermanos. Amor fiel hasta el olvido de sí mismo y la entrega total a los demás, como la vida de esas madres y padres que se sacrifican por sus familias sabiendo renunciar gustosamente, aunque no siempre sea fácil, a tantas cosas, a tantos planes personales”. El Papa no podía dejar de citar a las dos santas nacionales, Maria Elisabeth Hesselbad, recientemente canonizada, y Birgitta Vadstena, a la que Wojtyla hizo copatrona de Europa. Francisco cerró sus palabras con un guiño en clave de futuro: “A nuestra Madre del cielo, reina de todos los santos, le encomendamos nuestras intenciones y el diálogo en busca de la plena comunión de todos los cristianos, para que seamos bendecidos en nuestros esfuerzos y alcancemos la santidad en la unidad”.

Concluía así un viaje mucho más fecundo de lo que en un principio se hubiera podido suponer. Se recordará realmente como historia viva.

Antonio Pelayo

Enviado especial

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