Luteranos y católicos hacia la unidad

¿Qué podemos esperar ante el V Centenario de la Reforma?

portada Pliego Luteranos y católicos hacia la unidad 3009 octubre 2016

PEDRO LANGA AGUILAR, OSA, teólogo y ecumenista | La Federación Luterana Mundial está de fiesta por el V Centenario de la Reforma previsto para 2017. La visita, pues, que a tal efecto realiza el papa Francisco a Suecia del 31 de octubre al 1 de noviembre me depara la oportunidad de señalar desde ahora los sólidos progresos ecuménicos entre católicos y luteranos y los dones conjuntos recibidos a través del diálogo. Queda explicado así que dedique este Pliego, en su brevedad, a cómo están hoy –cinco siglos después– dichas relaciones.

I. El acto ecuménico de Lund

II. Elocuencia de algunos datos

III. Lutero y el luteranismo

IV. Más que reforma, revolución

V. Desde Lutero hasta el fin de la época confesional

VI. Diálogo católico-luterano

VII. Doctrina de la justificación

VIII. Retos para el V Centenario

Hay muchos. Por ejemplo, distinguir entre responsabilidades parroquiales-diocesanas y de la Iglesia universal. Sería un error esperar, en los católicos, que Roma lo haga todo. Una Iglesia universal no sostenida por las Iglesias particulares sería como un edificio sin base, un árbol sin raíces o una botánica sin flores. Cumple, entonces, hacer mucho a nivel local, antes de que la Iglesia universal lo asuma. Y viceversa.

Los expertos deben afrontar cuestiones irresueltas en la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación (firmada y ratificada en 1999). Y, sobre todo, un estudio bíblico más profundo. Para ambas comunidades eclesiales, la Biblia es proclamación por excelencia de nuestra fe. De tirar por ese camino, habrá mayores progresos, seguro.

Desde el punto de vista católico, es asimismo capital comprender qué es la Iglesia, asunto decisivo al tratar del ministerio, de la sucesión apostólica y del munus petrino. La Iglesia católica pide que estas cuestiones se esclarezcan antes de hablar de comunión eclesial y comunión eucarística.

Urge ante todo concretar qué entendemos por unidad visible de la Iglesia, cuáles son sus elementos básicos, dónde situar –en el ámbito de esta unidad– diversidad y libertad. No pocos teólogos protestantes han creído que, sobre la base de la Declaración, hay una visual católica de la unidad en cuanto “ecumenismo de regreso”, concepto no aplicable ya a la Iglesia católica tras el Vaticano II.

A muchos cristianos se les hacen hoy cuesta arriba las formulaciones del siglo XVI. La justificación del pecador es tesis que normalmente ya no forma parte, entre católicos, de la instrucción catequística. Prefieren redención, gracia, don de la gracia, vida nueva, liberación, reconciliación, perdón y misericordia, no menos importantes. La divina misericordia, que Lutero sentía tan honda, resulta hoy marginal. Preciso es también aquí, pues, traducir interrogantes y respuestas de entonces a lenguaje actual que cale hondo, como entonces.

Porque no se trata solo de traducir afirmaciones dogmáticas a lenguaje moderno ni encontrar su expresión con palabras actuales. Urge ir más lejos. Por ejemplo: ¿qué significa Dios para nosotros hoy? ¿Es Cristo realmente el Hijo de Dios, que nos ha redimido con su muerte en cruz y su resurrección? Desde la fe cristiana, ¿qué significa creer en un Dios misericordioso? Con la doctrina de la justificación en mano, debiéramos responder que nuestro valor personal no depende de nuestras obras, sean buenas o malas. Antes incluso de actuar, somos aceptados y hemos recibido el sí de Dios. Su misericordia nos permite vivir. En nuestra vida actúa un Dios misericordioso, que en cada momento, y pese a todo, nos toma de la mano. De ahí el ser misericordiosos con nuestros hermanos.

Nuestro objetivo dialógico, por lo demás, persigue reconocer las propias faltas y aprender de los demás. El proceso aquí empieza por la propia conversión. Es preferible salir al encuentro del otro en lugar de impulsarlo a recorrer un camino quizás impracticable para él en un momento dado. No es renunciando a la propia tradición de fe como se hace ecumenismo, sino profundizando más y más en nuestra fe. En vez de do ut des, el ecumenismo es diálogo en caridad y verdad. A su luz, donde antes vimos contradicción, podremos ver, quién sabe, la postura complementaria.

Si así actúan, católicos y luteranos saldrán beneficiados del V Centenario y podrán mirar al futuro con esperanza. Porque no somos nosotros quienes vamos a lograr la unidad, ya que esta es don del Espíritu de Dios que nos ha sido solemnemente prometido. Ese don llegará, como tantas grandes verdades, a la luz de un nuevo amanecer.

El papa Francisco dice y vuelve a decir que es preciso derribar muros y tender puentes. Las maravillas de la gracia son imprevisibles, y este V Centenario de la Reforma, debidamente celebrado, puede contribuir a que un día también nosotros, con los ojos llenos de estupor, constatemos que el Espíritu de Dios ha derribado viejos muros para facilitar puentes de entendimiento y señalar senderos nuevos de unidad.

Publicado en el número 3.009 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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