El Jubileo no se jubila

Sebastià Taltavull, obispo auxiliar de Barcelona SEBASTIÀ TALTAVULL ANGLADA | Obispo auxiliar de Barcelona

Lo decimos de esta manera, pero se trata de una convicción que va entrando más y más. La misericordia se nos presenta como algo que no tiene fecha de jubilación, y pide –como carta de identidad– una Iglesia que mira al mundo con ojos nuevos y se acerca a él con actitudes nuevas. Es como el amor que no pasa nunca ni tiene fecha de caducidad.

Lo que estamos viviendo en este Año jubilar de la Misericordia tiene que ser impulso y pauta de actuación cristiana hasta decir que seguiremos en ello. ¡Esto no puede pararse!

Dicho esto, yo me pregunto si realmente podemos pensar de otra manera cuando este año de gracia nos ha acercado tanto a lo más esencial del Evangelio. ¿Cuántos rostros nos están interpelando pidiéndonos que seamos misericordiosos como el Padre y como lo ha sido Jesús, acercándose, compadeciéndose, curando y liberando de toda esclavitud a tantas personas postradas en las periferias de la marginación y el abandono?

Ha sido tanto y de tanta calidad el contenido que recibimos a lo largo de este tiempo jubilar que necesitamos digerirlo aún más y hacerlo realidad con palabras y hechos. Hemos aprendido de memoria Mateo 25 y las obras de misericordia: un examen final del que ya conocemos al detalle las preguntas, ya que se nos juzgará en el amor. Por eso, el Jubileo no se jubila; al contrario, nos lanza a trabajar con renovado entusiasmo para hacer de Jesús y el Evangelio la orientación decisiva de nuestra vida.

Si ser misericordiosos nos abre el corazón hacia el hermano porque nos sentimos afectados por la miseria que padece, es que estamos haciendo presente el mismo amor de Dios. El papa Francisco dice que la misericordia se revela como la dimensión fundamental de la misión de Jesús. Esta es la razón por la que hemos de hacer que sea la nuestra.

En el nº 2.999 de Vida Nueva

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