Francisco canoniza al obispo español de los sagrarios abandonados, san Manuel González

Panorámica de la Plaza de San Pedro

Es elevado a los altares junto a otros seis santos, entre ellos el Cura Brochero

Telares con las imágenes de los siete nuevos santos canonizados el 16 de octubre

Telares con las imágenes de los siete nuevos santos canonizados el 16 de octubre

MARÍA PÉREZ | No podría haber terminado mejor la semana en la que España ha celebrado a su Patrona, la Virgen del Pilar: un nuevo santo español ha sido elevado a los altares. Y lo ha hecho de la mano del papa Francisco, en pleno Año de la Misericordia. En la mañana de hoy, domingo 16 de octubre, el Papa ha canonizado al que fuera obispo de Málaga y Palencia, Manuel González García, junto a los ahora también santos José Gabriel del Rosario Brochero, José Luis Sánchez del Río, Ludovico Pavoni, Alfonso Mª Fusco, Salomone Leclercq y Elisabeth de la Santísima Trinidad. Siete nuevos santos que, tal y como ha manifestado el Papa, “han alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración: han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido”.

Una Plaza de San Pedro abarrotada de fieles de todo el mundo. Un sol brillante. Y un clima festivo entre todos los asistentes a la canonización. No todos los domingos son proclamados santos siete cristianos sencillos que “han alcanzado la meta”. La meta de la santidad. ¿Y cómo alcanzar esa santidad? Toda la homilía del papa Francisco durante esta celebración ha tenido como tema central el único camino posible para alcanzar el cielo: la oración.

“Este es el estilo de vida espiritual que nos pide la Iglesia: no para vencer la guerra, sino para vencer la paz –ha afirmado Francisco, durante su homilía, en italiano–, el compromiso de la oración necesita del apoyo de otro. El cansancio es inevitable, y en ocasiones ya no podemos más, pero con la ayuda de los hermanos nuestra oración puede continuar, hasta que el Señor concluya su obra”.

“Este es el modo del obrar cristiano: estar firmes en la oración para permanecer firmes en la fe y en el testimonio. Y de nuevo surge una voz dentro de nosotros: ‘Pero Señor, ¿cómo es posible no cansarse? Somos seres humanos, incluso Moisés se cansó’. Es cierto, cada uno de nosotros se cansa. Pero no estamos solos, hacemos parte de un Cuerpo. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuyos brazos se levantan al cielo día y noche gracias a la presencia de Cristo resucitado y de su Espíritu Santo. Y sólo en la Iglesia y gracias a la oración de la Iglesia podemos permanecer firmes en la fe y en el testimonio”.

Luchar con la oración

Ante la atenta mirada de los fieles de todo el mundo –especialmente de argentinos compatriotas de Jorge Mario Bergoglio, llegados para presenciar la canonización del Cura Brochero–, el Papa ha recordado que “orar no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadir a una falsa quietud. Por el contrario, orar y luchar, y dejar que también el Espíritu Santo ore en nosotros. Es el Espíritu Santo quien nos enseña a rezar, quien nos guía en la oración y nos hace orar como hijos”.

“Los santos son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración. Hombres y mujeres que luchan con la oración, dejando al Espíritu Santo orar y luchar en ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: el Señor vence a través de ellos y con ellos. También estos siete testigos que hoy han sido canonizados, han combatido con la oración la buena batalla de la fe y del amor. Por ello han permanecido firmes en la fe con el corazón generoso y fiel”, ha afirmado Francisco.

La homilía del Papa durante estas canonizaciones ha terminado con una sencilla oración a los siete nuevos santos: “Que, con su ejemplo y su intercesión, Dios nos conceda también a nosotros ser hombres y mujeres de oración; gritar día y noche a Dios, sin cansarnos; dejar que el Espíritu Santo ore en nosotros, y orar sosteniéndonos unos a otros para permanecer con los brazos levantados, hasta que triunfe la Misericordia Divina”.

Manuel González García, “el obispo del sagrario”

Panorámica de la Plaza de San Pedro

Son muchos los españoles –especialmente sevillanos, malagueños y palentinos– que han viajado hasta Roma para celebrar la canonización del que fuera su pastor, el sevillano Manuel González García, obispo de Málaga de 1920 a 1935 y de Palencia de 1934 hasta su fallecimiento, en 1940.

Conocido como “el obispo de los sagrarios abandonados”, Dios concedió a Manuel González vivir la oración de una manera profundamente ardiente. Fue en Palomares del Río donde recibió esta gracia: “Fui derecho al Sagrario. Allí mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, que me miraba, que me decía mucho y me pedía más, una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio: lo triste de no tener posada, de la traición, de la negación, del abandono de todos”, escribió. A partir de aquel momento su camino tendrá como guía el Corazón Eucarístico de Jesús, desarrollando su labor en todas las direcciones y a todos los niveles, hasta el punto de que llegó a manifestar su deseo de “morir a la puerta de un Sagrario o junto a la puerta de un pobre”.

En 1910 fundó la Unión Eucarística Reparadora (Marías de los Sagrarios y Discípulos de San Juan) y también las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, en 1921. En 1916 fue consagrado obispo y enviado a Málaga, donde continuó su labor pastoral e inició, a partir de 1920, la construcción del nuevo seminario. En 1935, Pío XI lo nombró obispo de Palencia, donde pasará los últimos cinco años de su vida. En 1940 es enterrado en la Catedral palentina, siguiendo la última voluntad del santo: “Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús!, ¡Ahí está! ¡No dejadlo abandonado!”.

A san Manuel González se le atribuyen dos milagros: el primero –y por el que Juan Pablo II lo declaró beato en 2001 y lo propuso a toda la Iglesia como “modelo de fe eucarística”– fue la curación de una joven palentina de 18 años que, en los años 50, sufrió una grave peritonitis tuberculosa. El segundo ha sido la curación de un linfoma muy agresivo a una señora de Madrid en 2008 que, cuando se sintió desahuciada por los médicos, se encomendó al entonces beato.

El Cura Brochero, santidad a lomos de su mula

Argentinos celebran la canonización de José Gabriel del Rosario Brochero, “el Cura Brochero”

José Gabriel del Rosario Brochero es el primer santo nacido y muerto en Argentina. Más conocido como “el cura Brochero”, este sacerdote argentino vivió entre 1840 y 1914. A lomos de su mula, evangelizó las sierras de Córdoba, asumiendo como propias las necesidades de los sectores más humildes de la región. Brochero dedicó su vida no solo a llevar el Evangelio, sino a educar y promocionar a sus habitantes, “abandonados por todos, pero no por Dios”, según solía decir.

El primer milagro, que permitió declararlo beato, tuvo como protagonista a Nicolás Flores Violino, un niño que superó el pronóstico de una “vida vegetativa” y problemas neurológicos severos tras sufrir un grave accidente vial con apenas meses de vida.

El segundo milagro que le ha elevado a los altares es la recuperación de Camila Brusotti, una niña con brutales lesiones por culpa de una paliza que la habían dejado al borde de la muerte. Hoy Camila Brusotti, de once años de edad, ha acudido a Roma para presenciar la canonización del Cura Brochero.

Conoce a los otros cinco nuevos santos

De izquierda a derecha: José Luis Sánchez del Río, Ludovico Pavoni, Alfonso Mª Fusco, Salomone Leclercq y Elisabeth de la Santísima Trinidad

  • Ludovico Pavoni es el sacerdote fundador de la Congregación de los Hijos de María Inmaculada. Calificado por el papa Francisco como “un sucesor de San Felipe Neri”, este italiano dedicó su vida a trabajar con los niños más pobres, fundando el Instituto de San Bernabé y creando una red de escuelas profesionales.
  • José Luis Sánchez del Río es el más joven de los siete nuevos santos. Este mártir fue torturado y asesinado a los 14 años durante la persecución religiosa del presidente mexicano Plutarco Elías Calles de 1924 a 1928. “Que Viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos” fueron sus últimas palabras ante sus verdugos.
  • Alfonso María Fusco es el sacerdote fundador de la Congregación de las religiosas de San Juan Bautista. Este italiano nacido en 1839, creó las llamadas Casas de la Providencia, donde pobres y huérfanos eran acogidos y educados.
  • Salomone Leclercq fue el primer hermano de las Escuelas Cristianas mártir. Falleció en plena Revolución francesa junto a otros 94 compañeros, en el patio del convento carmelita donde estaban arrestados.
  • Elisabeth de la Santísima Trinidad es la única mujer de los siete nuevos santos. Francesa y carmelita descalza. Aunque falleció con solo 26 años, su vida y sus obras (sus Elevaciones, Retiros, Notas Espirituales y Cartas) han ejercido un gran influjo en la espiritualidad de nuestros días.

 


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