José Beltrán, director de Vida Nueva
Director de Vida Nueva

La capacidad de movilización de Kiko Argüello no se puede discutir


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JUEVES 20. Sí. La capacidad de movilización de Kiko Argüello no se puede discutir. La presentación de su libro no se queda corta para el Aula Magna de la Fundación Pablo VI. No es fácil que dé esa sensación. En la mesa, Blázquez, que prologa. En primera fila, Rouco. Me preparo para tomar notas. Miro el reloj, como tanteando cuánto puede alargarse. Pero Kiko se reinventa y me descoloca. Apenas tres minutos de alocución. Incluido el aplauso que pide para el cardenal emérito. Quien tengo a mi lado se sorprende tanto o más que yo. Por la brevedad. No por el aplauso. [ENTREVISTA: Kiko Argüello: “No somos una secta”]

SÁBADO 22. En Roma. Noche cálida. Paseo por la columnata. Cuando solo quedan un par de parejas apurando el último selfie de la noche. Cada vez veo más mendigos durmiendo a los pies de Bernini. Sí, el “efecto Francisco”. Saben que de aquí nadie les echará. Inmunidad para los invisibles, que no lo son tanto cuando se convierten en objeto de mofa o vejaciones. Insisto, han encontrado su techo, algo frío pero seguro, en terreno eclesial. A buen seguro que a Bergoglio no le intimida que se sumen algunos más.

DOMINGO 23. En este Año de la Misericordia a punto de cerrarse, no había visto ni audiencia ni ángelus igual. Hay quien dice que no hay nada como un jubileo de coros para tener una respuesta masiva. Otros me cuentan que por fin en Italia se está abandonando la psicosis yihadista que auguraba la cúpula vaticana como objetivo único. Sea cual sea el motivo, no hay billetes. Y eso que no se exige ni para entrar ni para estar en los alrededores. Y Bergoglio, una vez más, capaz de conectar con el que tiene a pie de asfalto. “¡Hoy es tiempo de misión y es tiempo de coraje!”. La palabra “coraje” resuena en las calles aledañas, como si se quisiera colar en algunos edificios curiales. Lamentablemente, están cerrados. Y no solo por ser festivo.

LUNES 24. Últimos flecos del viaje a Suecia. Una curiosidad. El Papa hablará en español. Siempre es más fácil expresar lo que uno siente y piensa en lengua materna. Más cuando hay lugar para la improvisación en una visita donde el apellido “histórico” no es gratuito. Máxime cuando dentro de la Iglesia católica hay quien considera que no hay nada que celebrar ante los 500 años de la reforma luterana. En castellano, a buen seguro que resonará con más contundencia el aldabonazo ecuménico que lance Francisco. [PLIEGO: Luteranos y católicos hacia la unidad]

jose.beltran@ppc-editorial.com

Publicado en el número 3.009 de Vida Nueva. Ver sumario