Reunión del Grupo Santa Marta: la esclavitud hoy se llama trata

Princess Inyang, superviviente de trata de personas, en la reunión del Grupo Santa Marta en el Vaticano octubre 2016

En su ecuentro en el Vaticano, buscan estrategias para liberar a las víctimas

Princess Inyang, superviviente de trata de personas, en la reunión del Grupo Santa Marta en el Vaticano octubre 2016

Princess Inyang, superviviente de la trata, ofrece su testimonio ante la mirada del cardenal Nichols

ÁLVARO DE JUANA (ROMA) | Aunque Benedicto XVI comenzó a poner sobre la mesa la lucha contra la trata de personas, ha sido Francisco el que ha encauzado este asunto. De su determinación surgió el Grupo Santa Marta en 2014, con el fin de analizar las causas y luchar contra esta lacra, tomando como modelo una asociación establecida ya en 2012 por el Episcopado inglés y la policía metropolitana de Londres.

Bajo estos parámetros, los días 27 y 28 de octubre en la Casina Pío IV, en medio de los Jardines Vaticanos, se ha dado cita el Grupo Santa Marta. Francisco se ha reunido, además, con ellos y les ha hablado de la necesidad de un “compromiso efectivo y constante tanto para eliminar las causas de este complejo fenómeno como para encontrar, asistir y acompañar a las personas que caen en los lazos de la trata”.

En representación del Departamento de Trata de Personas de la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española (CEE), acudieron Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria y miembro de dicha comisión, y María Teresa Compte Grau, directora en la UPSA del Máster Universitario en Doctrina Social de la Iglesia.

“La mayor parte de los católicos –explica a Vida Nueva Compte poco después de concluir el segundo día de reuniones– no saben lo que es la trata de seres humanos o el tráfico de personas; estamos hablando de formas de esclavitud, así que tenemos el deber de conocer el mundo en el que nos movemos”.

Compte subraya que “es un negocio criminal, que convierte a las personas en objetos y se da en nuestro modelo económico internacional, donde, al igual que se exportan diamantes u oro, hay países que exportan seres humanos de manera ilegal”. “Suelen ser países muy ricos en capital humano –agrega–, demográficamente muy potentes”.

En una de las sesiones participó un militar nigeriano que, como recoge la docente, “explicó que existe una demanda muy solvente de prostitución y pornografía en países en los que la pobreza es brutal y las mujeres viven ya en una situación de opresión y abuso”. “Es como escapar del infierno para buscar algo mejor y terminar en otro infierno”, denunció.

Por eso, concluye Compte, el Grupo Santa Marta “responde a una naturaleza muy propia de la Iglesia, que es buscar la cooperación de todos aquellos que tienen que ver en la solución de un problema que afecta al hombre”.

Una batalla esencial

Elizalde se muestra esperanzado con “el intercambio de información para liberar a las víctimas de trata”. Y es que han sido muchas las historias recabadas: “Tuvimos el testimonio de una joven a la que engañaron para venir a trabajar de cocinera y acabó en una red de prostitución, otra joven que ha estado cinco años en Europa trabajando como esclava o un joven al que le dijeron que sería una promesa del fútbol y terminó en una red de extorsión”.

El obispo cree que esta información puede ser muy útil para, además de “sensibilizar”, poder ayudar “de un modo muy eficaz en la colaboración con las fuerzas de seguridad”. “La esclavitud moderna –sentencia– es esta y las personas marginadas son las que tienen más probabilidad de caer en redes”. De ahí que la batalla que debe dar la Iglesia en este asunto “es absolutamente esencial”.

Publicado en el número 3.010 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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