José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

Ellos tampoco están en el hemiciclo


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MIÉRCOLES 26. Un día de resaca para Irene. De esos en los que parece haber una conjura universal para hacerte dejar de creer en tu profesión. De repente, una llamada da un giro. “Irene Pozo, eres el nuevo premio Lolo de periodismo joven”. Para confirmar que no se equivocó cambiando la ambulancia por una cámara y un micro. Para respaldar esos encajes de bolillos invisibles para hacer una televisión más social, más comprometida, más de Iglesia. Lolo reconocido y reconocible. Con esta “Lola”, el jurado enmienda el fallo precedente. Con creces.

JUEVES 27. Pontificio Instituto Juan Pablo II de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia. Francisco inaugura el curso. Pasa casi desapercibido. Denuncia a la ideología de género. Nada nuevo bajo el sol. Salvo su presencia. Quienes programaron la lectio magistralis convocaron a Sarah. Pero había que remozar de arriba abajo el edificio wojtyliano, que no a Wojtyla. Y para que tomen nota sus catedráticos, un tal Bergoglio como ponente.

SÁBADO 29. Escucho en la radio del coche el debate de investidura. Previsible. En todos. Con sus “síes”, sus “noes” y sus abstenciones. Con sus ausencias. No solo la de Sánchez. Voy camino de una residencia de mayores. Ellos tampoco están en el hemiciclo. [EDITORIAL: Levadura laical para transformar la sociedad]

DOMINGO 30. Termina la misa. José Luis da las gracias desde el altar. Por la colecta del fin de semana anterior. Se ha cuadruplicado con respecto a la de cualquier domingo. El Domund tira. Durante la misa había deducido que se trata de una parroquia viva. Muy viva. Y vivaz. Porque pocas veces he escuchado que el pueblo respalde con tanta energía los cantos marcados por el organista. De paso entiendo por qué el Domund aquí sí tira. Hay comunidad.

LUNES 31. Marcello Semeraro, en Comillas. Prologa una edición de Amoris laetitia. Habla en parábolas. Metáforas de la rutina para hablar de la misericordia. Se sirve de quienes hacen footing sin dirección, de los condenados sin posibilidad de reintegrarse, de la madre que adapta los pasos al ritmo del más pequeño de sus hijos. “A usted, como al Papa, se le entiende”, le piropea Pablo Guerrero. Y yo comprendo el motivo de su ser como secretario del Consejo de Cardenales que está dando un vuelco al Vaticano. Porque toca la calle y sabe abstraerla. Ver. Juzgar. Actuar.

jose.beltran@ppc-editorial.com

Publicado en el número 3.010 de Vida Nueva. Ver sumario