Marcello Semeraro: “La reforma no es una destrucción de la Curia”

Marcello Semeraro, obispo secretario del Consejo de cardenales C-9 del papa Francisco

Secretario del Consejo de cardenales

Marcello Semeraro, obispo secretario del Consejo de cardenales C-9 del papa Francisco

Entrevista a Marcello Semeraro [extracto]

JOSÉ BELTRÁN | Algo está cambiando en Roma cuando el secretario del principal organismo asesor del Papa no cuenta per se con un despacho en la Santa Sede. Tampoco lo quiere ni lo busca. “No tengo una oficina en la Curia. Me llevo los documentos a casa, así se trabaja mucho más fácilmente”, dice con naturalidad Marcello Semeraro, sin esperar privilegio alguno ante la responsabilidad que tiene. Quizá porque el Consejo de cardenales (C-9) que coordina busca, precisamente, racionalizar la organización de la Santa Sede. Quizá porque ya venía de casa –es obispo de la Diócesis de Albano– con la lección del “olor a oveja” aprendida. Quizá porque simplemente es un hombre práctico. “Uno puede haber elaborado numerosas teorías sobre pedagogía y educación, pero cuando se encuentra con un hijo adolescente, ¿es capaz de aplicarlo?”, reflexiona sobre las discusiones en abstracto que surgen en torno a la familia, durante la presentación en Madrid de la edición de Amoris laetitia (Romana editorial) que prologa.

PREGUNTA.- El cardenal Blázquez, presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha apuntado que Amoris laetitia podría considerarse un vademécum para las familias cristianas.

RESPUESTA.- Puede hablarse de vademécum en el sentido de que acompaña la vida de la Iglesia, sobre todo en relación con la familia. Ahora bien, Amoris laetitia no es un texto fácil de leer. Está bien escrito, con páginas muy sugerentes, pero requiere mucho empeño. En las reflexiones más importantes, más cruciales, se apoya enteramente en la doctrina de la Iglesia, que es una doctrina consolidada. Pongo un ejemplo: santo Tomás de Aquino es el autor más citado en este documento; de él se han tomado los principios morales que permiten sostener todo el planteamiento de esta exhortación. ¿Por qué? Porque santo Tomás de Aquino, en su moral, mira mucho a la persona, al ejercicio de las virtudes. Esto es un punto fuerte, pero, obviamente, el pensamiento de santo Tomás, su lenguaje, necesita una lectura profunda para entrar en el alma de esta enseñanza.

P.- Dice que Amoris laetitia no tiene una lectura sencilla, pero intuyo que tampoco es fácil de aplicar.

R.- Sí, aunque en verdad es la realidad de la familia la que hoy ya no es fácil de vivir. Para la vida de la Iglesia y para nosotros cristianos, la realidad de la familia es una realidad central. Pero en la vida de la sociedad hoy nos damos cuenta de que la familia no es ya un elemento central. La dificultad está justamente en esto: considerar como central algo que, en cambio, hoy día es cuestionado. La realidad, con todas sus nuevas teorías –que realmente son ideologías, corrientes de pensamiento–, desmantela y procura hacer caer la realidad de la familia. Tal vez justamente por esto el Papa recurre en el título de la exhortación a un elemento universal: la alegría, la búsqueda de la felicidad. Es importante ver cómo también en Evangelii gaudium busca el encuentro a través del lenguaje de un sentimiento común: la alegría. El Papa no quiere teorizar sobre la familia, sino que quiere darnos a los discípulos de Jesús una ayuda para llevar la alegría a una realidad que hoy en día está fuertemente en crisis, y, a través de la alegría, procurar hacer esta obra de reconstrucción de la sociedad.

P.- Habla usted de la importancia del lenguaje. Francisco publica un tuit: “Cambiemos el lenguaje de la condena por el lenguaje de la misericordia”.

R.- El lenguaje de la misericordia es el lenguaje de Jesús. Hace unos días, leíamos en el Evangelio la historia de Zaqueo. Él era un pecador. Más aún: era un pecador visto con malos ojos. En cambio, Jesús lo va a buscar. Esta es la paradoja. Zaqueo busca ver a Jesús, pero, en realidad, es Jesús el que está buscando y lo descubre. Él procura subirse al árbol, pero el Evangelio dice: Jesús levanta la mirada, es decir, es él quien lo está buscando. Ahora, el lenguaje de la misericordia es un poco el lenguaje del encuentro, el lenguaje de aquella cultura del encuentro que importa mucho al Papa. Lo hemos visto en el viaje ecuménico a Suecia. El contexto es pasar del desencuentro al encuentro. Tanto es así que se ha firmado una declaración común entre dos organismos –no entre la Iglesia católica y los luteranos, sino entre Caritas Internationalis y un organismo análogo luterano– para encontrarse en el hacer misericordia, en la caridad, en la atención a las realidades de sufrimiento de hoy. El diálogo ecuménico no solo con los protestantes, sino también con los ortodoxos, tiene que darse en la caridad y, por tanto, también en la misericordia, porque la misericordia es la caridad operante.

P.- Sin embargo, el lenguaje de la misericordia no está siendo comprendido por todos. Precisamente, se ha cuestionado este viaje a Suecia, la propia exhortación…

R.- Es cierto que hay resistencia al lenguaje de la misericordia, porque el lenguaje del poder no se funda sobre la misericordia. El lenguaje del poder se impone con la fuerza. La misericordia, en cambio, es un camino que se abre con dificultad. Para llegar al lugar donde me está entrevistando, hemos sufrido un atasco de tráfico, porque veníamos de la periferia al centro. Hubiese sido más fácil arrojar una bomba para llegar antes al centro. Pero la propuesta es otra. El Concilio nos ha propuesto un modelo de caminos que convergen hacia un centro, un modelo de hombres y mujeres, de cristianos, que se hermanan, que se acercan cuanto más van hacia el centro. Este es también el discurso del ecumenismo.

P.- ¿Cómo van los trabajos del Consejo de cardenales?

R.- El Consejo de cardenales está en un momento importante de su camino. Ante todo, porque ya ha recorrido una etapa significativa y ya se puede ver en la constitución de algunos dicasterios, que son también fruto de ajustes, recortes, etc. El 1 de septiembre se ha puesto en marcha el de Laicos, Familia y Vida; y en breve se impulsará el de Desarrollo Humano. Estas son las cosas que se ven, pero por debajo también hay una reorganización administrativa que ha tocado fuertemente la organización curial. Por ejemplo, la Secretaría para la Comunicación es una reforma que no se reduce a un dicasterio nuevo, sino que interviene también en otras realidades, como la misma Secretaría de Estado.

P.- ¿Hay fecha para rematar la reforma de la Curia?

R.- La reforma ya está en curso. Pero está en curso en forma de experimentación. Me viene a la mente un proverbio –creo que es africano– que dice que para conocer bien a una persona hay que caminar un año con sus zapatos. Pues bien, esta apuesta por la experimentación no se reduce a una reforma desde arriba, es decir, a algo terminado que se entrega y se aplica, sino con capacidad de adaptarse a la realidad. Partimos de una organización consolidada, válida e importante. Francisco propone a partir de ahí algunos principios. El principio fundamental se recoge en Evangelii gaudium: la misionariedad, es decir, la relación de la Curia romana con las Iglesias particulares. La Curia romana no está al servicio del obispo de Roma como tal, sino del obispo de Roma en cuanto sucesor de Pedro. Desde ahí, la Curia sirve a la comunión de la Iglesia universal y tiene que ser una ayuda para los pastores, para los obispos. Por eso está en boga también la palabra sinodalidad, que implica escucharnos mucho, consultarnos mucho. Por tanto, es una llamada a superar las barreras de la falta de comunicación y a ponerse al servicio de las Iglesias particulares.

P.- Cuando uno se pone a reformar su casa, a veces da la sensación de que es mejor tirarlo todo y volverlo a construir. ¿No ha habido esa tentación en la Curia?

R.- La idea de la reforma que tiene Francisco no es la de poner todo en discusión y recomenzar desde el principio, sino la de identificar cómo la institución puede adaptarse mejor para responder hoy a las necesidades. La reforma no es una destrucción de la Curia, porque la Curia es un óptimo instrumento de servicio. San Bernardo dice que el que gobierna debe hacerlo a tres niveles: unas cosas las tiene que hacer él en persona, otras junto a sus colaboradores y otras deben hacerlas los otros. Hacer solo, hacer con y hacer hacer. Esta es la idea de Francisco: hacer de la Curia un instrumento cada vez más dúctil. En la Iglesia católica no estaba muy en uso la fórmula Ecclesia semper reformanda, porque tiene cierto sabor a protestantismo. Pero la Curia, en tanto que instrumento, debe ser siempre mejorada.

P.- ¿Quizá los miedos y resistencias vienen de ahí? ¿De quienes temen salir constantemente de su zona de confort, como pide el Papa?

R.- Toda estructura que debe ser reorganizada encuentra resistencias. Seguro que cuando su madre propuso cambiar los muebles de la cocina de su casa, alguien de la familia dijo que podrían seguir así, que no estaban mal del todo… Las estructuras tienden a la conservación. Esto es comprensible y también interesante. No obstante, yo no veo tantas resistencias.

P.- Tuvo más Pablo VI…

R.- Pablo VI conocía bien la Curia. Pero tengamos también en cuenta que la Curia de 1967 no tenía el carácter universal que hoy ha asumido. Esta mirada exige un redimensionamiento para favorecer el contacto, la relación con el Papa. Una estructura muy grande no permite una relación frecuente con el Papa, por lo que puede suceder que una oficina vaya un poco por su cuenta. Mientras que una realidad un poquito más ágil, más ligera, ayuda a mejorar la relación.

P.- Frente a eso, alguien le dirá: una reforma es mucho más que una suma de departamentos para que uno hable en nombre de todos…

R.- En el caso del de Laicos, Familia y Vida, no se trata de tres áreas que se han reunido sin más, sino de tres realidades en íntima relación una con otra. Además, habrá notado que en las últimas instrucciones el Papa ya no habla de congregaciones, sino de dicasterios, porque se había generado una idea de que los consejos pontificios eran realidades de segundo orden con respecto a las congregaciones, cosa que no es verdad. Entonces, es preciso superar esta idea de que una voz es más importante que la otra dentro de la Curia.

P.- ¿Está ya preparada la nueva constitución que relevará a Pastor Bonus?

R.- No. Se ha hablado de los principios inspiradores, de la conversión misionera y de la sinodalidad, pero aún no se ha escrito nada. Sería inútil hacerlo ahora. Es como preparar un menú antes de preguntar al huésped. O elaborar el índice y el prefacio de un libro antes de haberlo escrito. Si ve los documentos de las reformas, están aprobados ad experimentum. No dice “por un trienio”, “por un quinquenio”… Porque lo importante es la experimentación, hacerla entrar en la vida. La constitución vendrá al final.

P.- En cuanto al tema de los abusos, ¿se da por concluido su trabajo?

R.- Es una cuestión dramática, que siempre, casi siempre, ha estado y está en el orden del día en el Consejo de cardenales. Es un tema que preocupa mucho al Papa. El Consejo de cardenales no está constituido para la reforma de la Curia. Supongo que cuando haya terminado la reforma continuará, porque está concebido para aconsejar al Papa en asuntos generales de la Iglesia.

P.- También sigue en su agenda el tema económico. No sé si ya cuadran las cuentas…

R.- Usted sabe que, si quiere sembrar la división entre personas, tiene que empezar a hablar de dinero. Pero si quiere reorganizar una entidad, agilizar y dar transparencia al tema económico es crucial. Así se ha intentado hacer buscando una mejor coordinación con la Secretaría de Economía, el IOR… Estamos también en ajustes constantes con un fin claro: la distinción perfecta entre el que controla y el que gestiona.

Personas, no categorías

Resulta casi imposible afrontar Amoris laetitia y no abordar el capítulo VIII. “Amoris laetitia no dice que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar. Porque en la exhortación no se habla de categorías de personas, sino de personas”, matiza el secretario del C-9, que también aclara otro “clásico” al hablar de la familia: la crisis. “No existe la familia perfecta. Hablamos de familias en crisis, pero, ¿qué familia no tiene crisis hoy? Crisis al educar a los hijos, crisis en las relaciones entre los esposos, crisis en la economía doméstica”. Frente a esta realidad, Semeraro apela a las tres “actitudes para las situaciones frágiles” que marca Francisco: acompañar, discernir e integrar. “El Papa nos propone un nuevo estilo pastoral: acompaña al otro para discernir cuál es la voluntad de Dios e integrarle de corazón en la comunidad”.

“No seamos como el hijo mayor…”

Mientras en otros ámbitos –también en otros tiempos eclesiales– el eje Madrid-Barcelona parecía inexistente, ahora no. Prueba de ello es que la presentación de la edición de Amoris laetitia prologada por Semeraro, reunió a Lluís Martínez Sistach y a Carlos Osoro. Tanto es así que llegaron juntos a la Universidad Pontificia Comillas. “Amoris laetitia hace un llamamiento: hemos de convertirnos todos”, explicó el cardenal emérito de Barcelona, consciente de que “muchos cristianos, al abordar sus propuestas, pueden reproducir la actitud del hijo mayor de la parábola del hijo pródigo”. En esta misma línea, el neocardenal Osoro subrayó que en la exhortación “nada es nuevo, pero todo es nuevo”.

Publicado en el número 3.011 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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