La misericordia se cuela en el CIE

rescate de inmigrantes en el Mediterráneo

La Iglesia acompaña y denuncia la realidad de estos centros, al tiempo que clama por su cierre

Teresa Martínez Montiel, adoratriz de la Sangre de Cristo, y Brígida Moreta Velayos, carmelita misionera, voluntarias de Pueblos Unidos en el CIE de Aluche

Las religiosas Teresa Martínez y Brígida Moreta, ante la fachada del CIE de Aluche

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | En esta lluviosa mañana otoñal, Brígida Moreta Velayos, carmelita misionera, espera en la puerta para acceder a uno de los lugares más opacos, en todos los sentidos, de Madrid. Como hace dos veces por semana, dentro del programa de apoyo de la entidad jesuita Pueblos Unidos, que coordina a un equipo de voluntarios, dedica íntegras las tres horas permitidas a estar con los internos en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche.

Pese a que hablamos de personas que no son delincuentes (la ausencia de documentación puede acabar o no con la expulsión del país, pero no es delito en nuestro Código Penal), son tratadas como tal en este centro de detención, parte del antiguo penal de Carabanchel, que mantiene su esencia carcelaria.

“Lo que más impacta –cuenta Moreta a Vida Nueva– es su oscuridad. Las escasas ventanas están tapadas y durante todo el día la luz es eléctrica. Solo hay una televisión, en el comedor, y las mujeres suelen estar tiradas allí todo el tiempo. Tampoco todos pueden bajar al patio todos los días. Pero lo peor son las rejas… Las rejas te dejan claro que esto es una cárcel”.

Y así se lo transmiten los internos, con los que se entrevista para conocer su situación y, ante todo, acompañarles: “Estando con ellos te llegan sus lamentos: ‘Nos tratan peor que a animales’, ‘esto es una muerte en vida’, ‘nos hacen creer que somos delincuentes’…”. Esto último le duele en las entrañas: “Es tremendo cómo pasar por aquí les deja estigmatizados hasta el punto de ocultárselo muchos a sus familias. Al sentir que esto es una cárcel, temen que los suyos crean que son unos delincuentes y les rechacen, quedando marcados para siempre. Por eso muchos prefieren ocultarlo y pasar por esto solos”.

Esta carmelita misionera lleva ya seis años aquí desarrollando esta actividad pastoral. Pero la visita de hoy es especial. Es la primera que realiza tras lo ocurrido en la noche del 18 al 19 de octubre, cuando el CIE de Aluche ocupó una atención mediática de la que carece habitualmente, tras la protesta de 39 internos que escaparon de sus “celdas” y pasaron 11 horas en la azotea del edificio. Tras una intensa negociación, los internos dejaron la revuelta y bajaron. La versión oficial asegura que todo se cerró sin violencia y que no habría represalias para nadie. Pero, en los días siguientes, varios de los internos denunciaron haber sufrido palizas al bajar y tener la certeza de que esta acción les supondrá definitivamente la expulsión de España. De hecho, varios de ellos iniciaron una huelga de hambre como nuevo modo de protesta. Acción a la que se sumaron otros 69 internos del CIE de Barcelona. Pero, realmente, nada se sabe con seguridad de lo ocurrido esa madrugada. Por eso hoy Moreta espera en la puerta con un cosquilleo especial. Quiere saber qué pasó esa noche y, para ello, ha pedido entrevistarse con dos de los que se rebelaron. (…)

“Violación sistemática de los derechos humanos”

Ante este panorama, que se repite a grandes rasgos en los siete CIE que hay en España y en los que se calcula que, solo en 2015, pasaron por ellos unos 7.000 inmigrantes, la Iglesia ejerce una doble labor: acompañar y denunciar.

La religiosa apostólica Pepa Torres, quien lleva muchos años en el barrio de Lavapiés, en Madrid, entregada al servicio de personas migrantes en situación de vulnerabilidad, pide indignada el cierre de los CIE: “En ellos se violan sistemáticamente los derechos humanos. Hay que cerrarlos en memoria de Samba Martine [congoleña interna en el CIE de Aluche y que murió en 2011 tras no serle detectada una neumonía, pese a las insistentes veces en que reclamó atención médica] y de tanta gente ultrajada en su dignidad en este espacio opaco”. (…)

La postura de los obispos

José Luis Pinilla, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, se muestra tajante: “La voz de la Iglesia sobre los CIE es rotunda. Los obispos de Migraciones, la gente de base, delegados diocesanos, capellanes, abogados, técnicos o la gente impagable de Cáritas siempre están en primera línea ayudando a los internos, denunciando cuando se lesionan los derechos humanos y pidiendo siempre alternativas”.

Como conocedor cercano de la realidad de los CIE en España y de la respuesta generosa de gente de Iglesia presente en ellos (“gestionando salidas, dando acompañamiento legal o evitando directamente devoluciones ilegales”), Pinilla destaca una de sus armas más eficaces: “Los informes de Pueblos Unidos y el Servicio Jesuita a Migrantes, que son objetivos, rigurosos, claros y proféticos. No son flor de un día ni surgen ante un caso llamativo. Son el fruto del trabajo de muchos voluntarios y sus entrevistas, que, ante todo, se nutren del acompañamiento a las personas, de la convivencia junto a los internos. Por ellos se cumple el deseo eclesial de crear alternativas y desarrollar una pastoral integral que aborde todas las dimensiones de esta situación que tan injustamente padecen hermanos nuestros”.

Concluye este religioso jesuita diciendo que “los CIE no cumplen su función, y hay muchos datos que lo avalan. Por lo tanto, no son necesarios. Y, mientras tanto, hay mucha, mucha, mucha gente que sufre”.

Publicado en el número 3.009 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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