Más de 700 parroquias españolas acogen a presos para su reinserción

Puerta de la Misericordia en una cárcel española

Los reclusos, condenados por delitos menores, realizan trabajos en beneficio de la comunidad

Florencio Roselló, director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la CEE, conversa con un recluso a través de rejas

Florencio Roselló, director del departamento de Pastoral Penitenciaria de la CEE, con un interno

Más de 700 parroquias españolas acogen a presos para su reinserción [extracto]

BLANCA RUIZ ANTÓN | Ser misericordia dentro de la cárcel es una de las tareas más difíciles que la Iglesia afronta en la pastoral social. Entre cuatro paredes, las rejas, la delincuencia, la marginación y, sobre todo, la falta de esperanza en un futuro mejor hace del trabajo de los 137 capellanes de cárceles que hay en España, junto con los más de 3.000 voluntarios, algo indispensable para hacer realidad el abrazo del hijo pródigo.

Esta pastoral ya no se limita solo a visitar a los presos, como obra de misericordia corporal, sino a ir un paso más allá e involucrarse en su vida y, sobre todo, en su reinserción en la sociedad. Por eso, más de 700 parroquias de España acogen a presos que realizan lo que llaman ‘Trabajos en Beneficio de la Comunidad’ (TBC), que, según afirma Florencio Roselló, director de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE), “son penas por delitos menores o complementarias a la pena principal y que, si no lo pudieran realizar en estas parroquias, tendrían que realizarlo en la cárcel”.

Buscar que la pena rehabilite es uno de los principales puntos de trabajo de esta pastoral. “Apostamos por una humanización de la pena para que reinserte al preso, en contra de la tendencia actual de la sociedad, que se encamina hacia el endurecimiento de las condenas. Tratamos de ver el rostro de la persona, porque quizás no tiene sentido que esté tantos años en prisión si después sale igual”, apunta Roselló.

Y en este sentido se avanza a buen paso porque, según explica, hay delitos en los que la víctima simplemente quiere que se le devuelva lo robado. “Es la justicia restaurativa con la que intentamos que el infractor devuelva o restaure el daño causado”. “Hay experiencias muy buenas de encuentros entre la víctima y el infractor, porque cuando este ve el rostro de a quien causó el daño, en algunos casos se dan pasos muy positivos hacia la reflexión profunda del delito. Incluso también para la víctima, quien al ver la vida del infractor comprende la trayectoria que le ha llevado a delinquir”. Estos encuentros entre infractores y víctimas también se han realizado con delitos de sangre, e incluso de terrorismo.

Puerta de la Misericordia en una cárcel española

Puerta de la Misericordia en una prisión

La prevención, especialmente centrada en jóvenes en riesgo de exclusión social, es básica, por eso trabajan en centros escolares de áreas marginales para evitar el absentismo escolar, que es caldo de cultivo –o incluso consecuencia– de problemas sociales.

Ese cuidado que la Iglesia pone en quien sufre prisión, se refleja también en los más de 55.000 euros que se han destinado a la asistencia a presos y en los 5.000 paquetes de ropa que se les ha entregado, “sin hacer distinción de su religión”. Además, hay en España más de 70 pisos de acogida para que los internos sin familia o recursos puedan disfrutar de sus permisos de salida. “Durante 2015, la Iglesia acogió en estos pisos a más de 2.500 presos, porque muchos, cuando salen, no tienen dónde ir y pasan su permiso en la calle”.

Pero la atención y cuidado de la Iglesia en las cárceles la reciben también los funcionarios de prisiones, para los que el capellán también está presente. “Les administra los sacramentos, en ocasiones celebra las comuniones de los hijos, los bautizos… La Iglesia en prisión es para todos”, reconoce a Vida Nueva Roselló, quien añade que esa buena acogida se debe a que la presencia de la Iglesia “no juzga, no discrimina. Acompañamos a todos los que lo puedan requerir en aquello que necesiten. De hecho, un 30% de la ropa se da a reclusos musulmanes”.

De la cárcel a Roma para el Jubileo con el Papa

En la puerta de cada celda hay una Puerta Santa, pero traspasar la de San Pedro es una oportunidad única, especialmente cuando los últimos años se ha vivido privado de libertad. Por eso, uno de los principales proyectos de la Pastoral Penitenciaria dentro de este Año de la Misericordia es la celebración del Jubileo de los Reclusos, que tendrá lugar el 6 de noviembre en Roma. “Allí –afirma Florencio Roselló– queremos que haya una representación de presos españoles que puedan ir a vivir ese día tan especial de su jubileo con el Papa”.

Y es muy posible que así sea. “Desde el Ministerio del Interior y la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias parece que lo ven con buenos ojos y, por ahora, no han puesto mayor problema que el que marca el cumplimiento de la ley”, añade Roselló, quien insiste en la importancia de la buena organización: “Sería como una salida programada. Hay muchas experiencias de internos que hacen el Camino de Santiago o de presas con hijos que pasan unos días en la playa. Esto sería algo similar”.

Este proyecto se encuentra en la fase de selección de los reclusos que acudirían. “Hay que elegir o buscar un grupo de personas con un perfil muy determinado, es decir, que actualmente disfruten de permisos o que estén en tercer grado. Que en esas experiencias de libertad hayan tenido un comportamiento responsable…”.

El grupo final aún no está cerrado, pero desde la Pastoral Penitenciaria están deseando facilitar a los presos la posibilidad de “vivir la experiencia única de estar en su jubileo con Francisco en Roma. Ver que la Iglesia, y más aún la Iglesia en la prisión, es universal”, indica Roselló, quien reconoce que las dificultades para cumplir ese sueño son evidentes, pero asegura que por su parte va a trabajar para poder hacerlo realidad. De este sueño se habló también en el IX Congreso de Pastoral Penitenciaria, celebrado en la madrileña localidad de San Lorenzo del Escorial a mediados de septiembre.

Publicado en el número 3.004 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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