Hacia el Campus de la Misericordia de Cracovia. La larga marcha

grupo de jóvenes españoles en el campus misericordia donde tendrá lugar la vigilia de oración JMJ Cracovia 2016 30 julio 2016

El peregrino José Beltrán ya está en el lugar de los actos centrales de la JMJ

grupo de jóvenes españoles en el campus misericordia donde tendrá lugar la vigilia de oración JMJ Cracovia 2016 30 julio 2016

Aspecto del altar en el Campus de la Misericordia, pocas horas antes de que llegue el Papa y se celebre la vigilia de oración

JOSÉ BELTRÁN, enviado especial a CRACOVIA | Doce kilómetros en tres horas. A buen ritmo. Con ese sol que hasta ahora no se había dejado ver en Cracovia. Y con unas temperaturas más propias de Cuenca que de Polonia. A las nueve menos diez se inicia el camino desde la parroquia de la Divina Misericordia a las afueras de la ciudad. Tenemos suerte. El S7, tranvía especialmente habilitado para el evento, todavía deja hueco para 43 peregrinos más. Somos los últimos que subiremos al convoy. A partir de ahí, será imposible acoger a nadie más. Ni tan siquiera cuando se apea alguno de los pocos polacos que se han atrevido a desafiar al transporte público en el día con más movimiento humano de la historia de la ciudad de Juan Pablo II. La larga marcha.

El camino no se lleva mal. De fondo, algún grupo del Camino Neocatecumenal anima con su guitarra, se escucha a los siempre ruidosos italianos o se cuela incluso algún coro polifónico sueco. Cuando se comienza a escuchar de fondo de la megafonía, los militares ayudan a los voluntarios a entregar un pícnic de supervivencia en pensión completa. A saber, ensaladas, bollos, zumos y patatas para comida, cena y desayuno. Es el pack para afrontar las más de 24 horas que los jóvenes pasen en el Campus de la Misericordia.

Pero antes de llegar, control de seguridad uno a uno. Sí. Mochila a mochila. Un espera de más de una hora. Necesaria y comprensible. “Por nuestra propia seguridad y la del Papa”, certifican. Sin malas caras ni empujones. Paciencia que costaría ver en otros conciertos y festivales. Quienes tengan un pase especial relativamente cerca del altar pasarán un segundo control todavía más exhaustivo, similar al de los aeropuertos.

Esto no se va a quedar pequeño

Ya se avista el Campus de la Misericordia. Eso no significa haber llegado. Desde la entrada hasta la zona asignada -en nuestro caso, A4– nos espera media hora de camino. Al llegar, un nuevo control para entregar la entrada de zona. Esta fue una de las lagunas de Madrid en 2011, lo que hizo que peregrinos tomaran zonas que no les correspondían y otros se quedaran a las puertas de Cuatro Vientos.

La recta mentalidad polaca evita estas situaciones. La amplitud de esta llanura aún más. Cuesta ver dónde termina y dónde empieza. Ni se quedará pequeño ni parece que haya problemas de evacuación, debido a las amplias avenidas creadas y a la omnipresencia de policías y militares.

Tampoco se ha escatimado en aseos portátiles ni en botellas de agua, almacenadas en grandes tiendas de campaña.

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Ya instalados en la zona A4 del Campus de la Misericordia

Situados en la A4, la misión pasa por buscar hueco para la esterilla. Son las doce de la mañana y apenas se ve un peregrino, más allá de unos franceses y unos checos que han delimitado la zona más cercana a la valla. En un par de horas, el metro cuadrado se venderá más caro. Nada que decir cuando apenas queda una hora para que llegue el Papa. Aforo completo. Pero eso sí, con algo más de aire que en Benidorm.

Cuando uno se dispone a dar un paseo, aquello no tiene fin. Masas. Y más masas. Tópico remitirse a Woodstock cuando la JMJ tiene su propia identidad. Y entidad. La que dan unos jóvenes llegados desde todos los puntos del planeta para pasar 24 horas compartiendo algo más que calor, esterilla o una ensalada enlatada. “Y acampó entre nosotros”.

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