Obituario: Miguel Asurmendi, padre y pastor

El obispo Asurmendi saluda al papa Francisco en la visita ad limina de este año 2014

El obispo Asurmendi con el papa Francisco en 2014

JUAN CARLOS ELIZALDE, obispo de Vitoria

El pasado 9 de agosto moría en Pamplona monseñor Miguel José Asurmendi, obispo emérito de Vitoria. Conocí a D. Miguel cuando, tras hacerse oficial mi nombramiento en enero de este año 2016, me trasladé a Vitoria para entrevistarme con él. Siempre me recibió con cariño y me trató como un padre. Su muerte, que coincidió casualmente con el final de las fiestas patronales de la Virgen Blanca, nos pilló a todos por sorpresa. En su funeral reconocí sentirme un poco huérfano y comenté la sensación de que D. Miguel había cumplido su misión y eso nos ayudaba a entender su muerte tan repentina.

El legado de D. Miguel en la Diócesis de Vitoria –a la que llegó en el año 1995– es extenso, y entre los hitos más importantes quedará en la memoria la reapertura de la Catedral de Santa María, donde hoy reposan ya sus restos mortales.

En estos seis meses que llevo como obispo de Vitoria, he podido conocer algunas de las huellas dejadas por D. Miguel. Las religiosas de clausura, por ejemplo, conservan un cariñoso recuerdo, pues las visitaba con frecuencia.

Hace años que diversos achaques y problemas de salud mermaron mucho su actividad pastoral, razón por la cual D. Miguel, que en el año 1957 había profesado como salesiano, tuvo que apoyarse en sus colaboradores más directos para atender el día a día de la vida diocesana. Por eso, ellos han sido mis primeros y más directos informadores. Sin duda, el tiempo dejará ver con claridad la obra de este pastor –nacido en 1940 en Pamplona– en la Diócesis de Vitoria.

Ahora, en las misas, le recordamos y pedimos que vele por su diócesis desde el cielo. Yo espero contar con su intercesión para ser un buen pastor para esta sede, como lo fue él durante más de dos décadas.

Publicado en el número 3.003 de Vida Nueva. Ver sumario

 


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